El libro Inclusión radical es una montaña de emociones que pone letras a la expedición vital que es Ibilki, el club getxotarra de montañismo en el que participan personas con diversidad funcional, de diferentes culturas y hasta gente sin hogar. Sus páginas son ascensos optimistas, gratificantes y motivacionales y, a veces, son descensos que escuecen, golpean y fastidian al escuchar frases como: “¡Si han abierto las fronteras!” o “Pobrecitos, ¿para qué los traéis aquí?”. Christian Lauro Rodríguez, miembro fundador de Ibilki, ha reunido en esta publicación vivencias y experiencias en los verdes o nevados montes y, así, esta agrupación eleva al terreno escrito otro grito por la inclusión más plural; ya lo hizo en el plano audiovisual con el documental rodado a través de la mirada de Ana Zamorano. Precisamente, Konfiantza Itsua/Confianza Ciega se proyecta mañana en Romo Kultur Etxea.

La montaña es un refugio, abre los brazos, es un espacio de plenitud, una bocanada de aire para hombres y mujeres que se enfrentan a prejuicios, a adversidades físicas, a problemas económicos y sociales... Un lugar en el que sentirse partícipes de algo. “Si viene una persona con discapacidad visual pero que tiene un resto de visión la ponemos a guiar a alguien que no ve nada. Que cada uno sienta que puede aportar es muy importante. Creo que este camino que hacemos en Ibilki ha gustado porque la gente se siente útil”, reflexiona Christian. Montañeros con una misión, que tratan de superar sus miedos y sus límites, que ganan en autonomía y en los que se deposita determinación. “Hay expediciones en las que va una persona con alguna discapacidad o enfermedad y 45 personas alrededor cuidándolo. Demasiada sobreprotección, a mi parecer. Aparte de los recursos económicos que hay que tener. Por ejemplo, nosotros cuando fuimos a Argentina a hacer dos seismiles, éramos ocho personas y tres tenían discapacidad. Hace poco, en un grupo había cuatro personas ciegas, dos con movilidad reducida, una sorda y tres vivían en la calle, había doce inmigrantes, luego el más pequeño tenía 8 años y el mayor 82. La gente puede pensar que íbamos 200 personas. Pues en total éramos quince”, explica este guía de montaña. Ahí queda retratada la filosofía de Ibilki, que desde luego, tiene muy clara su fórmula: es sencilla, sin alardes, sin artificios. “Muchas veces, la inclusión que nos intentan vender habla de algún récord o de montañas muy conocidas y turísticas como el Kilimanjaro o el campamento base del Everest. Yo le doy una vuelta a eso: la inclusión es trabajar con personas que son cercanas y en montes que tenemos aquí al lado. Hay algunas asociaciones que montan un circo”, considera. Todos estos aspectos quedan retratados, de una manera u otra, en su trabajo Inclusión radical, dosis de letras de esperanza, un resumen de motivos para sonreír y también para... “Parece todo muy bonito, pero en el monte hemos recibido rechazo. Hay gente que nos pregunta que por qué lo hacemos, que para qué. Igual vamos con una silla de ruedas y viene alguien y nos dice: No estoy de acuerdo en que hagan esto, pobres. También hay racismo. Hace no mucho, íbamos con niños de inmigrantes racializados y una persona que era profesor nos preguntó preocupado: Pero ¿estos niños están escolarizados? Otra vez íbamos un grupo grande y un señor dijo: No sabía que habían abierto la frontera”, enumera Christian, natural de Guatemala y desde 2009 en Getxo. Así que su libro es “una mezcla para ir subiendo y bajando porque hay cosas muy chulas, que son la mayoría. Pero se te quedan grabadas las peores a veces”.