La Comandancia de la Guardia Civil de Bizkaia procedió este pasado mes de julio a la destrucción de 2.914 armas que permanecían almacenadas en sus instalaciones procedentes de decomiso o entrega voluntaria de su propietario. En concreto se redujeron a chatarra 295 armas cortas (revólveres y pistolas); 1.979 armas largas (escopetas y rifles), y 640 armas de diferentes tipos como avancarga, aire comprimido, armas blancas, ballestas, arcos y componentes esenciales (cerrojos, cañones, correderas, bloqueos del cierre, etc.).

Agentes de la Guardia Civil trasladaron las armas hasta una empresa de fundición en Bizkaia para convertirlas en chatarra. Las armas destruidas se encontraban en los depósitos de las Intervenciones de Armas y Explosivos que dispone la Comandancia de la Guardia Civil de Bizkaia en diferentes localidades como Bilbao, Barakaldo, Algorta, Muskiz, Galdakao, Durango y Gernika. En las armas reducidas a chatarra estaban incluidas las que no fueron adjudicadas en la última subasta de armas celebrada en la Comandancia de Bizkaia el pasado mes de marzo.

El resto fueron entregadas voluntariamente por sus propietarios o por requerimiento de la autoridad competente al haber perdido la licencia o no disponer de ella, además de aquellas que fueron utilizadas en la comisión de hechos delictivos, infracciones administrativas o están catalogadas como prohibidas.

Registros

Las Intervenciones de Armas y Explosivos de la Comandancia de Bizkaia tienen contabilizadas en sus registros un total de 48.381 armas. De ellas, 3.187 son armas cortas (pistolas y revólveres), cuyos propietarios deben poseer las licencias A (personal de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad), B (ciudadanos que justifiquen la necesidad de un arma corta), C (personal de Seguridad Privada) y F (para la práctica de tiro deportivo). El número de armas largas registradas es de 45.194, de las cuales 38.117 son escopetas de caza y armas de tiro deportivo.

El único rastro que queda de estas armas es el hierro fundido para alcantarillas o ferralla, esa especie de armadura metálica clave en todo proceso de construcción. Solo se salvan de la quema aquellas que puedan tener un valor artístico o histórico por sus características o fecha de fabricación. “Y tras un procedimiento de enajenación pueden ser transferidas a algún museo para su conservación”, explicaba a DEIA hace unos años el jefe de la Intervención de Armas y Explosivos de la Zona del País Vasco de la Guardia Civil, el teniente coronel Daniel.

Aunque para llegar hasta aquí el proceso es largo y, sobre todo, “muy controlado”, insisten desde la Jefatura de Armas, Explosivos y Seguridad. De hecho, el vehículo que cargas estas armas va debidamente precintado y camuflado hasta su destino. “Y todo el material unido para evitar extravíos”, describía el comandante Juan Rodríguez Jarén. Así las cosas, el furgón con las armas se pesa con carga y sin ella, “de forma que la diferencia es el pesaje de lo que va a ser quemado”.

Las armas entran en el horno sin despiezar de forma que la madera de escopetas o rifles queda reducida a cenizas mientras que los metales de las armas –fundamentalmente hierro– son transformados.

El apunte

l Transformación. Son estas fábricas donde se procede a la fundición de las armas las que lógicamente se quedan con el material que es achatarrado, una masa con posibilidades para el mercado. Después de ser sometida a un tratamiento, el material que finalmente es aprovechado acaba transformado en tapas de alcantarilla o en ferralla, la estructura de barras de hierro que forma el esqueleto de una obra de hormigón armado.