I el coronavirus cree que se puede interponer entre Joana Calero y su alumnado, lo lleva claro. Y para muestra, el confinamiento, durante el cual les impartió clases on line contra viento y pandemia. "Cómo les iba a fallar yo si ellos estaban ahí todos los días como un clavo, sábados y domingos también, incluso en Semana Santa. No podían salir y se aburrían. He jugado con ellos a mil cosas", relata esta profesora de Sexto de Primaria del colegio José Etxegarai, de Basauri, que ahora también se conecta con los chavales cuando no pueden ir al aula para que nadie se quede atrás.

Las horas que invirtió Joana, más allá de su jornada laboral, fueron incontables. "Todas las habidas y por haber. A veces les mandaba a los críos lo que íbamos a hacer al día siguiente a las 4.00 de la mañana y a las 8.00 me levantaba para prepararlo todo y darles clase", recuerda a título informativo, sin ninguna intención de colgarse una medalla.

La implicación de esta docente con su grupo era tal que todos disponían de su número de teléfono y cuando estaban en apuros la llamaban. "He llegado a dar clase desde el súper, a las 10.00 de la noche o de camino a casa de mi ama. Estaba constantemente conectada. De hecho, he estado jugando con mi hija en el parque y con el móvil en la mano explicando matemáticas o escuchando a un crío que estaba agobiado", detalla. Con semejante dedicación no es de extrañar que las notas, pese al encierro, subieran "espectacularmente".

Los chavales, no hay duda, encantados. Pero, ¿y su hija? "Está muy orgullosa. Ama es andereño y sabe de todo, Ama es andereño y sabe de todopero ha habido veces que igual estábamos viendo una película con las palomitas y sonaba el teléfono. Jo, ama, ¿otra vez? No cojas, me decía. Pero si te llama un crío un sábado es porque lo está pasando mal por algún motivo", justifica.

Esta disponibilidad "las 24 horas" lo mismo para impartir asignaturas que para hacer yoga u ofrecer apoyo emocional la consideraba, en un contexto tan atípico como el de la pandemia, como parte de su labor como educadora. "Yo no podía dejar abandonados a mis alumnos ni dejar en manos de los padres algo que era mi trabajo", explica. "En esa situación les transmitía mucha seguridad a ellos y a sus familias, que no tenían que ejercer de profesores y podían ir a trabajar sin ese agobio de con quién dejo al niño, no sé euskera o no sé cómo explicarle", relata.

Joana Calero, la profesora

"Influimos en la vida de veinte personas"

El dominio que esta docente tiene de los dispositivos y los programas informáticos no es casual. Especialista en TIC aplicadas al ámbito educativo, en permanente formación y con la tableta y el smartphone siempre a cuestas, Joana pone sus conocimientos al servicio del alumnado. "Los formo digitalmente para el instituto y para su vida diaria, jamás para una pandemia, pero llegó y estaban superpreparados", asegura. Y eso que cuando les empezó a introducir en este mundillo, a principios del curso pasado, todo era desconcierto. "Los padres se agobian muchísimo porque están acostumbrados a llevar el libro a casa, aprendérselo de memoria, vomitar en un examen y las notas, al principio, se suelen resentir, pero luego adquieren competencias lingüísticas, digitales, autonomía...". El kit de supervivencia perfecto para hacer frente a una tercera evaluación encerrados entre cuatro paredes.

Joana no resta mérito al profesorado que, por distintos motivos, tuvo que recurrir durante el pasado estado de alarma a métodos más rudimentarios. "Era foto de los ejercicios, enviar, el alumno imprimir, hacer a mano, mandar al profesor, que corrige y vuelve a enviar. Eso es mucho curro, pero no es educación digital".

Lo que en pleno estallido de la pandemia tuvo un pase ya no se entiende tanto. "Cierto profesorado, en colegios públicos, privados y concertados, va a hacer exactamente lo mismo ahora, pasando a los padres una responsabilidad que no es suya", lamenta esta docente, que considera que "desde septiembre se tendría que haber estado formando al profesorado en nuevas tecnologías para que no pase lo de la primera ola: foto de ejercicios y gmail Para que adquieran "una mínima competencia digital", apunta, no bastan un par de sesiones y un cuaderno. Hay que pasar a la acción. "Algunos han recibido muchas veces formación en nuevas tecnologías y no saben casi ni encender un ordenador porque tienen miedos, no las usan y lo achacan a que ya tienen una edad, a que se les da mal... Hay que animarles a utilizarlas y acompañarles: Si tienes dudas, pregunta", les insta. Para darles un empujoncito más les recuerda que tienen "un poder impresionante". "Influimos para bien o para mal en la vida de veinte personas. Lo que hacemos tiene sus consecuencias en las competencias intrapersonales del alumnado, en las inteligencias que pueda adquirir o las habilidades que pueda desarrollar".

Ian y Gorane, los alumnos

"Has estado ahí en lo bueno y en lo malo"

"Para mí tú eres más que una profesora. Has estado ahí con nosotros en lo bueno y en lo malo. A veces pienso que te quiero más a ti que a algunos miembros de mi familia". Joana lee un extracto de la carta que le entregó una de sus alumnas el primer día de curso y queda claro que el cariño que ella siente por sus niñas y niños es recíproco. Sobre todo, porque la autora lo deja claro. "En el primer momento que te vi supe que estarías conmigo y me apoyarías en todo. Y no soy la única. Mis amigos también piensan lo mismo de ti". Ella, sin embargo, se resta importancia. "Lo que hago o lo que he hecho durante el confinamiento debería ser lo común entre el profesorado. Simplemente me preocupo por ellas y ellos y estoy a su disposición para que no se queden atrás, máxime en un momento como este, en el que es imprescindible mantener la estabilidad y rutina académica, así como atender a su inteligencia emocional".

Ian, que ha faltado algunos días a clase por un catarro y ha contado con el apoyo de su profesora al otro lado de la pantalla, también valora el esfuerzo que realizó durante el confinamiento. "Gracias a sus clases on line mientras estábamos en una situación tan difícil como la que hemos vivido", explica. Gorane, que ha estado una semana confinada por contacto con un positivo en coronavirus, no se ha perdido ni un ápice de materia porque su profesora se ha encargado de impartírsela personalmente desde su casa una vez terminaba su jornada en el colegio. "Joana es graciosa y muy maja. Me encanta su forma de enseñar porque hace que lo que estudiemos sea divertido con juegos de Kahoot!, Quizizz, Jeopardy... Y lo más importante, nos ayuda todo lo que puede y nos prepara para el instituto. Eso me gusta de ella", explica resuelta, mientras Joana se muestra orgullosa del esfuerzo que realizó su grupo durante el confinamiento. "Yo no podría haber hecho lo que hice si ellos no hubieran respondido. Lo logramos entre todos. Compartimos cumpleaños, tristezas de pérdidas, alegrías... Compartimos como lo que somos, una pequeña familia".

Mari José y Larraitz, las madres

"Otros solo se conectan para decir: Zelan?"

"Me has salvado el confinamiento". "Sin ti tendría que haber cogido vacaciones". "Me iba a trabajar tranquila porque sabía que mi hija estaba contigo". Para algunas familias Joana fue y es su tabla de salvación. "Le estoy muy agradecida porque no habría podido compaginar mi trabajo con dar clase a mi hijo. Temarios que no conoces, en euskera y sin poder meter a una profesora en casa porque con el covid te daba miedo. Hemos tenido mucha suerte", reconoce Mari José Núñez, madre de Ian, a quien Joana le examinó de matemáticas on line "tras explicarle la teoría para reforzarle un poco porque llevaba tres días sin ir a clase".

También Larraitz, madre de Gorane, agradece "lo muchísimo que se ha implicado" Joana. "Otros padres me dicen que qué suerte tengo porque hay profesores que solo mandan fichas y una vez a la semana se conectan para decir: Zelan?, pero no explican. A Joana le importan los niños, que cada uno avance lo máximo que pueda", destaca. Ella responde a los halagos con humildad, diciendo que solo hace su trabajo. "Hago lo que me gustaría que hicieran con mi hija". Si esto no es una vocación a prueba de pandemias que venga una viróloga y lo vea.