La bilbaina Maya Morales cumple su segunda quincena en el albergue municipal de Pobeña, uno de los cuatro que gestiona la Agrupación de Hospitaleros Voluntarios del camino de Santiago. Ella, junto con su hermana Dori, abrieron el pasado 1 de abril este local muskiztarra para atender a los peregrinos que realizan la ruta de la costa del Camino jacobeo del Norte. “Desde entonces ha sido un no parar ya que la respuesta está siendo masiva y nos hace pensar que este año vendrá más gente que el pasado año en el que ya habían finalizado las restricciones impuestas por la pandemia”, asegura Maya, una de los 78 voluntarios que este año atiendan los albergues de Markina, Larrabetzu, Lezama y el de Pobeña.

Un aserto que avala Jesús Bilbao, directivo de la Agrupación que se encarga de los temas estadísticos, quien señala que hasta el pasado 10 de junio habían pasado por sus albergues cerca de 5.000 peregrinos “lo que nos sitúa por encima de los datos del mismo período del 2022 y nos lleva a pensar que esta temporada, en la que se celebra el año jubilar Lebaniego, puede registrar un aumento significativo”, plantea.

De momento, los datos señalan que el albergue más destacado en este principio de temporada es el de Markina –dotado con 40 plazas– que habría recibido 2.375 peregrinos de los que 1.079 son mujeres y 1.296 hombres. Destaca el hecho de que los extranjeros forman el colectivo más numeroso con 1.958 peregrinos frente a los 417 nacionales. “En esta edición hemos notado un aumento muy significativo de peregrinos procedentes de Estados Unidos aunque los alemanes y franceses copan los primeros puestos en todos nuestros albergues en los que hemos contado también con la presencia de peregrinos ucranianos en su mayoría muy jóvenes”, señala Bilbao quien no puede aventurar si su procedencia es de territorio español o bien de otros países europeos”.

Completa el cuadro de pernoctaciones los 720 peregrinos que reposaron en el albergue de Larrabetzu, los escasos 30 de Lezama –abrió el 1 de junio– y los 1.702 caminantes que llegaron hasta el albergue costero de Pobeña. Maya, una de los siete voluntarios que superan con creces la quincena habitual que dedican la mayoría de los voluntarios, no se sorprende de que “ahora empieza lo bueno con la llegada masiva de la gente joven que ya ha finalizado sus estudios o tiene vacaciones. Hasta ahora el perfil habitual es el de personas de más edad, a partir de los 40 años, que son por lo general más respetuosos. A mi me toca hacer de Rottenmeyer cuando les tengo que mandar a la cama a las 22.00 horas cuando aún hay niños jugando fuera. Pero no hay otra”.