Quien ha tenido animales sabe el cariño que se les tiene. Es el caso de Borja González, presidente de la Asociación vizcaina del Burro de las Encartaciones y amante de los animales. En estos momentos cuenta además con más de 50 burros en un terreno ubicado entre Errigoiti y Morga. Muchos de ellos son de la raza autóctona de Encartaciones, en peligro de extinción. Comenzó el año 2000 y son una pasión en la que se metió de lleno.
Recientemente, Borja ha tenido un susto que todavía hoy le sobresalta de alguna manera. Una vez terminadas las tareas diarias, se dispuso a grabar un vídeo de sus burros, momento en el que se dio cuenta de que faltaba Burlón, uno de los más especiales para Borja. Resulta que el pequeño Burlón, que nació hace apenas un mes, se había caído a un agujero del que no podía salir y donde pasó, según calcula el propio Borja, unas 20 horas, ya que “no podía ni andar, tenía las patas dormidas y casi no se movía”.
Al día siguiente de haberlo rescatado “no estaba bien, porque además en los burros, y en general en todos los animales, el estado de ánimo les marca mucho para recuperarse, por eso lo llevé al veterinario para que le pusiera unas vitaminas”. Por suerte, “ya está bien, se le ve contento”.
Burlón, llamado así porque “nació con la lengua fuera, aunque a los dos días ya se le había pasado” es un burro especial. Una vez que pudieron rescatarlo, fue un momento “súper emotivo cuando se reencontró con el resto de los burros, lo rodearon, notaron que algo le había pasado”, cuenta. En cuanto se reencontró con su madre se puso a mamar.
La historia, con final feliz, pudo no ser así, ya que “estuvimos buscándolo unas cuatro horas y pensábamos que no lo íbamos a encontrar”, expresa Borja. “Cuando lo encontramos en el agujero casi no se le veía”, rememora. "La búsqueda fue desesperante. Antes habían pasado 4 horas “mirando por todos los rincones, desde los arroyos, toda la finca que es bastante grande”. Recuerda todavía la sensación al encontrar a Burlón, un momento en el que “sentí alegría y mucha pena por el animal, porque sabía que lo había pasado muy mal”.
En este sentido, Borja explica que “los burros pequeños no hacen ruidos y la madre no ayudó en la búsqueda del pequeño”. Y es que "no marcaba por dónde había estado”. Borja opina que como se cayó en un agujero “para ella es como si hubiera desaparecido". El rescate resultó de lo más complicado.
“No sabíamos muy bien cómo sacarlo del agujero, porque con una pala nos daba miedo por si le tirábamos la tierra encima”. La solución que se les ocurrió -otro compañero estaba ayudando en la búsqueda- fue que Borja se colgase “un poco y de esta manera pudo agarrarle por las orejas, que es a lo primero que pude coger”. Así pudo levantarlo un poco hasta que su amigo “le cogió también del cuerpo y entre los dos lo sacamos”.
Ya tranquilo, continúa con esa labor de poner en valor al burro, un animal “que además de bonito es útil”. En su terreno lo visitan “muchas familias, aquí puede venir quien quiera a disfrutar, yo lo hago porque me encantan estos animales”.