El teléfono gratuito Cruz Roja Te Escucha (900 107 907) ha recibido en Bizkaia, en apenas dos años desde su puesta en marcha, la llamada desesperada de más de 650 personas asfixiadas por la tristeza, los problemas del día a día o la incertidumbre. “Hemos normalizado el tener ansiedad y no es normal en absoluto”, advierte su responsable, María José Arruti. ¿La buena noticia? Que a los jóvenes no les pesa el estigma y piden ayuda desde el primer momento. “La salud mental se sigue asociando a depresión profunda, a esquizofrenia o a bipolaridad, y muchas personas no piden ayuda porque creen que todavía no están en ese punto. Eso, afortunadamente, está cambiando”, destaca.

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Las fotos del Día de la Banderita de Cruz Roja en Bilbao Oskar González

¿Cuándo se puso en marcha este teléfono de atención?

—Se creó para dar apoyo emocional a las personas que estaban en primera línea de fuego en la pandemia, los propios voluntarios de Cruz Roja y el personal sanitario. Pero se generó tal estado de incertidumbre y desasosiego para todo el mundo que se vio necesario poner este servicio a disposición de toda la población general.

¿Cuántas personas han atendido desde ese 2021?

—Se han recibido más de 500 llamadas de unos 650 ciudadanos. Y cada llamada se prolonga aproximadamente una hora, algunas más, otras menos, lo que haga falta. Son personas que llaman porque tienen ansiedad, tristeza... Están en ese estado emocional que a veces cronificamos y que nos cambia la vida.

¿Ha variado mucho el tipo de llamadas desde que se puso en marcha hasta ahora?

—Aquella incertidumbre que generó el covid sigue presente; la sufre el 45% de los casos que atendemos. Vivimos en una sociedad en la que todo cambia muy rápidamente: la economía, el calentamiento global... Y eso afecta no solo a la gente de cierta edad, también a los jóvenes. El 9% de personas atendidas son menores de edad y más del 20%, menores de 30 años.

Personas que deberían estar llenas de ilusión por tener toda la vida por delante...

—Así es. Pero algo bueno que tiene la gente joven es que ha normalizado el hecho de pedir ayuda si la necesita. Nuestra generación ha vivido con más estigma sobre todo lo que tiene que ver con temas de salud mental. Temías que te fueran a tomar por una trastornada, te callabas y aguantabas como podías. Ahora no y es lo que hay que hacer.

¿A qué perfil tienen los usuarios?

—El grupo más numeroso es el de 50 a 64 años y son, sobre todo, mujeres (un 58%), con un perfil, en muchos casos, de cuidadoras, bien porque es su trabajo o bien porque se hacen cargo de algún familiar.

¿Por qué llaman?

—Pidiendo soporte emocional, para desahogarse. Notan que viven en una tristeza y una ansiedad permanente. La ansiedad forma parte de lo inevitable; que estemos ansiosos porque tenemos algo pendiente es lo normal. Lo que no es normal es que no tengamos ganas de levantarnos de la cama, esa sensación de tristeza, de falta de control de las situaciones, un estado de ánimo en el que todo te sienta mal y te cambia la vida y las relaciones. En esa situación, uno tiene que ser valiente, como estas personas que han llamado, para pedir apoyo. Hemos normalizado vivir con esa sensación y no debería ser así. La salud mental no es solo la ausencia de enfermedad, es también el bienestar, y cuando se nos escapa de las manos no hay que esperar.

¿Quién atiende esas llamadas?

—Voluntarios que están formados en atención psicosocial y telefónica; les permiten ese desahogo emocional que necesitan y les van a dar herramientas para que puedan entender su situación y reconducirla en lo posible.

¿Y si detectan un caso grave?

—Tenemos un siguiente nivel de actuación, de asistencia por especialistas, por psicólogos especializados en diferentes temas: resolución de duelos, tratamiento de adolescencia, soledad no deseada... Esta soledad empeora mucho la salud mental, por lo que tenemos también un acompañamiento, a través de llamadas que hace el mismo voluntario hasta que la persona reconduce su vida, vuelve a socializar y empieza a sentirse más acompañado.

Los habrá habido, supongo.

—Desgraciadamente, sí, incluso de personas que te dicen que se van a quitar la vida. Hay gente que llama muy desesperada, por ejemplo a quien le acaban de diagnosticar una enfermedad crónica o degenerativa. Esos psicólogos especializados les hacen un seguimiento de unos tres meses, con una llamada semanal, y si ve que esa situación es más profunda, les aconsejan que vayan a su centro de salud porque, posiblemente, necesiten ser desviado a un centro de salud mental.

¿Hay personas que llaman más de una vez?

—Sí; algo más de un 50% de llamadas son personas que lo han hecho más de una vez. Les consuela y utilizamos todos los recursos y mecanismos que se nos ocurren para darles una alternativa y un soporte.

Hablemos de las personas que están al otro lado del teléfono, esos voluntarios que responden las llamadas.

—Son entre cinco y seis personas. Muchos son psicólogos, algunos con más experiencia que otros, pero todos ellos formados. La propia Cruz Roja, junto a la Universidad Autónoma de Madrid, organiza materiales, da la formación y realiza cursos permanentemente. Tenemos un médico jubilado que siempre ha tenido como preocupación especial la salud mental y es un especialista en el suicidio. Da gusto escucharles y oír cómo atiende.

Ese 900 107 907, ¿qué horario tiene?

—De 10.00 a 14.00 y de 16.00 a 20.00 horas, de lunes a jueves, y los viernes solo por las mañanas. Si alguien necesita ayuda en una situación límite, siempre puede llamar al 112.