El primer lunes de marzo ha amanecido soleado y después de semanas sin poder hacerlo, los usuarios de la residencia Olimpia, en el centro de Bilbao, han salido a pasear por la ciudad. Lo han hecho acompañados de familiares y personal del centro porque, por primera vez en mucho tiempo, el coronavirus les ha dado una pequeña tregua.

Desde este lunes mismo pueden reencontrarse con sus familiares y allegados, algo que no ocurría desde el pasado verano. Lo harán sin descuidar las medidas de protección y siempre que hayan transcurrido siete días desde la administración de la segunda dosis.

Aketza disfruta de ver a su ama en la plaza Arriquibar. Herminia, a sus 93 años, reconoce que nunca había vivido esa ausencia de libertad, y Gloria y Pepe celebran el paseo al sol.

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Los mayores de las residencias de Bizkaia recuperan las calles

Muchos de los residentes han pasado el coronavirus y todos han tenido que permanecer confinados para protegerse del virus sin ver a sus seres queridos de manera presencial. Pero poco a poco parece que la normalidad comienza a florecer entre las paredes de esta residencia bilbaina.

Esta mañana sus residentes han vuelto a respirar aire puro con una mayor tranquilidad porque han salido a la calle vacunados contra el coronavirus. Todos aseguran que este tiempo transcurrido lo han vivido como un mal sueño del que ya han despertado.

No había más que ver los preparativos en la residencia Olimpia para contagiarse de la alegría de familiares y residentes. Aketza estaba satisfecho de poder salir a dar un paseo con su madre. Regi con solo 57 años padece esclerosis múltiple. Hasta el mes de agosto estuvo atendida en casa pero cuando los cuidados tenían que ser mayores ingresó en Olimpia, un mal momento porque las restricciones se complicaron después del verano y con ello el encuentro con los familiares. Lo que más le cuesta digerir a Aketza es que “la gente se salta las normas y hace fiestas ilegales que a nosotros nos llevan después a estar confinados en los municipios y eso repercute en las relaciones con nuestros familiares”.

Herminia, a sus 93 años, se ha sentido “como cuando estaba en el cole y no podía faltar a clase”. Nadie adivinaría por su aspecto y cordura mental su edad. Ingresó en la residencia porque tuvo una rotura del fémur pero “hasta el covid entraba y salía cuando quería y de hecho me solía ir a mi casa a Portugalete e invitaba a comer a mis nietos. Recogía y luego me volvía a la residencia”.

CONFINADOS

Confinados “Han sido meses duros pero todo el mundo respondió muy bien. Tanto los usuarios como el personal”, dice Iratxe Landeta, directora de este centro. “La primera oleada nos golpeó muy fuerte. Hay que tener en cuenta que es una residencia urbana muy visitada, del orden de 100 o 130 visitas al día”, informa. Por eso, también fueron mayores los contagios. Después, en la segunda ola hubo menos y en la tercera ninguno. Ella misma junto a la enfermera jefa, Izaskun Olivares, estuvieron confinadas dos meses sin ir donde sus familias para evitar contagios.

Muchos de los residentes han pasado el coronavirus y todos han tenido que permanecer confinados para protegerse del virus, sin ver a sus seres queridos de manera presencial. De hecho, en los momentos más duros la directora de la Residencia optó porque los residentes no salieran de sus habitaciones durante 50 días. Pero poco a poco parece que la normalidad comienza a florecer entre las paredes de esta residencia bilbaina.

Gloria de 80 años visita a su marido Pepe de 83 siempre que puede. De hecho eligió esta residencia, entre otras cosas, porque está muy cerca de su casa. “Cuando se nos prohibieron las visitas fue horrible pero también me di cuenta de que era lo único que se podía hacer si queríamos salir de esto”, confiesa Gloria. Pepe fue diagnosticado de alzheimer y aunque su mirada se pierde en el cielo azul de días como el de ayer, Gloria está convencida de que se da cuenta de muchas cosas, “anímicamente es muy importante que venga”. De hecho, Pepe, un amante de la música y cantarín de bilbainadas como el que más, según dice Gloria, cantaba mucho antes del coronavirus. Pepe ha pasado el coronavirus pero era asintomática así que lo superó bien.

También Pilar de 82 fue cantante de ópera. “Ella es feliz con muy poco” dice Naiara Rodríguez, auxiliar de la residencia que pasea del brazo hasta la plaza Arriquibar. Del otro se cuelga Juana de 83 años, “es muy cariñosa”. Juana ha podido ver menos a su familia desde que se endurecieron las medidas para cercar el covid y proteger a los mayores así que ahora está contenta porque a partir de ayer lunes recuperará los encuentros con sus familiares.

Juan Francisco Román tiene 91 años aunque la sicóloga le haya dicho que su actitud es la de una persona de 40. Llegó a dar positivo de covid hasta en dos ocasiones y asegura que sabe cómo se contagió. “Me llevaron a otra residencia durante tres meses y allí me contagié jugando a cartas con una baraja de una señora que estaba usada”. Ahora está vacunado y eso le da cierta tranquilidad aunque prefiere no salir mucho. “Aunque es cierto que tengo la vitalidad de 40, el físico es de 91 así que no quiero correr muchos riesgos, por lo menos hasta que pase todo esto”. Le guía la silla de ruedas Pablo Bilbao de 76 años. “Yo no tengo problemas para ir de un lado a otro”, asegura.

Tras el anuncio de la flexibilización de las medidas en las residencias los residentes no solo de Olimpia sino de todos estos centros esperaban con impaciencia recuperar la normalidad que para ellos más que para cualquier otra parte de la población se traduce en libertad para salir y cariño de las visitas que podrán recibir.