Primer municipio vizcaino en cerrar colegios -desde el 12 de marzo-, bares y en suspender actos multitudinarios, como la Pasión Viviente, Balmaseda es la localidad más afectada por el coronavirus en Enkarterri, con 117 casos confirmados ayer por Osakidetza. El fallecimiento de ocho personas usuarias de Las Laceras entristece profundamente en la villa, que sin la pandemia estaría preparando un mercado medieval también anulado. “Tan pronto como supimos de la gravedad de la situación en la residencia nos pusimos en contacto con la Diputación para ofrecer cualquier tipo de ayuda”, asegura el alcalde, Aitor Larrinaga.

¿Cabe atribuir a las circunstancias en Las Laceras el número de positivos en relación a otras localidades de la comarca?

—Está claro que es así. El virus está teniendo más incidencia en los centros de mayores y en el personal sanitario. Es un hecho que todas las poblaciones que tienen algún centro de mayores cuentan con mayor índice de contagios.

¿Cómo se vive a nivel vecinal la situación de los mayores?

—Evidentemente con preocupación. Balmaseda está muy cohesionada, las relaciones intergeneracionales son muy importantes. En nuestro círculo cercano tenemos muchas relaciones con gente mayor aparte de la familia, y eso hace que nos cuidemos mutuamente. Por eso, la vulnerabilidad en la que se encuentran nuestros mayores nos está afectando a todos.

¿Qué prioridades se establecieron en las medidas previas al estado de alarma?

—La única siempre ha sido la salud. Con un caso confirmado, la evolución de la pandemia en otros países hacía previsible que habría que tomar medidas importantes. Comenzamos una ronda diaria de contactos con los supermercados interesándonos por su situación y si tenían algún protocolo para ofrecernos en lo que fuera menester, hablamos con los pequeños comerciantes para ofrecerles medios al ofertar pedidos a domicilio, se ha impulsado el tupper solidario, el Banco de Alimentos ha requerido una identificación y gestión de prioridades... Tanto el comercio como la hostelería nos ayudaron. Para cuando entró en vigor el decreto del estado de alarma, Balmaseda ya había cerrado todo. Eso mandó un mensaje potente a la ciudadanía.

¿Cómo repercutirá en la economía de Balmaseda un 2020 sin Vía Crucis ni feria medieval?

—Una parte importante de los ingresos de la hostelería local dependen de los grandes eventos, y eso ya se ha perdido, con el turismo sucede otro tanto. Los indicadores económicos de Balmaseda y de Enkarterri en general ya estaban por debajo de la media de Bizkaia. La previsible crisis que viene va a acrecentar esa diferencia. A su debido momento, veremos cómo abordar esa problemática a nivel institucional.

¿Puede la epidemia marcar un punto de inflexión para los actos masivos?

—No lo creo. En los momentos de crisis cuando surge el miedo, siempre aparecen soluciones autoritarias, que tienden a limitar o a cuestionar derechos fundamentales como el de reunión o el derecho a la intimidad. La solución pasa por dotar de medios a la sanidad y a la investigación científica para que se busquen vacunas y tratamientos efectivos como se hace con otras enfermedades. El próximo año volveremos a celebrar el Via Crucis y el mercado medieval.

¿Contemplan cambios en el presupuesto para atender las consecuencias económicas del covid-19 en la población?

—Sí, nos vamos a volcar en ayudar a los más afectados. Dejaremos aparcados todos los proyectos que no sean esenciales y dedicaremos ese dinero para habilitar medidas de reactivación del tejido económico.

No ha transcurrido ni un año de las elecciones municipales, ¿cómo se lleva esta montaña rusa en lo personal?

—Esta crisis inédita cambiará la legislatura. En lo personal también habrá un antes y un después. Pero soy una persona optimista y positiva y creo que de esta experiencia se pueden aprender muchas cosas.

“Parte de los ingresos de hostelería y turismo locales penden de grandes eventos y eso ya se ha perdido”

“Aparcaremos todos los proyectos no esenciales y dedicaremos ese dinero a la reactivación económica”