Ese instrumento “milenario” cuyo “antecesor, el organistrum, aparece representado en el Pórtico de la gloria de la catedral de Santiago de Compostela a través de un personaje que lo toca”, es la zanfona que Aitor Berroeta fabrica a la manera artesanal. Conocida como “la gaita de los pobres, los ciegos y los juglares” las elabora desde su casa y taller de Sopuerta para una clientela mayoritariamente internacional que toma contacto con sus instrumentos –también, por ejemplo, guitarras– en redes sociales mientras ultima su página web. “Tampoco las hace mucha gente. De hecho, creo que en Euskadi soy el único”, afirma el ganador del segundo premio en la categoría juvenil del concurso de proyectos empresariales del Behargintza de Enkarterri en 2023.

Había estudiado “para realizar radiografías” hasta que, a raíz de la pandemia “como no me llamaban probé suerte a fabricar una zanfona y me acabó gustando tanto que aquí estoy”, siguiendo los pasos de su padre, “autodidacta que aprendió por afición, le dio tiempo a bastantes cosas en dos décadas”. Aitor se formó en la escuela de luthería de Bilbao “y vi que recibía tantos encargos que al final tuve que dejar la escuela sin haber completado ni un año” para centrarse en la parte práctica. Hay quien califica a la “peculiar” zanfona como “un violín mecánico a base de una rueda que toca unas cuerdas con teclas dentro: cuando giras la rueda que sería el arco, van sonando las cuerdas y vibran y dependiendo de la nota lo vas tocando”. Otras cuerdas “suenan por simpatía; es decir, si por ejemplo yo toco un sol, si hay alguna cuerda afinada en sol también suena, más que nada por la vibración de las otras”.

En suma, “un instrumento muy completo porque parece que integra una orquesta entera”. Su labor requiere nociones de música, “más que nada para ajustar el teclado, ya que ha de estar todo muy bien medido para que la nota vaya a su sitio”. Por el contrario, “si lo construyes mal luego no hay manera de afinarlo y entonces resulta imposible tocar”.

Los pedidos proceden de “Francia, Austria, Alemania y Estados Unidos” porque apenas los fabrican “y los que lo hacen elaboran unos modelos muy básicos, mientras que los nuestros van dirigidos a profesionales”. Internet ha roto las barreras físicas. Aitor comenzó en Instagram y también nutre de contenidos Facebook. Al final la clientela responde mayoritariamente al perfil de “mayores de 50 años”. 

Abeto, ébano...

Construye la tapa “siempre de abeto, en nuestro caso alemán, aunque también se usa italiano”. Para el cuerpo elige entre bastantes opciones: “Arce rizado, palosanto de India, nogal de Gernika”... Dan forma a las teclas “en ébano, ya que es la zona con más contacto y la madera resiste más”. Invierte “meses” en las zanfonas, mientras que “una guitarra lleva “un mes o mes y medio”. ¿La parte más complicada? “el ajuste de las casi treinta teclas y el arreglo final de las cuerdas y puentes”.

“Siempre” se producen errores “a veces se pueden subsanar y otras no”, como en una zanfona que muestra Aitor. Quedó “asimétrico el cuerpo y así no se puede vender”. Y es que una de sus reglas de oro consiste en “entregar un instrumento perfecto”. Y es que “el modelo que más demandan, la zanfona de tenor, puede costar sobre 5.000 euros”. Aun así, “si descontamos impuestos y el material tampoco nos llevamos muchas ganancias, más si encima al principio bajas un poco los precios si te quieres dar a conocer, pero manteniendo el estándar de calidad y artesanal”.

Luego cada uno aporta su propio distintivo. Los Berroeta firman “con una terminación en pico en lugar de más redonda en forma de pera, unos pétalos, de manera que alguien que entienda de esto lo reconocerá en cuanto lo vea”. En funcionamiento, violines y violonchelos “poseen gran proyección, pero con este como haya una trompeta o algo parecido por encima ya no se escucha, la opaca”.

Una de sus zanfonas, ya terminada.

También fabrican guitarras, como “esta flamenca que a mi aita le encanta tocar; es más, él comenzó con las guitarras”. Elaboran más “unas un tanto singulares de jazz francesas de dos tipos: de boca abierta para acompañar y las otras de boca estrecha, que están destinadas al músico principal”. No obstante, si les solicitan “clásicas o acústicas las hacemos también” incluso una guitarra con arpa incorporada. Una guitarra “siempre cuesta menos, para cuando te metes con el teclado de una zanfona prácticamente has terminado una guitarra, implica bastante menos de la mitad de tiempo y para estas solemos coger kits con plantillas”.

Cuidar la vista

A sus 25 años reconoce que emprender “al principio cuesta, a pesar de que aquí no he necesitado inversión en alquiler, luz y agua, el poco dinero que ganaba y el premio del concurso de proyectos empresariales” ha sufragado las máquinas” para algunas fases: “dejar el grosor que quieras, dividir los bloques en láminas más pequeñas, el taladro vertical, el torno para las ruedas y los ejes...” mientras que los detalles los pule a mano, lo que a la larga puede acarrear problemas. “Aita dice que las gafas tipo lupa que le regalé son la mejor compra que hemos hecho nunca, en la escuela me avisaron de que uno de los efectos de este oficio es perder vista, ya que trabajamos de cerca con cosas muy pequeñas”, explica Aitor.

Se describe a sí mismo como “zanfonero y lutier, que deriva del que hacía un laúd y se ha adaptado a los constructores de todos los instrumentos”, a quien le encantaría mostrar sus obras en el mercado medieval de Balmaseda.