Volar drones se está convirtiendo ya en una actividad de lo más común en los cielos de Bizkaia. Instituciones, cuerpos de seguridad y empresas particulares son los agentes que más están operando con estas pequeñas máquinas voladoras, denominadas UAS o RPA en el argot, cada vez más valoradas por su versatilidad.

Los datos aportados a DEIA por Enaire, el gestor de navegación aérea en el Estado que controla más de dos millones de kilómetros cuadrados de espacio aéreo, incluido los que se elevan por encima de nuestro territorio, indican que se ha disparado el uso de estos artefactos cuyo tamaño, potencia y operatividad les otorgan muchas posibilidades para infinidad de actividades.

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Las cifras son espectaculares y anuncian que el vuelo de drones es una actividad a tener muy en cuenta. El pasado año, Enaire gestionó un total de 245 operaciones UAS, es decir, aquellas durante las cuales un dron es dirigido a distancia sin intervención de piloto en la gestión del vuelo. Una cifra que significa más de un 175% de incremento con respecto al año anterior en el que no se llegó al centenar de vuelos, en concreto, 93. Si comparamos el dato de 2021 con los ejercicios anteriores el aumento del manejo de drones se eleva a alturas estratosféricas ya que en 2018 solo se gestionaron 12 vuelos y en 2019 incluso uno menos, 11. Con respecto al total de operaciones autorizadas en todo el Estado, Bizkaia registró con sus 245 permisos, un 4% de las 6.101 viajes que protagonizaron los UAS el pasado año. 5.546 de estos permisos se emitieron para volar en espacio aéreo controlado, un 370% más que durante en 2020 y muy lejos de las 536 de 2019.

Pero es que la escalada de la presencia de estos artefactos sigue in crescendotambién este año. De hecho, según las estadísticas facilitada por Enaire, hasta el pasado 27 de abril, ya se han autorizado 116 operaciones, es decir, casi la mitad de todas las del ejercicio pasado. Y eso que el clima de invierno no es el más favorable para lanzar al aire estas máquinas.

Desde el gestor estatal especifican cómo principalmente son las empresas privadas y firmas especializadas que trabajan para instituciones públicas la que copan el uso de aeronaves pilotadas por control remoto en el territorio. Las operaciones privadas profesionales suman el 94,85%, mientras que vuelos de organismos policiales alcanzan el 4,85%, fundamentalmente Ertzaintza, y también alguna Policía Local. El resto, un exiguo 0,30%, fueron permisos solicitados por necesidades de emergencias puntuales de bomberos, sistemas sanitarios y también policiales.

Las razones para solicitar un vuelo de dron son muy variadas. “Son nuevas herramientas que abaratan los costes de actividades realizadas tradicionalmente por helicópteros e incluso aviones”, especifican desde el gestor aeronáutico.

Para tomar imágenes

Destacan por su número las peticiones de tomar fotografías y filmar tanto eventos públicos como privados, así como series, películas, documentales o la inspección de infraestructuras. Por ejemplo, la Diputación y las empresas con las que trabaja utilizan a menudo los ingenios con aspas para controlar el posible movimiento de los taludes que se asoman a la red viaria. También, en una iniciativa pionera en 2016, se usaron drones para vigilar el impacto ambiental que podía generar el proceso de construcción de la variante de Ermua.

Desde Enaire se destaca que “los drones facilitan enormemente estas tareas, especialmente cuando se pretenden llevar a cabo en lugares de difícil acceso, zonas ciertamente extensas o remotas” destacando en este último caso, por ejemplo, la labor que Iberdrola efectúa con el tendido o arreglo de líneas eléctricas de alta tensión en zonas montañosas.

En cuanto a los cuerpos de seguridad, principalmente utilizan las pequeñlas máquinas voladoras a cabo labores de observación, patrullaje y vigilancia con los UAS, ya sea como parte de un dispositivo para un evento importante o en su trabajo diario. La Ertzaintza estrenó su primer vuelo de control de masas en julio de 2018 cuando desplegó una máquina para vigilar los movimientos que se generarán en el BBK Live celebrado en la zona de Kobetamendi en Bilbao.

Volar un dron no es nada fácil debido a las restricciones que existen en la actualidad para que sus recorridos no afecten a la seguridad de los aviones y helicópteros que operan en el espacio aéreo de Bizkaia. La principal es que su ascenso está limitado exclusivamente a 120 metros de altura (400 pies) como máximo, es decir, una vertical que llega hasta la planta 30 de las 41 que se alza la Torre Iberdrola. De todas formas, en algunas zonas puede limitarse más la elevación para garantizar la seguridad en las cercanías de instalaciones aéreas del territorio.

La línea roja la marca el perímetro del entorno de estas infraestructuras aeronáuticas, las denominadas zona de control o CTR y la de tránsito de aeródromo, ATZ. Son como burbujas alrededor de las pistas para proteger el tráfico de entrada y de salida de aviones y helicópteros. La zona de prohibición se concreta en ocho kilómetros de radio teniendo como centro las pistas que en Bizkaia hay que marcarlas en torno al aeropuerto de Loiu y los helipuertos del Hospital de Cruces, la torre Iberdrola, y el que utilizan las aeronaves de la Ertzaintza ubicado en Iurreta.

Ademas, del área circular en tornos a los pistas del aeropuerto también está prohibido el vuelo de estos aparatos pequeños en el pasillo de aproximación aérea de aviones que llega por el oeste hasta la localidad cántabra de Castro Urdiales y por el este supera los límites de Bizkaia alcanzando parte de Gipuzkoa.

La coincidencia en pocos kilómetros cuadrados de tres puntos neurálgicos aéreos, el aeropuerto y los helipuertos de Cruces e Iberdrola implica que en la capital vizcaina esté triplemente protegida contra el vuelo de drones, de ahí que su presencia sea nula en los cielos de la villa.

Libre de drones

Todo el resto de Bizkaia es territorio libre de drones. Desde Enaire especifican cómo “en espacio aéreo no controlado, fuera del entorno del aeropuerto de Bilbao, se pueden volar drones sin ningún impedimento o restricción”. Eso sí, apostillan cómo “esos vuelos pueden tener que coordinarse con otras autoridades por asuntos medioambientales o de seguridad física”.

Otros condicionantes es que no se pueden volar nunca de noche, tampoco en núcleos urbanos con drones de más 250 gramos y a más de 20 metros de altura, así como volar fuera del alcance visual aproximadamente unos 500 metros. Para este tipo de vuelos sería necesario un Notam, es decir, emitir un anuncio, un aviso oficial a otros pilotos de cualquier aeronave de que se va a volar un dron y en qué condiciones.

Y luego hay que tener en cuenta que para operar uno de estos aparatos de manera profesional hay que contar con un título para el que hay que estudiar un curso especializado. Es el certificado de piloto UAS, expedido por Agencia de Seguridad Aérea (AESA), al que hay que sumar el Estudio Aeronáutico del Riesgo Operacional (EARO), en el que se disponen las medidas que resulta necesario aplicar para que cualquier vuelo se realice en condiciones de completa seguridad. l

Es el espacio aéreo que comprende las áreas de 8 kilómetros próximas a aeropuertos, aeródromos y pistas de aterrizaje.

Es el techo para que vuelen los drones en cualquier tipo de circunstancia y condición.

Manejar los drones requiere conseguir un título que en función de las zonas donde se opere requerirá más clases teóricas y prácticas y más coste económico.

Estas máquinas en ningún caso podrán volar en las zonas restringidas y si lo hacen pueden ser severamente sancionados por la autoridad competente.