Bilbao - La cría de garza llegó al Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de Gorliz el pasado mes de julio. Un particular la encontró, muy debilitada, en Muskiz y llamó a los guardas forestales para que se pudieran hacer cargo de ella. Durante dos meses, los técnicos la alimentaron y cuidaron con cariño, hasta que pudo recuperar la fuerza necesaria para volver a valerse por sí misma. Ayer, en el área de El Vivero-Artxanda, alzó el vuelo en un elegante planeo sobre Bilbao: tímida, escondida entre los helechos al principio; decidida a regresar al lugar que le corresponde en la naturaleza al final. Como ella, más de 6.300 animales pudieron seguir con vida, 5.000 de ellos en su propio hábitat, gracias al trabajo de las instalaciones forales en sus veinte años de historia, muchas de ellas aves como lechuzas o azores, pero también erizos, buitres, cormoranes, tortugas, cigüeñas, corzos, focas o delfines. “Es una de nuestras principales herramientas para conservar la biodiversidad, un lugar para el conocimiento, un espacio para la investigación y una fuente de información incomparable sobre la fauna silvestre de nuestro territorio”, reconoció ayer la diputada de Sostenibilidad y Medio Natural, Elena Unzueta.

Unzueta, junto a la directora de Medio Ambiente, María Presa; la de Agricultura, Maite Peñacoba, y el responsable del centro ubicado en Gorliz, José Miguel Escribano, se desplazó hasta El Vivero para participar en la suelta de 27 aves -14 lechuzas, 7 cárabos, una garza, 4 cernícalos y un azor- tratadas en sus instalaciones, habitual en su actividad. “La mayoría de cárabos son pollos que se caen del nido. La gente los encuentra y los lleva al centro; es mejor que los dejen, porque las madres se hacen cargo de ellos”, les explicaba Escribano.

El centro de recuperación de fauna se creó hace veinte años en la Granja Foral de Gorliz con un objetivo claro: conseguir que los animales silvestres heridos, enfermos o huérfanos que llegan hasta él recuperen todas las facultades necesarias para poder sobrevivir en la naturaleza. Anteriormente, se recogían en un primer momento en Garai y posteriormente en el Karpin. Se trata de ejemplares, crías y adultos, que no podrían sobrevivir por sí mismos y muy probablemente morirían de no ser rescatados. Solo se liberan cuando se encuentran en condiciones óptimas; si se considera que no se aclimatará a la vida en libertad, se cede a centros como el Aquarium de Donostia, Basondo o Karpin Abentura.

A lo largo de estos veinte años, el centro ha recogido a 9.366 animales vivos: la mayoría, aves, pero también mamíferos y reptiles. Entre los más atípicos, en las instalaciones se han tratados tortugas careta, propias del Caribe que llegan a la costa cantábrica empujadas por las corrientes del Atlántico o enganchadas a los palangres, o focas grises; la última se soltó hace un mes y, aunque apenas comía cuando llegó a bordo de un barco, logró sobreponerse y salir adelante.

Los traumatismos, entre las aves, y los atropellos, entre los mamíferos, son las causas más comunes por las que los animales ingresan en el centro. Los ejemplares salvajes se encuentran con frecuencia con carreteras en su hábitat y también hay vallas de púas en las que se enganchan o mamparas con las que se golpean. En algunas épocas del año, las casuísticas se disparan: con la llegada del invierno, hasta la costa llegan aves migratorias que necesitan cuidados y los temporales también se ceban con especies como las lechuzas, que no pueden cazar mientras llueve porque su plumaje no es impermeable.

En sus 880 metros cuadrados, el centro cuenta con una zona de hospitalización que incluye desde una sala de rayos X hasta quirófano, pasando por UCI y laboratorios clínicos. El centro está preparado para dar respuesta a animales de todo tipo, con piscinas de diferentes tamaños adaptadas tanto a galápagos o a cormoranes; áreas especiales de recuperación para animales de alto valor biológico como los gatos monteses; zonas de cuarentena para especies exóticas invasoras o voladeros para que las aves puedan fortalecer su musculatura. No solo eso; también hay espacios para cazar ya que, como durante el ingreso se alimentan a base de presas muertas, antes de ser liberadas tienen que recuperar su instinto cazador.

En el centro trabajan dos veterinarios, tres auxiliares y una persona de mantenimiento, a quienes la diputada foral agradeció su labor: “son personas con un gran conocimiento de nuestro entorno y un gran compromiso con su trabajo”.