La semana pasada publicaba en esta sección montañera dominical de DEIA el obituario de un amigo al que conocí con la práctica y el disfrute del deporte más bonito que existe. Hoy traigo otro recuerdo para Enrique, otro amigo que nos ha dejado y del que también quiero despedirme.

Decía hace tres domingos, el 2 de junio, en una de las varias entregas que he hecho sobre el Txarlazo Mendi Taldea de Orduña y sus fundadores que, aunque históricamente he estado bastante unido a la única ciudad de Bizkaia, estos años atrás esa ligazón ha sido mayor. Por eso, cuando el secretario del club de montaña me comunicó que había fallecido Enrique me embargó la pena por su ausencia. Muchos recuerdos de las últimas citas que nos encontramos, todas relacionadas con esta página, por cierto.

Enrique nació en Puerto Castilla (Ávila) en 1956, falleciendo en Galdakao el pasado 3 de junio tras una larga enfermedad que, poco a poco, le fue apagando, con tan solo 67 años. Luchó contra lo imposible, así como su familia, que siempre le arropó. Por tanto, vaya mi recuerdo para su esposa, Juani Puente, así como para sus hijos Gorka y David, para su nieta Haizea y la amatxu de esta, Rut del Cerro.

Viviendo Enrique en Areta, fue a Orduña a casarse. En Amurrio tuvo una taberna y en Orduña se hizo cargo del histórico Llarena, el restaurante que instauró los perretxikos en mesa.

Fue componente de la junta directiva del Txarlazo Mendi Taldea durante veinte años, dedicándose en cuerpo y alma, como me dicen en el club, a cualquier tarea que requiriera de trabajo. Era especialista en la parrilla, el txitxiburduntzi lo bordaba, las costillas, chuletillas, morcilla..., todo su arte en la parrilla se veía compensado cuando te metías la pieza en boca y disfrutabas de su exacto asado.

Gran montañero, centenario, holló con su hermano Iñaki y con todos sus compañeros del club de montaña de Orduña la mayoría de las cumbres vascas importantes, así como otras cimas en Pirineos o en la Sierra de Gredos que le vio nacer.

Desde el club de montaña me envían esta cita que reproduzco: “Todos los componentes del Txarlazo Mendi Taldea de Orduña quieren agradecer públicamente el trabajo de Enrique Martín por su dedicación y compañerismo con nosotros y nuestro deporte, siendo un ejemplo de persona y un gran mendizale. Nunca te olvidaremos. Seguirás acompañándonos a las salidas de los domingos porque te llevaremos en el corazón. Eskerrik asko”.

Sirva este obituario de Enrique para acordarnos de todos los montañeros que nos han dejado. Este deporte es noble por genética, siempre unidos en las ascensiones y siempre dispuestos a ayudar y compartir. Descansen en la paz del Señor.

Cuando empecé a colaborar con DEIA en esta sección que, posteriormente, se llamó Historias Montañeras, fue el 4 de octubre de 2020 y el protagonista fue Periko Gabiria, uno de los históricos del montañismo guipuzcoano, legazpiarra él. Siendo esta mi idea, la de escribir obituarios, por eso de mantener el recuerdo vivo e informar a los lectores, me he ido desviando con mil historias de otra índole, siempre alpinas, pero hay días que vuelvo al origen y aun dándome pena, me reconforta escribir sobre estos amigos que se nos van marchando y que han dejado huella en la montaña y en quienes les hemos conocido y querido. Este artículo es el número 170 y nunca pensé que pasaría de 25, 50, 75…. Grato es escribir sobre montañismo en estado puro.