“Eran el tractor de los caseríos”. José Javier Goikoetxea, ganador de una de las cinco secciones del tercer concurso de burro encartado definía de esta forma tan gráfica a los grandes protagonistas de la feria de San Andrés y La Inmaculada junto a las vacas frisonas. A día de hoy “se mueven muy bien en los pastos y casi se han convertido en animal de compañía”, apostilló Ainhoa Egia, coordinadora de la Federación de Criadores de la raza Burro de las Encartaciones. En el retorno del encuentro con el sector agrario de Gordexola después de dos ediciones suspendidas por la pandemia, la agrupación integrada por las asociaciones de Bizkaia, Gipuzkoa y Araba se felicita de que se advierte una “tendencia a la recuperación”, pero todavía “permanece en peligro de extinción”.

Según los registros del libro genealógico de la raza, la población ronda las “130 cabezas por cada uno de los tres territorios”. “De los más pequeños en cuanto a tamaño dentro de los asnos”, los machos miden entre 1,09 y 1,23 metros y las hembras, entre 1,03 y 1,23. Por eso precisamente están dotados de gran agilidad y, sumado a su carácter dócil, se hicieron imprescindibles para las labores del campo. Los distinguen “el blanco alrededor de los ojos y la bragada, la tripa”.

Al concurso “morfológico” de Gordexola “acuden los mejores de cada territorio”. Los ganaderos “los crían por amor al arte y para conservarlo por patrimonio cultural y local”. Antes y después de las deliberaciones del jurado en las categorías en las que participaron sesenta asnos de 22 ganaderos, aprovecharon para compartir impresiones y comentaron con humor los nombres con reminiscencias futbolísticas como Neymar y Koikili de los animales que desfilaron en la parte trasera del frontón. “Son muy parecidos, el concurso se ha decidido por la cola”, reconoció el presentador. Como reconoció José Javier Goikoetxea, natural de Luiaondo, “todos los detalles influyen desde la forma de los cascos hasta la cantidad de pelo que tienen en la cola”.

Por eso también los aspirantes a los previos del concurso provincial de raza frisona también acicalaron a las 52 inscritas. “Las damos de comer, las limpiamos y las cortamos el pelo”, enumeró el guipuzcoano Eneko Dorronsoro. Los expertos se fijan en su apariencia física, pero, sobre todo, “su aptitud láctea para producir, las patas o la estructura”. La vaca que Eneko preparaba para entrar en acción almacenaba en sus ubres “sobre cincuenta o sesenta litros de leche”. En Igeldo “ordeñamos a unas treinta y, además, hay cuarenta terneras y novillas”.

Muchas cosas han cambiado desde que concursaron por última vez en la feria de Gordexola. No solo el coronavirus, sino la crisis del sector agudizada por la guerra en Ucrania que les ha obligado a repercutir en los consumidores la subida generalizada de precios que afrontan las explotaciones “para no desaparecer”. En su caso, “vendemos leche pasteurizada” cuya calidad “sabe apreciar” la clientela. Las frisonas “son dóciles, las ordeñamos a diario” y con ellas se sienten “como una familia”. En el recinto de la trasera del frontón se exhibieron también cabezas de vacuno, ovino y seis lotes de ovejas.

Dentro de la instalación deportiva se respiró Navidad por los cuatro costados en los artículos que pusieron a la venta los artesanos. Olentzero bien podría haberse camuflado entre los visitantes para cargar sus alforjas de cara a Nochebuena. Entre los treinta puestos no faltaron réplicas de la mano de Irulegi, ya todo un icono.

Además de cinco txosnas distribuidas por el centro de Gordexola, cuarenta puestos en la plaza Molinar aportaron el sabor de la feria. Pan, miel, pastel vasco, txakoli y también los muy solicitados yogures artesanos de Granja Murrieta de Galdames o las frutas de Yussyf Abdala, procedente de Zamudio, quien recomendó para los banquetes navideños “melocotones, ciruelas, dátiles y pistachos”.