A historia real de Manuela de Allende, luchadora por la igualdad en Gordexola en el siglo XVIII o un inspector en el Logroño de posguerra ayudan a transportar la mente lejos del coronavirus. Las autoras de estas dos obras, Inma Roiz y Verónica García-Peña respectivamente, abren una ventana a la cuarentena desde sus hogares para desvelar algunos de sus imprescindibles de lectura y la rutina a la que han tenido que amoldarse con la entrada en vigor del estado de alarma.
La periodista, socióloga y escritora zallarra dos veces finalista del premio Planeta -con El ladrón de sueños en 2015 y La isla de las musas en 2017 reside en Gijón. Privada de planes como pasear por la playa de la ciudad asturiana, “estoy leyendo algunas novelas que me quedaban pendientes y otras nuevas”. Por un lado, “voy a terminar Qué fue de los Mulvaney de Joyce Carol Oates”, que describe como “fantástica, brillante”. “Todo lo de esta autora lo es”, así que recomienda “sin duda cualquiera de sus libros”. Al mismo tiempo acaba de empezar La chica de la nieve de Javier Castillo”, cuyas anteriores novelas “me encantaron”. Se trata de “un buen thriller dinámico y ágil repleto de giros” que reserva para las noches porque “me gusta irme a la cama con novelas de misterio que ayudan a desconectar de la realidad y te liberan”. Las malditas de Stacey Halls, Un asunto del diablo de Paolo Maurensig, El lado norte del corazón de Dolores Redondo, o Casas y tumbas de Bernardo Atxaga son otras de sus opciones para las horas a veces interminables en confinamiento. De entre sus obras destaca En los cajones de mi casa, una antología de relatos y microrrelatos “idónea tanto para avezados lectores como para aquellos que se animen estos días a empezar a disfrutar de la magia de la lectura”. Podrán encontrar “textos breves sobre el amor, el miedo, la infancia… Y también escritos que darán qué pensar...”, reflexiona.
“Paciencia” al teletrabajar
Acostumbrada a enclaustrarse “en partes críticas de la escritura”, sin embargo a Verónica García-Peña este encierro le está resultando “raro”. Lo achaca “a la sobreinformación a la que estamos sometidos, sobre todo si caemos en la tentación de pasar demasiado tiempo en las redes sociales, y a la sensación de falta de control”. Siendo conscientes del contexto, “no hay que dejarse arrastrar ni al pesimismo absoluto de algunos ni al total infantilismo de otros”. A las personas que estas semanas “se tienen que enfrentar por primera vez al teletrabajo, les aconsejo disciplina y paciencia”.
La vida cotidiana de la escritora y antropóloga Inma Roiz “se sale un poco de la del resto, porque estoy preparando una plantación de tomate”, explica a la espera de recibir “4.000 plantas que pongo cada verano y voy preparándolo todo y después cuidándolas”. Y cuando no está en el invernadero “pues en casa como todos, leyendo, siempre que puedo en el balcón, y escribiendo a ratos”. Desde su casa en Okondo “se divisa el horizonte, los espacios son más amplios y la sensación de encierro disminuye”.
Un marco ideal para “dedicarnos a esos libros que tenemos pendientes, o releer aquellos que nos gustaron, como Olvidado rey Gudú, de Ana María Matute; me parece que un poco de fantasía vendrá bien para vivir lo que nos toca”, reflexiona. Pero “también están por ahí los clásicos, y por supuesto los autores vascos, para ir conociéndonos y descubriendo nuestras nuevas formas de contar”. Y cómo no, sus propios libros Manuela, ambientado en Gordexola, Oro verde, sobre los jóvenes que emigraron a Euskadi para trabajar cortando madera en los años cuarenta y cincuenta y El viaje de Aixa hasta que ellas y otros escritores relacionados con Enkarterri puedan retomar sus encuentros con lectores en la comarca y quizás, incluir el coronavirus como una desean que breve pesadilla en las tramas de sus obras.