Después de un año de espera, ha llegado el momento. Lekeitio, y buena parte de Bizkaia, estallan de gozo y algarabía en el Antzar Eguna, el día más importante –por populoso y por sus más de tres siglos de historia– de los ‘Sanantolines’ del municipio costero.

Pese a que un látigo de calor lleva azotando la integridad del territorio histórico desde las primeras horas del día, nadie ha querido faltar a la cita. Y es que el Día de Gansos es una fecha marcada en rojo en los calendarios de muchos vizcainos como Neskutz Arrate y su tocaya, de apellido Bilbao, y Gorka Súarez. “Además de los gansos, la gente y el ambiente hacen de este día algo especial”, ha explicado Arrate, refiriéndose al ancestral Antzar Jokoa (el Juego de los Gansos). 

Un evento tricentenario que se actualiza

Desde la pasada edición, las ánades en torno a las que gira toda la celebración están confeccionadas con látex. El entonces alcalde del municipio costero, Koldo Goitia, alegó en aquel momento que “no tiene sentido sacrificar animales para una fiesta”, y parece que buena parte de la sociedad lekeitiarra entendió y asumió el cambio con naturalidad. 

Sin embargo, Neskutz Arrate ha reconocido que ella prefiere “los naturales, los de toda la vida”. Eso sí, también ha señalado que éste es el único elemento que ha alterado el devenir de las fiestas: “Por lo demás, todo sigue igual. Son unas fiestas estupendas de las que disfrutamos muchísimo”, ha zanjado. 

A su alrededor cientos de miles de personas copaban las inmediaciones del templo gótico de la Asunción de Nuestra Señora. Faltaba poco menos de media hora para el inicio del Antzar Jokoa y las personas que se han dado cita hoy en la localidad costera transpiraban nervios y expectación por cada uno de sus poros. 

La última juerga de una cuadrilla que se va a estudiar lejos de Euskadi

Ainara Etxeberria, Alaitz Ormaetxea e Izar Díaz de Guereño despuntaban entre la marea mahón (salpicada de olas tejanas) que todavía anega el puerto. “Vamos disfrazadas porque esto es una despedida”, ha aclarado Ainara, “esta es nuestra última juerga juntas, en cuadrilla, porque algunas nos vamos a estudiar fuera”

La vecina de Mondragón se ha transformado en una suerte de científica loca porque, en los próximos días, empacará todas sus pertenencias para poner rumbo a Barcelona, donde estudiará Ingeniería Matemática. 

Por otro lado, este no es el primer Antzar Eguna para ninguna de ellas. “Es la segunda vez que venimos y hemos decidido repetir porque casi nunca echamos fiesta de día y nos gusta, es muy bonita”, ha señalado Izar. 

Amigos y conocidos animan a los Harrapatzailes

Según iba acercándose la hora de la competición –ha empezado a las 16.00 horas y se prevé que se alargue hasta bien entradas las 19.00–, los pocos huecos que aún quedaban en los sendos murallones que cercan el puerto iban ocupándose.

Allí han estado desde primera hora de la tarde Tomás Puente y Jon Ruiz. "Tenemos un amigo que va a amarrarse al ganso. A ver qué tal lo hace", ha dicho Tomás. Al igual que las de Mondragón, esta es la segunda vez que los dos jóvenes bilbaínos se acercan hasta Lekeitio. "Aunque entonces no vimos el juego", puntualiza Jon, "así que tenemos muchas ganas de ver qué se cuece", ha asegurado.

Poco después, la música inundó todo el puerto, levantando un auténtico tsunami de vítores, gritos y muchas ganas de empezar a ver los patines –así se llaman las pequeñas embarcaciones, similares a las txalupas, que se emplean para el evento – surcar las aguas del fondeadero. Los tiratzailes (las personas encargadas de colocar las ánades ratifícales en una suerte de soga que sube y baja), estaban prestos a iniciar su labor.

Aitor Arostegi, natural de la localidad vecina de Amoroto, lleva seis años haciéndolo. "Lo cierto es que desde aquí la fiesta se vive más cómodamente", bromea, "aunque también es divertido estar ahí abajo y disfrutar desde dentro", afirma.

Ha tenido que cortar la conversación para personarse en su puesto. El juego había comenzado, y todavía sigue su curso. Cada vez que uno de los harrapatzailes se engancha al ánade y se zarandea hacia arriba para zambullirse en las aguas del puerto los espectadores estallan en vítores y aplausos. Mientras, los jueces observan con ojo crítico la calidad de la izada y los tiratzailes (cuya labor consiste en colocar el ganso en la cuerda) se preparan para colgar el próximo ejemplar.