Hablemos de este hombre de acción recién fallecido antes de que se enfríe su recuerdo, antes de que el paso del tiempo lo envuelva todo en las tinieblas del olvido. El jueves, 23 de marzo, falleció donde nació, en Bilbao, el presbítero diocesano Txomin Bereciartua Aramburu, a los 92 años de edad. Su vida fue un ajetreo continuo. No en vano, fue ordenado presbítero, en la catedral de Santiago, el 28 de junio de 1953. En apenas tres meses hubiese cumplido los 70 años de su ordenación. Doctor en Filosofía y Letras y en Teología por la Universidad de Comillas, su primer destino pastoral fue en Irazagorria, como ecónomo. Años más tarde, fue coadjutor de San Ignacio, en Neguri y, posteriormente, coadjutor de la parroquia Santos Justo y Pastor, de Otxarkoaga, dando un salto de una comunidad de abundancias a otra mucho más humilde. Lo celebró de lo lindo. Allí compartió equipo con Diego Bergices –junto a quien se empeñó en la tarea de llevar adelante la Escuela Profesional..–, Fermín Gorostiaga, José Luis Achótegui y Jesús Martín, entre otros, que formaban la comunidad de los curas de Otxarkoaga.

Era un activista hasta la médula, un luchador empedernido. Hijo de la calle Tendería, recordaba su primera aparición en público, a los diez años, en el teatro Arriaga “para cantar como enanito en la opereta para niños Blancanieves y los siete enanitos, del maestro Zubizarreta, organista de Begoña y director del coro”. Se ordenó sacerdote a los 24 años de edad pero los hábitos no frenaron su impulso. Hubo quien le conoció como padre edificante, por todas sus iniciativas de restauración de monumentos. No por nada, siendo párroco de Santa Ana, se encargó de la reforma de la Ermita de Santa Ana, construida en torno a 1864. Participó en la recuperación del Monasterio cisterciense de Santa María de Ziortza, también llamado Colegiata de Zenarruza, declarada Monumento Nacional de Euskadi. Siendo párroco en Portugalete promovió la restauración de la basílica gótica. Era un hombre imparable.

Recordaba la anécdota de cuando se vendían las anchoas a platos en la trasera del Teatro Arriaga y hasta su adiós guardó una foto en blanco y negro de su familia. No olvidaba el pasado por mucho que tuviese la vista puesta siempre en el futuro. Entre los años 1966 y 1977, fue consiliario diocesano de los scouts, movimiento que impulsó y apoyó. En ese tiempo también estuvo en Txurdinaga y el Ensanche de Begoña. Después pasó a Getxo, donde fue coadjutor de Santa María y, posteriormente moderador de dicho equipo presbiteral. Desde 1977, miembro del Instituto Labayru y, a partir de 1992, vicepresidente del mismo.

En el portal de Bizkeliza Kepa Rekakoetxea recuerda cómo colaboró Txomin en el Secretariado de Juventud de la Diócesis, en el Instituto Labayru, en la Fundación Novia Salcedo, en Unesco Etxea, en Pax Romana-Barandiaran Kristau Alkarte. Para Kepa, Txomin fue un amigo, “un gran amigo siempre positivo, en los triunfos y en los fracasos”.

Su última responsabilidad hasta su jubilación fue la de presidente de la Fundación Novia Salcedo, entidad que creó en 1982 para la inserción laboral de la juventud y de la que fue presidente de honor hasta su muerte.

Fue una vida imparable, reconocida de largo. No en vano, en 2005, con ocasión del 25 aniversario de la Fundación, el lehendakari Juan José Ibarretxe, le entregó la Makila de honor. También era cofundador de Unesco Etxea, el Centro Unesco del País Vasco. Es también Ilustre de Bilbao en 2014; premio de la Fundación Príncipe de Girona 2013; premio Utopía 2000 de la Diputación Foral de Bizkaia; y premio Sabino Arana Fundazioa entre otros galardones.