La pandemia ha obligado a muchos camareros a abandonar la profesión y buscarse la vida en otros trabajos que les garantizasen unos ingresos a final de mes. Es el caso de José Meizoso, ex camarero del restaurante Víctor de Bilbao, al que la pandemia le llevó a permanecer en ERTE un año entero. Tras comprobar que la situación no mejoraba debido a las restricciones en la hostelería, decidió dar un paso y cambiar su uniforme de barman por el buzo de pintor. "Es un trabajo diferente, pero estoy contento", confiesa.

Da camarero a pintor de brocha gorda

—Sí, lo es, pero cuando la necesidad aprieta uno se agarra a lo que puede para sacarse la vida.

Dicen que en Bizkaia hay escasez de camareros. ¿Qué opina?

—No es tanto por una falta de camareros sino más bien por las condiciones laborales que se ofrecen en estos momentos en los locales de hostelería.

La pandemia ha hecho mucho daño al sector.

—La pandemia del coronavirus ha machacado la vida a la hostelería y por lo tanto a los trabajadores y también a los empresarios, que han tenido que ingeniárselas para mantener los puestos de trabajo que tenían. Los empresarios no pueden mantener las plantillas en las mismas condiciones de antes de la pandemia. Sí es cierto que poco a poco han ido sacando a los empleados del ERTE, pero a día de hoy son muchos los que continúan trabajando a media jornada. En el Víctor, donde trabajaba yo, no pueden mantener a la plantilla con las restricciones que hay ahora mismo. Es imposible.

¿Le costó dar el paso?

—Cuando vi que las cuentas no me cuadraban la decisión la tomé rápido. Estuve un año entero en ERTE y al final solicité la baja voluntaria. El problema es que quieren profesionales, pero con contratos de media jornada.

¿Se arrepiente?

—No (rotundo).

¿Es camarero vocacional?

—He ido y he venido. Durante un tiempo combiné los estudios de Atención a personas dependientes con la hostelería. Quería seguir estudiando y hacía las dos cosas.

Pero le gusta ser camarero.

—Claro, me gusta el trato con el público, pero con 700 euros trabajando a media jornada no me daba para pagar el alquiler y vivir. Ahora mismo las condiciones laborales que se ofrecen son en la mayoría de los casos precarias porque el coronavirus sigue manteniendo en jaque al sector que vive en una eterna incertidumbre. Ante eso solo te queda aguantar, que los hay porque pueden, o buscarse la vida en otra cosa como ha sido mi caso.

¿Qué tal se maneja con la brocha?

—No se me da mal. (Ríe). Yo soy pintor también, Oficial de Primera. No tengo ningún problema porque siempre he sido un culo inquieto y me adapto muy bien.

¿Prefiere ser pintor que camarero?

—Son profesiones que nada tienen que ver, pero me gustan las dos y en las dos pongo interés por hacer bien las cosas. Además, el ser pintor también me permite seguir tratando con la gente.

¿Qué echa de menos de ser camarero?

—Ese vacile, el cachondeo que te ofrece estar detrás de la barra no lo tienes pintando paredes en las casas. Eso es lo que echo de menos, pero no te queda más remedio que adaptarte si no te quieres morir de hambre.

Cualquiera no vale para estar detrás de una barra.

—No, porque detrás de una barra hay que aguantar mucho y se sufre. Es una profesión en la que siempre metes más horas y sacrificada. Te encuentras con gente muy maja, pero también con quien no lo es.

¿Qué opina de la obligatoriedad de presentar el pasaporte covid?

—Que los camareros no son policías y que no entiendo a la gente que se mosquea cuando se lo piden en los bares porque ellos no lo hacen por gusto, sino por obligación.

¿Volverá a vestirse de camarero?

—No descarto nada y menos tal y como están los tiempos.