Después de 20 años defendiendo los intereses de Zierbena, primero como edil jeltzale en el municipio de Abanto y Ciérvana, luego como presidente de la comisión gestora que logró en 1992 la segregación del Ayuntamiento minero y posteriormente durante 18 años y medio al frente de los designios del propio Ayuntamiento de Zierbena, Iñigo Ortuzar está a punto de culminar un largo periplo político al que pondrá el broche de oro izando la bandera marrón el próximo sábado en el Zierbena Eguna.

Este próximo día 15, sábado, le vuelve a tocar, makila en mano, presidir el acto de la celebración de la independencia de Zierbena. Cita especial para usted.

—Sí que lo es pues celebramos el 30 aniversario de la independencia. El 15 de octubre del 92 fuimos por primera vez a la Casa de Juntas de Gernika para abordar el proceso de segregación del Ayuntamiento de Abanto y Ciérvana, ya que nunca habíamos sido Ayuntamiento independiente como el caso actual de Usansolo, por lo que no se trataba de un proceso de desanexión como pudo ser el caso de Erandio u otros municipios del Txorierri, que se desanexionaron de Bilbao, si no de una separación de un municipio matriz.

Hay señales de humo que apuntan a que esta podría ser su última celebración como alcalde ya que usted no quiere presentarse a la reelección. ¿Cierto?

—Yo soy hombre de partido y estoy a lo que decidan los encargados de ello. Cierto es que llevo un largo proceso al frente del Ayuntamiento de Zierbena, en dos períodos diferentes que contabilizan un total de 18 años y medio, y que hay gente sobradamente capaz de encabezar una candidatura jeltzale para seguir rigiendo la gestión municipal, pero como le digo, estoy a lo que diga mi partido.

En 1990 usted era un joven político jeltzale de 30 años que ejercía como oposición en el Ayuntamiento de Abanto y Ciérvana. ¿Cómo recuerda aquel proceso rupturista que desembocaría en la independencia?

—Fue traumático. Siempre habíamos tenido fama –al ser un pueblo con muchas relaciones de parentesco, y al ser un pueblo muy disperso geográficamente siempre ha habido piques entre los seis barrios, cada uno tiene su fiesta y su idiosincrasia– de que cada uno iba por libre. No obstante, aquello sí que aglutinó a todos los vecinos de todos los barrios que formábamos parte del distrito 3 de Abanto y Ciérvana. Evidentemente fue traumático porque el municipio del que nos segregábamos no quería, así de claro.

Tengo entendido que además este deseo de independencia de este pueblo no es una cosa que pueda considerarse reciente a pesar de que hayan transcurrido 30 años.

—Ni mucho menos, ya que debemos recordar que el primer intento de segregación tuvo lugar a finales del siglo XIX, el segundo intento tuvo lugar después de la Guerra Civil, aunque la verdad creo que no fue una época muy acertada para intentar esta segregación, y el tercer intento fue este nuestro que reitero fue traumático y hubo de superar obstáculos de todo tipo. Entre ellos, la suspensión del acuerdo foral del 15 de octubre de 1992 tras el recurso presentado por el municipio matriz.

Dígame algún otro de estos obstáculos a los que se refiere en ese proceso legal.

—Para empezar, tras el acuerdo del 92, yo fui nombrado presidente de la gestora municipal del nuevo municipio el 9 de enero de 1993 y posteriormente Abanto y Ciérvana recurrió porque faltaba el informe del Consejo de Estado, que entonces estaba presidido por el capitán general Manuel Gutiérrez Mellado. Era un informe preceptivo pero no vinculante aunque por narices tenías que solicitar el informe. Esto llevó a que las Juntas Generales tuvieran que retrotraer el expediente hasta el punto de la incorporación del informe. Así que tenías que pedirlo. Por eso es que durante el año 93 fuimos Ayuntamiento, pero en el 94 resulta que volvimos a ser otra vez parte del municipio matriz.

¿Cómo alteró aquello la vida municipal de la joven Zierbena?

—De una manera importante porque nosotros ya teníamos durante el año 93 los servicios contratados del alumbrado público, el mantenimiento, la recogida de basuras... los servicios más básicos. Entonces, durante el año 94 éramos Abanto y Ciérvana pero prácticamente no teníamos ningún servicio prestado por ese Ayuntamiento. Incluso, fruto de este abandono venían los municipales y se encontraban el coche con basura. Fue una época dura.

¿Y cómo se desatascó la situación?

—Las Juntas Generales retrotrajeron el expediente hasta donde era necesario el informe del Consejo de Estado. Se solicitó el informe, se aportó a toda la tramitación del expediente y se aprobó de manera definitiva en noviembre del 94 y aunque hubo un nuevo recurso, este se desestimó. En enero de 1995 se me nombra otra vez presidente de la gestora municipal y Zierbena concurrió ese año a las elecciones ya como municipio independiente en mayo de 1995.