El servicio de bolsas para la recogida de cacas de perro en la capital vizcaina ha resultado ser desde que se puso en marcha hace unos años todo un éxito, pero no tanto por su utilidad real, sino por una función secundaria. Y es que resulta que muchos ciudadanos de forma improvisada utilizaban las bolsitas como bolsas para congelar comida en sus casas. Y añade: “Un día decidí no salir sin bolsas porque las cajas me las encontraba casi siempre vacías”, cuenta la bilbaina Marina Gómez. Por lo tanto, no era raro ver a numerosas personas metiendo mano en las cajas donde se depositaban las bolsas y cogiéndolas a puñados; precisamente no para echar los excrementos de los perros, sino para llevárselas a casa, meter comida y guardarla en el congelador. “No es la primera vez que he visto a la gente guardando un montón de bolsas”, explica.

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De hecho, la vecina de Marina, una señora de avanzada edad, salía por las mañanas y recogía las bolsas que podía para después congelar la comida de todo el mes en ellas. “La mujer tiene una pensión mínima y dice que le viene muy bien, que se ahorra un dinero con las bolsas que recoge en la calle. Le intenté convencer de que lo que hacía no estaba bien, pero no sirvió para nada”, relata Marina. En 2008, las bolsas que adquirió el Ayuntamiento de Bilbao fueron 1,5 millones, mientras que en 2017 pusieron a disposición de los ciudadanos 10,5 millones. “Las cantidades que se gastaban al año eran desorbitadas, pero encima no eran utilizadas para lo que se compraban”, recuerda la teniente alcalde de Bilbao, Yolanda Díez. El consumo de bolsas anualmente en Bilbao era excesivo, lo que indicaba un “uso indebido” del producto. Esta cuestión llegó a tratarse, incluso, en el pleno y, finalmente, se decidió suprimir este servicio aunque las bolsas para recoger las cacas de perros aliviasen la economía doméstica de algunas personas. “No hay que olvidar que, además, el plástico es muy contaminante”, concluye Díez.