El fuego es símbolo de purificación. Desde tiempos que se pierden en la niebla de la historia, a las llamas se les ha atribuido la capacidad de eliminar hasta el último resquicio de impureza. A su manera, limpian cuerpo y espíritu y, por eso, cada 23 de junio Bizkaia da la bienvenida al estío prendiendo grandes fuegos que iluminan la oscuridad de la noche.
Sus habitantes llevan prendiéndolas siglos, milenios. Según las fuentes históricas, antes de la llegada de las legiones romanas, cuando en este territorio no había vizcainos, sino caristios y autrigones, la noche de San Juan era escenario de telúricos rituales para ahuyentar a los espíritus pendencieros. Se celebraba el solsticio de verano, el momento en el que las noches achicaban y la luz solar bañaba tierra y mar durante días que no parecían tener fin.
En el siglo IV de nuestra era Roma controlaba la práctica totalidad de Europa occidental, los Balcanes y la cuenca del Mediterráneo. Un tal Justiniano tuvo a bien decretar que el cristianismo pasaba a ser la religión oficial de tan vasto imperio. Un territorio atravesado por la multiculturalidad que, hasta el momento, rezaba a un panteón de dioses que difícilmente podría caber en la Torre Iberdrola, ¡imagíenese el lío!
Esa es una de las razones por las que Justi y sus colegas optaron por adaptar las tradiciones locales a la nueva fe. Así, en el solsticio de verano se pasó a rendir culto a un tal San Juan Bautista. Considerado precursor de varias ramas de la religión de Cristo, también es venerado en el islam como profeta. La revista de divulgación científica National Geographic recuerda que nada en la vida del profeta tuvo relación con esta noche, pero éste nació 6 meses antes que Jesús, “por lo que en la noche de las hogueras, el 23 de junio, se celebra su nacimiento”.
El signo de los tiempos
Independientemente de los cambios religiosos, las hogueras siempre han sido un elemento omnipresente en esta fiesta. Eso sí, en 2024 es una cita mucho más acotada por los reglamentos que hace unas cinco décadas. Hoy día, los Bomberos de Bizkaia publican una carta anual en la que recuerda qué hacer en caso de emergencia. La altura de las llamas y los materiales combustibles están regulados por la Diputación y los Ayuntamientos. Pero hace poco más de cinco décadas eran los propios vecinos de los barrios y pueblos quienes se encargaban del festejo. Entonces, los parroquianos aprovechaban para deshacerse de trastos viejos. Armarios, mesas, mesillas... Enseres de todo eran pasto de las llamas. Los apuntes, motivo de tantos quebraderos de cabeza durante el curso para los escolares, también ardían en los fuegos. Ahora también lo hacen, aunque ayer fueron muchos los y las adolescentes que se quedaron con las ganas, porque la niebla y la lluvia protagonizaron la jornada y, en consecuencia, las hogueras fueron suspendidas.