Está enferma y dice que su precaria situación económica la está consumiendo. “Peso 43 kilos, he perdido 9 desde marzo. Entre que con el calor no te entra nada y los nervios de cómo llego a fin de mes...”. A mediados de septiembre, a esta bilbaina, madre de un adolescente, le quedan 186 euros en el banco. “Estoy angustiada. Tengo pánico a que me suban la hipoteca. A veces no la pago para poder comer. El Banco de Alimentos te da legumbres, pero tienes que echar algo, un poco de costilla, una morcilla, porque es plato único. Con la subida de precios, vas a lo más barato y lo más insano. Cenamos bocadillos de embutido, de salchichas o de bonito con mahonesa, que es lo que te dan”, cuenta esta mujer, que, tras intentar salir adelante con varios negocios de hostelería fallidos, “malvive” con su marido, también desempleado, lastrada por las deudas y asida al flotador del Ingreso Mínimo Vital y la RGI.

Al igual que ella, 25.500 personas llenan bolsas y carritos de productos básicos gracias al Banco de Alimentos de Bizkaia. “A falta de los datos de este mes, por el momento el número de personas atendidas en el territorio vizcaino se mantiene. Sin embargo, en Araba y Gipuzkoa sí que ha aumentado el número de personas necesitadas”, asegura su presidente, Luis Crovetto, quien muestra su inquietud ante las advertencias gubernamentales de que lo peor está por venir. Y eso que la subida de precios de la electricidad, el gas o los alimentos, a raíz de la invasión de Ucrania, ya está haciendo mella en el día a día de los colectivos más desfavorecidos. “Me preocupa bastante que se repita la crisis de 2008. Creo que incluso puede ser peor. Espero que no nos ocurra porque llegamos a tener hasta 30.000 personas atendidas”, recuerda.

El incremento de los precios ya se ha dejado notar en sus almacenes. “En el segundo trimestre de este año hemos comprado un 9,5% menos de alimentos con un 14,5% más de gasto”, detalla Crovetto, quien destaca también la escasez de algunos productos. “Falta leche. A las cadenas de distribución les cuesta trabajo ir surtiéndonos de la leche que necesitamos. Solemos pedir leche entera y en este momento nos dan la mitad entera y la mitad semidesnatada. La leche está empezando a escasear y también el aceite”, añade.

“La paga, un euro por día y si hay”

La mujer bilbaina, que acude los viernes a la parroquia de San Felicísimo, en Deusto, para tener qué cocinar en la olla, echa en falta alguna que otra cosa más en su menú. “No sé si es lo de Ucrania o los supermercados dan menos, pero llevamos meses que no hay fresco. Te dan un hueso o una gallina, pero contado”, asegura. Su familia, dice, ha estado “tres semanas sin comer fruta porque en el Banco no había” y no puede comprarla. El pescado, otro lujo. “El otro día comí tres sardinas porque soy más de merluza, pero... Del rabo ni me acuerdo. En Navidades comemos normal. Todo eso también te quita la ilusión”, confiesa, desanimada por “ver los precios de la comida en el supermercado y seguir para adelante por no poderla comprar”.

A su hijo no le ha dicho que reciben alimentos, aunque es consciente de la situación. De hecho, “en vez de ir a una tienda de chuches, va al súper a cogerse un paquete de patatas porque es más barato. A veces me dice: ¿Me compras una lata de refresco? y no puedo. Eso, como madre, me duele”, lamenta. La sudadera, en Amazon por 15 euros. El resto de ropa, si no le vale, en Primark. Los libros de texto, a plazos. “He solicitado la beca, pero me han dicho que pagan 150 euros y a mí me han costado más de 200. Otros años me costaban 30 euros, pero como este curso han cambiado el contenido...”. La paga, “un euro por día y si hay”.

Sin poder hacer frente a las facturas, va a solicitar las Ayudas de Emergencia Social. “Es comer o pagar la luz, el agua y la comunidad. Solo puedo pagar el teléfono y la hipoteca a veces. Si ahora me meten ciento y pico euros más de hipoteca, figúrate”, dice con la salud delicada, como su marido, lo que les impide trabajar. “Es una situación muy dura, se te quitan las ganas de todo”.

Con empleo y demandando ayuda

Aunque el Banco de Alimentos de Bizkaia no tiene contacto con las familias, algunas de las 250 instituciones con las que trabajan y que hacen los repartos han detectado un nuevo perfil entre sus usuarios, personas de clase media con empleo. “Antes si tenías trabajo, te mantenías y ahora resulta que tienes trabajo y tienes que demandar ayuda. Este grupo es de aquí. Los inmigrantes muchos no tienen trabajo, algunos están sin papeles, hay de todo”, explica Crovetto, quien ya está pensando en la campaña de Navidad. “Dependiendo de cómo salga, con la elevación de los precios, en torno al 20% en algunos productos, veremos si podemos seguir haciendo frente al mismo número de kilos o tenemos que reducir. Sería una pena espantosa”, comenta, con la esperanza de que los vizcainos demuestren una vez más su solidaridad. “En plena crisis de 2008 fue el momento en el que la gente fue más generosa”.

1.400 personas en Rekalde

En el centro de reparto de alimentos que gestiona la Sociedad San Vicente de Paul en Rekalde atienden a entre 1.200 y 1.400 personas. “Ahora mismo trabajamos con el mismo volumen de gente. Lo que sí hemos notado es que la cantidad de comida que nos envían para repartir se ha reducido y el motivo posiblemente sea que en los propios almacenes no hay la cantidad que había antes. Tampoco es mucho, igual un 15% menos, pero sí que se nota. Cuando damos el reparto, decimos: Huy, este mes qué flojillo vamos a andar”, cuenta José María García, vicesecretario de la Sociedad San Vicente de Paul.

Los usuarios, “el 40% de ellos familias unipersonales”, acogen de distinta forma la ausencia de algunos productos en sus bolsas. “Están los que son superagradecidos con lo que les puedas dar y aquellos para los que nunca es suficiente. Hay de todo”, dice, incluidas “varias familias que han acudido a por alimentos esta semana por primera vez”.

Familias ucranianas

Jasone Yurrebaso lleva nueve años como voluntaria de la parroquia San Felicísimo, adonde acuden a recoger alimentos 226 personas derivadas de los servicios sociales y 123 que no tienen padrón”. La cifra, dice, no solo no ha aumentado, sino que ha descendido en los últimos tiempos. “Hemos notado bajonazo. Antes teníamos unas colas impresionantes. Había días de 200 o 250 familias. Ahora tenemos unas 60 o 70 cada día. Es probable que por el precio del alquiler de los pisos la gente se haya marchado de Deusto o San Inazio. Además, antes todo el mundo venía aquí, pero al abrir dos centros potentes de reparto de alimentos en Rekalde y Santutxu nosotros nos hemos descongestionado mucho”, explica Yurrebaso, que destaca, como novedad, “que han pasado en torno a 98 familias ucranianas”. Y otra curiosidad, tienen muchos menos bebés. “Antes andábamos agobiados con la leche infantil y los pañales, pero ahora prácticamente no tenemos niños chiquitines”. Será que ya no vienen con un pan bajo el brazo.