UPONGO que lo del día de la marmota ya está dicho, ¿no? Ese es el sentimiento dominante por las mañanas: saber que la maquinaria se pone en marcha para afrontar un día igual al anterior y al anterior y al anterior€ Ante ese vértigo mi mujer y yo hicimos ayer lo que veníamos prometiendo en jornadas anteriores y que nunca cumplíamos: diseñar un horario.

El invento prometía. Estaba contemplado incluso que cada uno dispusiese de tres horas sin niños para desconectar y evadirnos haciendo lo que quisiésemos. Un par de juegos y actividades por la mañana, una discoteca después de comer, fútbol, cine y a dormir. Era un plan maravilloso, hasta que la realidad nos aplastó.

Hacer una docena de semilleros de pimientos con yogures nos ocupó media hora escasa. El puntito de emoción de la mañana nos lo puso Urtain, la gata más pequeña de las tres que tenemos, que nos trajo un ratón a la puerta de casa. Cada uno pasa la cuarentena como puede y la pobre nos trae sus trofeos como si fuesen ofrendas. Después de unos gritos totalmente sobredimensionados y unas cuantas escenas de asco, conseguí trasladar el cadáver al cubo de la basura.

La discoteca del mediodía fue sustituida, por votación popular, por una partida de parchís. La verdad es que el cambio del planning fue un acierto, porque la partida fue muy emocionante y esta vez sí que la gané yo tras una remontada épica que no me extrañaría que entrase en los libros de historia de los juegos de mesa.

Lo mejor de la jornada, con mucho, fue la siestaza de dos horas que se echó Lur. Vino genial para que el resto de la familia pudiésemos coger aire y bajar revoluciones. Por otro lado, dormir con tus hijos es una de las mejores sensaciones que uno puede tener. En el caso de Lur es como dormir con un osito amoroso. El único problema es su fijación por las orejas. En cuanto te tumbas a su lado, aunque esté dormido, te echa las manos a las orejas y las estruja como si fuesen de plastilina. Dormir, duermes bien, pero te despiertas con las orejas rojas como un tomate. Nada más despertarse la fiera hubo que jugar al fútbol sí o sí. Soltó un discurso ininteligible sobre camisetas de Athletic y Real y toda la familia salimos detrás suyo para jugar. Por cierto, Malen se está destapando como una gran portera. Creo que para cuando termine la cuarentena ya tendré forjadas dos perlas para Lezama.

La noticia de dos semanas más de encierro no fue muy dura de encajar. Esperamos ese tiempo y mucho más de encierro. Va a ser duro, pero estamos concienciados. En nuestra casa, como creo que en la mayoría, empieza a crecer el miedo por la economía. Lo del teletrabajo se asumía como una solución a corto plazo, como un regate eléctrico y rápido al coronavirus, pero si esto se prolonga un par de meses es inevitable preguntarse qué va a pasar con las empresas, con nuestras nóminas y con los puestos de trabajo. Y ahí acaba el discurso, porque no lo sabemos. De mientras solo puedo defender mi trono en el parchís.