La pandemia ha destruido prácticamente el sector del turismo. En la costa vizcaina no hay ni rastro de los turistas extranjeros, que a estas alturas del año ya deberían estar disfrutando de la gastronomía, el sol y el surf. Santiago Zabala es el propietario de varios bares en la playa de Sopela, entre ellos el Sunset, y confirma que este año la temporada estival es muy diferente: "No hay extranjeros, han desaparecido. Aquí al lado hay un camping y está vacío. Para este punto de la temporada esto tendría que estar siempre lleno de surfistas, de extranjeros. Tendría que estar lleno, porque en verano trabajamos mucho más con la gente de fuera". Por contra, las mesas de su negocio son ocupadas estas semanas por una clientela menos exótica: "Se nota que hay más turista de cerca de aquí, porque no se puede salir fuera". Uno de los factores que empuja a la clientela a sus locales es que se han suspendido las fiestas patronales: "Lo único positivo para nosotros de esta pandemia es que no hay fiestas en los pueblos y, si antes había gente de 1.00 a 2.00 horas tomado gin-tonics, ahora que no hay txosnas aguantan un poco más. Si ahora deciden cerrar a la 1.30 de la madrugada, estaremos otra vez en las mismas".Ainara Loza es la encargada del restaurante Milagros, en Barrika. Ella explica que el covid-19 influye "bastante" en su actividad: "Mantener la distancia te reduce el número de mesas y hemos tenido que utilizar el jardín, que antes no usábamos. Hemos contratado más personal para atender el jardín. Ingresas más o menos lo mismo, pero realmente tienes que contratar más gente. Pero lo cierto es que la gente está muy contenta comiendo fuera y nosotros también".

Muy cerca de ahí, en el Golfo Norte, Jon Ander Berasategi recuerda que a finales de junio la clientela era mucho más reducida que ahora: "Aquí es muy popular la fiesta de San Juan, que la tuvimos que suspender, pero ahora en las últimas semanas sí se nota algo más de gente extranjera, pero se ha reducido la afluencia muchísimo respecto a otros años". Lo que más salta a la vista ahora es el uso de las mascarillas, una práctica sobre la cual también han tenido que realizar una labor didáctica con los visitantes: "La gente está bastante concienciada, sobre todo desde la última obligación de la mascarilla. Si no está en su mesa, entra al baño con la mascarilla, nos encargamos de recordárselo. Los primeros días facilitamos mascarillas a quienes no tenían o se les había olvidado. Se nota que la gente ya la lleva más a mano que al principio. Es un esfuerzo que tenemos que hacer todos para no volver a lo que hemos pasado".

Aunque el encargado del Golfo Norte asegura que están salvando la campaña, no quiere ni oír hablar de un posible segundo confinamiento: "Como negocio, un nuevo confinamiento sería un duro golpe. No del todo, pero nos estamos levantando de un buen golpe. Un segundo golpe no sé si sería mortal o no, pero estaría cerca de ello".

Oier Ortiz, encargado de El Peñón, también confirma que los augurios eran peores de lo que finalmente esta siendo en este atípico verano, pero también resalta cómo ha cambiado la procedencia de los clientes: "Nosotros pensábamos que iba a ser bastante peor de lo que está siendo, pero sí que es verdad que estamos notando que viene gente diferente. Normalmente, a partir de Semana Santa, se nota que viene mucha gente del extranjero. Este año se nota que hay mucho menos turismo foráneo, pero por otra parte hay mucho más turismo nacional, con gente de Madrid, muchísima gente de Castilla, de todas partes€ En ese sentido estamos bastante contentos".

"Para nosotros un nuevo confinamiento supondría una ruina absoluta", advierte, "hemos estado tres meses y medio cerrados y con la plantilla tan grande que tenemos, un nuevo cierre sería una rotura".