Hay quienes inician el año proponiéndose retos mundanos como hacer ejercicio, bajar de peso, dejar de fumar o comer más saludable, y quienes se lanzan a la aventura de desafíos más exigentes. Este es el caso del montañero laukiztarra José Manuel Iñarrea, que desde hace tiempo tiene entre ceja y ceja atacar la cumbre del Kilimanjaro, el techo de África, en un nuevo reto solidario para dar visibilidad al síndrome de Dravet –también conocida como epilepsia mioclónica severa de la infancia– que llevará a cabo, si nada se tuerce, a principios del próximo mes de febrero.

En este sentido, Iñarrea lleva perfilando su expedición desde hace tiempo, pero entre la pandemia y diferentes motivos personales su aventura africana se ha ido posponiendo. Sin embargo, nunca ha olvidado su deseo de coronar la cima del continente africano. Lograrlo sería alcanzar una de las siete cumbres del mundo, su mayor ilusión. Con sus 5.895 metros de altitud, el Kilimanjaro, también conocido como Uhuru Peak, es un volcán de triple cumbre –son Kibo, el punto más alto, Mawenzi y Shira– que se encuentra en el noreste de Tanzania, cerca de la frontera con Kenia.

Después de realizar una intensa preparación en Picos de Europa, su principal base de operaciones, y también en Pirineos, territorio que ya siente casi como su segundo hogar, a tenor del número de cumbres que acumula en la divisoria entre España y Francia, considera que ya está aclimatado para el desafío y quiere aprovechar su buen momento de forma.

Desde el 5 de febrero

Por ello el 5 de febrero es el Día D. “El día 3 tengo programado el vuelo a Tanzania vía Estambul. El día 4 realizaré los trámites del permiso de acceso al Parque Nacional del Kilimanjaro y el día 5 me gustaría madrugar e iniciar el ascenso”, detalla con la precisión de un reloj suizo.

Viaja siempre acompañado de su banderín de Apoyo Dravet. Quiere que ondee lo más alto posible para obtener visibilidad y que esto se traduzca en fondos para la investigación. En esta ocasión optará por realizar la denominada como ruta Coca Cola, la más utilizada para llegar a la cima, que discurre por las cabañas que hay en altura. “Dependiendo de la hora de salida, podré realizar el ascenso y descenso en dos o tres días”, valora. Asimismo, una vez cumplido el reto, quiere aprovechar para disfrutar de la belleza de Tanzania junto a su familia.

El Kilimanjaro es el próximo desafío de un montañero que atesora un centenar de cumbres por encima de los 2.000 metros desde 2017. Cimas como el Aconcagua (6.961 metros), el Mont Blanc (4.809 metros), el Cervino (4.478 metros), Monte Rosa (4.634 metros), cordillera del Atlas: Toubkal (4.167 metros), Ras (4.083 metros) y Timezguida (4.089 metros), además del Oulmlilene (3.860 metros); así como su espectacular asalto a cinco cumbres míticas de Pirineos en cinco días: Aneto (3.404 metros), Posets (3.368 metros), Monte Perdido (3.355 metros), Vignemale (3.298 metros) y Balaitús (3.144 metros) o más recientemente, el pico Comapedrosa (2.942 metros), techo de Andorra, entre otras.

Sin embargo, la montaña nevada africana, la cuarta más alta del mundo detrás del Everest, Aconcagua y monte McKinley, supone un salto cualitativo. Aunque ya sabe lo que es ascender cimas en suelo africano, puesto que en 2022 subió la cordillera del Atlas, las emblemáticas nieves del Kilimanjaro pondrán a prueba su destreza. “Técnicamente no es difícil. Está perdiendo los glaciares de la parte alta, pero es larga de subir, y siempre puedes tener mal de altura. Últimamente, varias expediciones se han dado la vuelta por el mal tiempo. Son 6.000 metros y voy con mucha ilusión y muchísimo respeto. No se puede denominar a un tipo de montaña como ésta como fácil”, advierte con cautela.

Precisamente, pone como ejemplo el escenario que se puede abrir ante un cambio de tiempo. “Imagínate perderte a 5.000 metros en África. Entiendo que será una mezcla entre el Aconcagua y el Atlas. Los Alpes son más técnicos, pero más cortos en ascensión”, sostiene. A todo ello hay que añadirle la existencia de diversos ecosistemas entre los que conviven glaciares, desiertos, paisajes alpinos, sabana y selva tropical. “La cantidad de animales y cambios de vegetación me parece que lo hace insuperable. Creo que haré fotos sin parar, aunque nunca sabes, recientemente en el Comapedrosa se me apago el móvil por el fuerte frío...”, concluye. l