Por un lado Arrankudiaga, por otro Laudio y en el frente Santa Ana. Son las tres sencillas inscripciones grabadas, desde el siglo XVIII, en la piedra de forma trapezoidal que marca la frontera jurisdiccional entre el municipio vizcaino y el barrio laudioarra de Areta, en Araba. Se encuentra emplazada en las campas de Santa Ana, un tranquilo y bello parque equipado con parrillas, amplias mesas y bancos de madera y algunos elementos de juegos infantiles.

Es, cada vez más, un área de esparcimiento y de encuentro entre amigos o familias, pero antaño fue escenario de duras luchas y batallas protagonizadas por los habitantes de Arrankudiaga y Laudio para obtener la propiedad sobre este terreno. Dice incluso una leyenda popular que, en pleno conflicto entre ambas localidades colindantes, se apareció la imagen de la virgen en una hondonada, por lo que se interpretó que era deseo de Santa Ana que su casa se edificase ahí, para que el templo actuase como incuestionable mojón. Pero el supuesto milagro no dirimió las diferencias territoriales, por lo que, no haciéndose cargo de su mantenimiento ninguna de las dos partes, el templo se arruinó en torno a 1770.

Y eso que la problemática que les enfrentaba parecía haber quedado zanjada décadas antes, en 1751, cuando la Real Chancillería de Valladolid fijó y ordenó el amojonamiento que hoy sigue de testigo con el fin de que futuras generaciones no olviden sus orígenes. Para que así sea, cada 26 de julio, festividad de Santa Ana, acuden hasta allí los cargos electos de Arrankudiaga-Zollo y de Laudio para revisar sus fronteras. Antaño sacaban la cruz de madera que se guardaba en el interior de la ermita, daban varias vueltas al edificio en círculos, cruzando así ambas corporaciones los dos municipios. Hoy en día, sin rivalidad alguna y enmarcado en un carácter festivo, las dos delegaciones visitan el mojón de Santa Ana, sobre él posan las varas de mando y con música y, un pequeño ágape, celebran su vecindad.

Nuevo amigable encuentro

Representantes de las corporaciones locales de Arrankudiaga-Zollo y Laudio, vecinos y trabajadores de Glavista, posan al final del acto como muestra de cordialidad. S.M.

Así volvió a ocurrir ayer miércoles y los primeros en llegar al punto de reunión fueron los representantes de Arrankudiaga-Zollo acompañados por el sonido de una animada trikitixa. Pocos minutos antes de las 10.00 horas llegó la delegación laudioarra para posicionarse frente a la simbólica e histórica piedra caliza y, tras unos momentos de dudas y de confusión sobre los pasos a seguir, representantes de cada municipio clavaron los simbólicos chuzos de punta de plata en su correspondiente territorio. A continuación, Aritz Leturiaga, en nombre del alcalde de Arrankudiaga-Zollo, y Nagore Gomara, en el de la regidora laudioarra, colocaron sobre la parte superior del mojón los bastones de mando de sus respectivas localidades.

“Hoy volvemos a cumplir con la tradición de revisar nuestras fronteras, un histórico encuentro al que la alcaldesa de Laudio, Ainize Gastaka, hubiera querido acudir, pero no ha sido posible por estar en una importante reunión en materia de industria sobre Glavista”, explicó Gomara, para después invitar a acercarse hasta el mojón de Santa Ana a dos representantes de la plantilla de la empresa con el objetivo de evidenciar el apoyo de todos los allí presentes, y de ambos municipios, a todos los afectados por el conflicto laboral que se está viviendo en una de las principales empresas de la comarca de Aiaraldea.