Cruzar el umbral de la ferrería de El Pobal es, sin duda, una experiencia que devuelve a quien la visita a ese tiempo atávico en el que el ser humano era capaz, con agua y fuego, de transformar el mineral de hierro en elementos que supusieron grandes avances socieconómicos –bendito bramán o sencilla hoz– e incluso elementos de similar utilitarismo como clavos o verjas sin olvidarnos de puentes, vigas o desgraciadamente espadas, puñales o cañones.

Pero más allá de la mera utilización del hierro como elemento de supervivencia o dominio hay un tiempo en el que destacó la creatividad de los herreros dando vida a obras de arte en forma de útiles varios cuya función primordial no era otra, por ejemplo, que saber por dónde soplaba el viento, cuestión no menor en siglos en los que no existían los actuales servicios meteorológicos y donde las cosechas, sin ir más lejos, dependían de un control de los diversos fenómenos naturales como vientos, tormentas o tempestades .

José Muñiz, Marta Zabala y Jose Pablo Arriaga en la presentación.

Las populares veletas, situadas –lo mismo que el reloj, las campanas o el pararrayos– en las torres de las iglesias o en los palacios o edificios nobles, forman parte de un patrimonio olvidado de los pueblos que se puede incluir en la cultura material del viento. Un arte, en su doble sentido, que en el marco del 20º aniversario como museo, la Ferrería de El Pobal de la Diputación Foral de Bizkaia ha logrado un destacado hueco con la exposición Señales del viento, señales del tiempo: Veletas en Bizkaia que trata de transmitir al espectador, en un ambiente de luces y sombras, que estas piezas eran algo más que artefactos dispuestos en la cúspide de los edificios para indicar la dirección del viento.

Detalle de una de las veletas.

“Junto a esta función práctica innegable, las veletas asumían una misión también ornamental, engalanando las construcciones e incluso yendo más allá: anunciaban a los cuatro vientos la posición acomodada de los propietarios o promotores de esos palacios, iglesias, conventos o ayuntamientos en los que frecuentemente se situaban”, definió la directora de El Pobal, Marta Zabala.

Forjadas en hierro, las veletas dan testimonio hoy del trabajo –casi siempre anónimo– desempeñado por generaciones de ferrones y herreros. Hablan así de la destreza y sensibilidad artística de un oficio de larga tradición en Bizkaia que desde la Ferrería de El Pobal se quiere poner en valor en el contexto de su vigésimo aniversario como museo.

La exposición, que se inaugurará este mismo sábado, es una instalación artística creada exprofeso por el escultor markinarra Jose Pablo Arriaga, quien ha pergeñado unos soportes envolventes de madera de calabó que muestran una colección de veletas de los siglos XVIII y XIX, cedidas por Euskal Museoa de Bilbao. Esta exposición se complementa con la publicación de un catálogo, con textos de José Muñiz y fotografías de Santi Yaniz, que quiere ser un primer acercamiento histórico al tema de las veletas en Bizkaia y descubrirnos algunos de los ejemplares más bellos y singulares que conservamos hoy en nuestro entorno.