Año 1973. La automatización era ya una realidad emergente y asentada en el servicio de telecomunicaciones. “El 90% de las chicas del cable sobraban y el Estado comunicó a todos los locutorios que despidieran al personal que ya no era necesario”, lamentó en la conferencia del viernes Iñaki García Uribe. Sin embargo, su aita Javi García Rodrigo se rebeló y promovió, de manera clandestina, una huelga a nivel nacional.

Las primeras llamadas de contacto se hicieron desde la centralita que gestionaba, pero “notó que el teléfono estaba pinchado” por lo que recurrió a su buen amigo y gerente, entonces, de la empresa Maderas de Llodio que disponía de terminal propia. Gracias a ello, logró organizar “una quedada en una gasolinera de Palencia con propietarios de centralitas de Andalucía, Galicia, Barcelona, Cantabria o Extremadura, calculo que fueron unas cuarenta personas”. Javi García Rodrigo era consciente de que “le seguían a todas partes y a veces se daba cuenta, pero no cesó en su empeño”. Charo Ortiz de Zárate también vivió, de primera mano, esos preparativos. “Hubo un movimiento a nivel nacional de las operadoras y yo llegué a ir a una reunión a Madrid, junto con Javi. Era en una iglesia y se hizo a través de Comisiones Obreras, y nada más aparcar, nos salió la Guardia Civil”.

Finalmente, y tras cuatro meses de preparativos, la huelga se llevó a cabo el lunes 29 de octubre de 1973. “Durante cuatro horas por la mañana, en unos pocos locutorios de España no se atendieron ni se hicieron llamadas”. La represalia para la Central de Telefonía de Ugao-Miraballes y para Javi García no tardó en llegar. “Solo siete meses después, tres sicarios entraron a la fuerza en casa y, sin decir ni una palabra, subieron a la primera planta y rompieron por completo, con mazas y porras, todos los equipamientos”. Iñaki García Uribe fue, con solo 7 años, testigo directo de aquel asalto. “Vinieron con unos buzos grises y verdes, los estoy viendo. Rompieron todo a golpes y se marcharon. Eso nos marcó a todos y el ruido de esos golpes siguen hoy, y seguirán toda la vida, resonando en mi cabeza”, reconoció.

Fue el dramático final de la Central Telefónica de la villa “tras 9.299 días y algo más de 28 años en funcionamiento”. A partir de ahí, el despido de las seis operadoras de Ugao fue inminente. “Nos fuimos a la calle sin indemnización. Después hubo un juicio y lo perdimos. Así acabo todo”, apuntó Charo.