“Unas compañeras fundaron Aldarte en 1994 porque vieron que existía un vacío en la defensa de los derechos de las personas LGTBIQ+; se trataba de mujeres que salían del movimiento feminista y que, como mujeres lesbianas, les parecía fundamental disponer de un espacio de socialización”, cuenta Elena Olaortua, abogada de Aldarte.

Hace más de 30 años eran personas autóctonas mayoritariamente las que necesitaban visibilizarse, expresar sus malestares y conocer a dónde acudir para socializar. Las personas no heterosexuales tenían escasa presencia en espacios públicos. Resultaba complicado percibir que una misma no era una excepción. Que había más personas, muchas, con experiencias y vivencias similares. Aldarte consiguió un local en la Plaza de Venezuela, después pasó a Barroeta Aldamar y actualmente abre sus puertas en la calle Berastegi de Bilbao. “La filosofía de la asociación ha sido siempre estar céntricas, de modo que resulte accesible para la gente. El primero era un espacio muy chiquitín, en el que se generaban grupos de apoyo mutuo que se reunían los sábados”, explica Gaizka Villar, trabajador social de Aldarte.

Cambio de perfil

Al principio solo cabía el voluntariado. Carecían de medios. Cada una, con su trabajo y su militancia ,reunieron lo justo para alquilar el local. El boca a boca se encargó del resto. Generaron grupos de apoyo, una metodología propia y elaboraron temáticas específicas relacionadas con la visibilidad, la autoestima o la socialización. “Además, se preocuparon de la incidencia social y política, de la presencia en la calle y la reivindicación de derechos” relata Elena Olartua.

Actualmente, la situación es, afortunadamente, muy distinta. “ Podemos decir que, antaño, las personas que acudían a Aldarte era autóctonas casi al 100%, y de clase media-alta. Hoy se trata mayoritariamente de personas migrantes, o en situación de exclusión social, o que viven en la calle. Son perfiles vulnerables los que atendemos. Hay personas con problemas de salud mental o con diversidad funcional. Personas extremadamente vulnerables”, insiste Gaizka Villar. De las más de 1.500 personas que pasan al año por Aldarte, una parte importante padece la interseccionalidad. Ya no se trata únicamente de impulsar socialmente los procesos de aceptación, en contra de los prejuicios y estereotipos hacia las personas LGTBIQ+, manteniendo el espacio psicosocial, la perspectiva no binaria, sin cuestionar el género de la persona que acude, si no que aparecen cuestiones relativas a la residencia, la alimentación, la vivienda, la salud, etc.

“Podemos querer vender un Bilbao muy LGTBI friendly, con hoteles, con recursos, con turismo LGTBI, pero eso no alcanza a todo el mundo. El perfil de personas que pasan ahora por Aldarte no coincide con el que suponemos de alguien LGTBI de nuestro entorno. Hoy puede tratarse de un joven árabe que está delante del Servicio Municipal de Urgencia Social haciendo noche para conseguir comida y hospedaje. Son perfiles que no están a la vista”, detalla la abogada.

Problemas ocultos

Gaizka Villar enumera otros problemas ocultos. “La gente mayor LGTBI no existe, parece que hay un armario a partir de los sesenta años. Por otra parte, el de las comunidades de origen puede convertirse en un espacio conflictivo: cuando una persona migrada llega desde Africa, por ejemplo, ya hay aquí gente de su país y resulta que esa comunidad de origen reacciona con los mismos prejuicios anti LGTBI que en el lugar del que huye, así que, en vez de una red de apoyo, funciona como lo contrario. Constituye un gran reto y estamos trabajando en colaboración con otras entidades para cambiarlo”, asegura el trabajador social.

Con el paso de los años, las administraciones han ido apoyando proyectos y Aldarte cuenta ahora con servicios como el apoyo psicológico y el asesoramiento jurídico ofrecidos por profesionales y que resultan completamente gratuitos para las personas que los solicitan. “Colaboramos y fomentamos las políticas públicas de atención, pero eso no implica sustituir aquellos servicios que han de ser totalmente públicos”, recalca Olaortua.

Aldarte ha generado vínculos con otras entidades con el paso del tiempo. “Vemos qué necesidades tiene cada persona y le ayudamos si entra en nuestro ámbito, o la derivamos. Lo bueno que tiene Aldarte es que se trabaja sin cita previa, la acogida principal se realiza sin tener que llamar antes porque creemos que atender así ayuda a un mejor acompañamiento”, afirma Gaizka Villar.

Tanto Olaortua como Villar dedican el galardón que Aldarte recibe a su compañera, la trabajadora social Cristina Rueda, recientemente fallecida. “Es un homenaje para ella por la huella que dejó. Y también creemos que supone un reconocimiento a todas esas personas que se mueven en la diversidad sexual y de género para seguir buscando la justicia social”, conlcuyen.