A todos nos gusta que, cuando abrimos el grifo, el vaso del que queremos beber se llene lo antes posible. Y nos llevan los demonios cada vez que, al dar a la cisterna, el lavabo pasa a emanar un hilillo de agua. Estamos acostumbrados a que cuanto más presión en el suministro, mejor. Pero la presión del agua es, de hecho, uno de los mayores enemigos para poder garantizar que esta llegue a todos los domicilios de Bizkaia: a más presión, más roturas y más pérdidas de agua. Por ello, el Consorcio de Aguas va a reducir la fuerza con la que circula el agua por las tuberías hasta valores que permitirán prolongar su vida útil y evitar reventones. Al mismo tiempo, pondrá en marcha una campaña para que los edificios de más de siete pisos habiliten instalaciones propias para garantizar que el suministro llegue a todas las alturas.

Por su propia orografía, la red de distribución del agua en Bizkaia ha tenido históricamente una presión muy elevada. “Los municipios del territorio están situados en valles; si traes el agua desde Venta Alta, luego hay que subirla hasta Santutxu o a Artxanda. Llegas, pero a costa de meter mucha presión en zonas bajas. Y no pasaba nada, porque había siempre agua de más”, explica Juan Luis Mozos, subdirector de Redes Municipales del Consorcio de Aguas Bilbao Bizkaia. No hay que tomarse el símil al pie de la letra; el ente consorciado no gestiona la red secundaria de Bilbao, pero sirve para hacerse una idea. “Ocurre todo lo contrario en Gasteiz: puedes tener una presión estable de 4,5 kilos porque es una ciudad totalmente llana, con unos depósitos a determinada altura desde la que reparten”, contrapone.

De una época en la que contar con una buena presión en la red era prácticamente motivo para sacar pecho, sinónimo de buena calidad de vida, la realidad ha terminado imponiéndose: cuanta más fuerza ejerce el agua, más reventones en la red, más pérdida del cada vez más preciado líquido y más cortes en el suministro. “La presión es un cáncer para las tuberías”, ilustra de forma gráfica Mozos. No se diferencia mucho de la tensión arterial de un cuerpo humano. Con un añadido: a más presión, más cantidad de agua se pierde si se produce una fuga por rotura. “Imagínate la presión que tiene que llevar el agua para generar el géiser que se ve a veces”, evoca. Sin dejar a un lado que la vida útil de las cañerías también se reduce sustancialmente. Con cuatro bares, las tuberías pueden alcanzar una vida útil de 90 años, mientras que por encima de seis apenas alcanzan los cincuenta.

Por ello, no es casual que el Consorcio de Aguas lleve años haciendo campañas periódicas para tratar de reducir la presión de la red secundaria, aquella que distribuye el agua dentro de cada localidad, en los 88 municipios que gestiona. Se ha calculado que la presión óptima, para reducir el riesgo de roturas pero sin perder calidad en el suministro, es de 4 bares o kilogramos por centímetro cuadrado. Actualmente, la fuerza media en Bizkaia es de 5,81 y el 85% de los municipios en los que el Consorcio gestiona las redes municipales tiene una presión superior a esos 4 bares, lo que representa 2.800 de los 3.400 kilómetros de tuberías que atienden. Hay que tener en cuenta que el riesgo de rotura se incrementa exponencialmente a medida que sube la presión: si con esos 4 bares la tasa de fallos se sitúa en 0,25 –medida como la probabilidad de rotura cada 100 kilómetros de red–, con 6 bares es de 2 y con 8 se dispara hasta 5,16.

Para atajar este problema se colocarán válvulas reguladoras de presión en los 88 municipios que gestiona el Consorcio. Se trata de unas piezas que reducen la presión con la que entra el agua en las tuberías a una fuerza constante, independientemente de las variaciones que pueda haber aguas arriba y la demanda de las viviendas. Se instalan en las arquetas y obligarán a realizar cortes en el suministro a la ciudadanía. Estos se llevarán a cabo, preferiblemente, de mañana, entre las 9.00 y las 13.00 horas. Las obras comenzarán, previsiblemente, a la vuelta del verano, y se prolongarán durante tres años, con una inversión de 1,8 millones de euros.

Solo hasta el séptimo piso

Pero este proyecto se enfrenta a un problema: con esa presión en las redes solo está garantizado el suministro hasta la planta séptima de un edificio. Los que estén por encima se quedarían sin agua. ¿Qué ocurrirá entonces con los 1.468 que sobrepasan esa altura? La normativa establece que son las propias comunidades las que deben garantizar que el agua llegue con buena presión a todos las viviendas que conforman el inmueble. Así lo establece el Código Técnico de la Edificación, en su artículo 13.4: “Los edificios dispondrán de medios adecuados para suministrar al equipamiento higiénico previsto de agua apta para el consumo de forma sostenible, aportando caudales suficientes para su funcionamiento, sin alteración de las propiedades de aptitud para el consumo (...) incorporando medios que permitan el ahorro y el control del agua”.

Cuando la presión de la red no es suficiente para elevar el agua a cada una de las viviendas, deben emplearse unas instalaciones que se denominan grupos de presión, en los casos de los edificios más altos incluso varios a diferentes alturas. La cuestión es que en la mayoría de los edificios, aunque pudieran disponer de ellos al construirse, se anularon al comprobar que la red proporcionaba presiones altas suficientes para garantizar el suministro de todas las plantas de viviendas; otros lo tendrán que ajustar a las nuevas condiciones de presión y también existen edificios que, directamente, carecen de él. “No puede ser que para garantizar una presión que es responsabilidad de cada comunidad se ponga en riesgo toda la red, que al final es un problema de todos. Si a alguien le parece que es poca presión la que tiene en su casa, que ponga un grupo de presión en la comunidad”, advierte Mozos.

Por ello, se empezará a actuar garantizando siempre al menos 1,5 bares, que es lo que establece la normativa, en el último piso de cada edificio, para no dejar a ningún domicilio sin agua corriente. “No vamos a dejar a nadie sin agua”, garantiza el subdirector de redes municipales. El Consorcio está trabajando ya en una estrategia para que estos edificios vayan poniendo en marcha los grupos de presión que necesiten, bien a través de una campaña de comunicación para informarles de este cambio de presión, como a través de posibles ayudas económicas que se están estudiando para subvencionar parte del coste de la instalación, que puede oscilar entre 4.000 y 5.000 euros.

Municipios afectados

22

Zona A. Bakio, Barrika, Berango, Derio, Erandio, Fruiz, Gamiz-Fika, Gatika, Gorliz, Larrabetzu, Laukiz, Leioa, Lemoiz, Lezama, Loiu, Maruri-Jatabe, Morga, Mungia, Plentzia, Sondika, Sopela y Urduliz.

15

Zona B. Abanto-Zierbena, Alonsotegi, Balmaseda, Gordexola, Güeñes, Ortuella, Santurzi, Trapagaran, Zalla, Zierbena, Galdames, Turtzioz, Muskiz, Sestao y Sopuerta.

35

Zona c. Amoroto, Arantzazu, Areatza, Arrigorriaga, Artea, Atxondo, Aulesti, Bedia, Dima, Elorrio, Ereño, Etxebarri, Etxebarria, Galdakao, Gizaburuaga, Igorre, Ispaster, Iurreta, Izurtza, Lekeitio, Lemoa, Mañaria, Markina-Xemein, Mendexa, Munitibar, Nabarbiz, Ondarroa, Orduña, Ubide, Ugao-Miraballes, Zaldibar, Zaratamo, Zeanuri, Zeberio y Ziortza-Bolibar.

16

Busturialdea. Bermeo, Mundaka, Busturia, Murueta, Gautegiz-Arteaga, Ibarrangelu, Elantxobe, Ea, Forua, Kortezubi, Gernika, Arratzu, Ajangiz, Mendata, Muxika y Sukarrieta.

Consorcio

Redes secundarias. El Consorcio de Aguas gestiona las redes municipales de 88 de las 113 localidades de Bizkaia. En el resto se gestiona desde los ayuntamientos.