Los ojos veían el ayer desde el presente: las boinas rojas de los soldados carlistas; las niñas, con dos trenzas y uniforme azul en la escuela con las estrictas monjas; los niños, jugando con el aro en la plaza, con sus pantaloncitos cortos y sus gorros planos de espiga; algunas mujeres, guardando el luto ¡incluso la novia vestida de negro camino al altar! Desde 2024 hasta 1836. Escenas retrospectivas, cuidadas, mimadas, más bien, por Trabudu Dantzari Taldea, el artífice de la magia, la agrupación detrás del episodio histórico y cultural vivido este 21 de septiembre en Astrabudua: la recreación de una euskal ezkontza.
Al pestañear, el barrio erandioztarra bailó hasta el siglo XIX durante horas. Muchas semanas lleva el grupo de danzas planificando toda esta celebración –la cuarta que organiza– en la que participaron más de cien personas y que embaucó a otro puñado de cientos más en las calles de Astrabudua, como atentos espectadores, como público de un vecindario unido. Un barrio que da y responde. Enlace. La representación de las nupcias en plenas Guerras Carlistas entre Mariano Achalandabaso, un soldado alistado en el Batallón de Mungia, e Hilaria de Jáuregui fue el hilo conductor de esta fiesta con tantísimos ingredientes. Iñigo Salán y Aitziber Markaida, pareja realmente, se metieron en la piel de los contrayentes con las emociones revoloteando sin parar. “He pasado muchos nervios estos días, como si fuera mi boda de verdad”, admitía la joven con una sonrisa que no borró en ningún momento de la euskal ezkontza. “Está siendo una experiencia muy buena”, añadió.
“He pasado muchos nervios estos días, como si fuera mi boda de verdad”
El primer acto de este viaje virado a sepia comenzó con la salida del cortejo desde el baserri Atxe (novio) y desde el Etxezarre (novia). Desde lo alto de Astrabudua y en un juego de tradiciones, teatro y pasajes: la milicia, los txistularis, el ajuar, las familias, los amigos, la institutriz... Desfilaron hasta llegar a la iglesia de San Lorenzo. Allí, Mariano e Hilaria, Iñigo y Aitziber, de negro radiante, estrecharon sus manos. Allí se ofició el compromiso por parte del párroco. “Gora ezkonberriak!”, proclamó al final de la ceremonia. Entonces, los compañeros soldados del marido bailaron para los recién casados. Una incursión en la actualidad en esta jornada de vaivenes temporales. En las tres ediciones anteriores, Trabudu había optado por el aurresku de honor, pero esta vez, escogió la soka-dantza. Después, la comitiva, adornada con más estampas pretéritas, como las niñas de la escuela o las campesinas, se dirigió hasta la plaza del ambulatorio, donde esperaban los pequeños Trabudus, los niños y niñas del grupo, jugando en el pasado. Por ejemplo, al inmortal Un, dos, tres, carabin-bon-ban. En el salto a 2024 y en este emplazamiento, fueron ellos los que protagonizaron varias danzas. Esa fue la otra novedad en el espectáculo de este año. Además, la banda de música de Erandio fue aliada en esta parte de la euskal ezkontza. Más abajo, en la plaza Josu Murueta, fue el grupo Kantagune el que colaboró afinando sus gargantas para el matrimonio. “Estas canciones preciosas han sido un puntazo. Está siendo todo muy bonito: ver cómo participa todo nuestro grupo, todo el pueblo, cómo se involucran... Me encanta”, reconocía en ese momento Iñigo. Y es que el recorrido por Astrabudua estuvo sembrado de cariño. “La gente me felicitaba, no como si me casara de verdad, sino como si me conocieran”, contaba agradecido. “Además, para mí todo esto es especial, porque con quien hago la euskal ezkontza es mi pareja, que llevo cinco años con ella”, admitía. Pero claro ahora va a ser muy difícil que, si deciden pasar por el altar, esa boda sea mejor que la de ayer. “Esto es insuperable”, reían ambos.
Personas reales
“Como Aitziber es mi pareja desde hace cinco años, está siendo todo muy especial”
Ellos fueron el rostro del siglo XXI de Mariano e Hilaria, que existieron y se convirtieron en marido y mujer en 1836 cuando Erandio –en aquellos tiempos más carlista que liberal– fue escenario de combates y de escaramuzas. La crueldad se exaltó en la Batalla de Lutxana, a finales en la primera Guerra Carlista. En esa contienda las tropas liberales consiguieron romper el sitio al que estaba sometido Bilbao por parte de los carlistas, que durante semanas la habían tenido cercada y sin comunicación. La batalla conllevó casi 6.000 bajas entre los soldados de un bando y de otro. De ahí que Trabudu, por el impacto que tuvo este conflicto en el municipio, contextualice su euskal ezkontza en esta época.
La lectura de las capitulaciones matrimoniales en la iglesia puso el broche a la escenificación como tal, que se salvó de la lluvia en su paseo matutino por Astrabudua. La comida popular, con unas 300 personas emulando al banquete nupcial, también pudo escapar de la tormenta, no así las actividades culturales programadas para la tarde. l