LA belleza de su ascensión y la cercanía a Bilbao han convertido al Pagasarri en la cumbre más visitada de toda Bizkaia y, casi con seguridad, en el monte de referencia del senderismo vasco. No en vano, el enclave, situado en el corazón del llamado “anillo verde de Bilbao”, ofrece todo un recreo para la vista, un espectáculo para los sentidos que convierte a ese manto de encinas robles y hayas (leamos en la corteza de la etimología, “pagoa” o “paga” significa “haya” y “sarri” puede traducirse por “denso”, de donde se deduce una traducción equivalente a “denso manto de hayas”...) en el verde Señor de los anillos de la naturaleza en Bilbao, dicho sea con permiso de la fantasía de J. R. R. Tolkien.

La historia de este monte bebe en los más tradicionales manantiales. Abasteció de leña, frutos y caza a sus primeros moradores y los hallazgos arqueológicos en su cima indican que en la Edad de Bronce se inicia la actividad pastoril en la zona. Actividad que permanece en la actualidad y que ha dejado su impronta en el paisaje. Entre los siglos XVI-XVIII, el crecimiento de la siderurgia y la construcción de barcos generó una demanda de madera tal que desbordó las posibilidades de regeneración de los bosques, en toda Bizkaia. A esto hay que añadir los incendios que hubo que soportar el Pagasarri, junto a otros montes próximos a Bilbao, durante la Primera guerra Carlista. Fue entonces cuando se construyeron las célebres neveras.

Vista esta realidad de los tiempos, cuando los astilleros y fabricas demandaban ¡más madera! en el siglo XIX, el Pagasarri ofrecía un desolado paisaje: había perdido toda su riqueza forestal. No fue hasta mediados del propio siglo XIX cuando fue repoblado con la espacie de pino insigne o de Monterrey. Aquellas plantaciones forestales dejaron como consecuencia un paisaje monótono y sin apenas diversidad.

Solo tiempo después, en 1914, surgió la idea que apuntaba la necesidad del cuidado y conservación y repoblación del macizo del Pagasarri, que por aquel entonces apenas conservaba árbol alguno en sus laderas más próximas a Bilbao. La Fiesta del Árbol, se celebró a primeros de 1915, los árboles fueron donados por el Ayuntamiento, Diputación y algunos particulares de la época. Esta fiesta fue repetida al año siguiente repoblando parte de las antiguas neveras e inmediaciones de la Fuente del Tarín, cuyos orígenes se entroncan en la historia de Bilbao.

De paseo cuesta arriba cabe reseñar que las neveras del Pagasarri datan del siglo XVII, cuando la nieve se utilizaba para diversas necesidades, como la conservación de alimentos, elaboración y enfriamiento de bebidas. Pero también como primera necesidad de salud. Permitiendo rebajar la temperatura en procesos febriles en las epidemias del cólera, actuando como calmante en casos de congestiones cerebrales, meningitis, para detener hemorragias, como anti inflamatorio en traumatismos. En verano se usaba para la elaboración de limonadas, con vino o txakoli, agua y azúcar, cuyo consumo fue muy popular.

La ascensión al Pagasarri es una suerte de bautismo montañero de Bilbao durante generaciones. La cumbre es en realidad una cima secundaria del monte Ganeta, aunque popularmente se le llama Pagasarri a toda la montaña. Se trata de un pequeño lapiaz kárstico por el que se filtra el agua de lluvia y forma, en su vertiente Norte, el río y valle conocido como Bolintxu. Existen varias rutas aunque las más célebres, que parten de Zabalburu o de Rekalde, confluyen en las instalaciones de Iberdrola.

Un repecho y se alcanza la barrera que cierra el paso de vehículos hacia las laderas del Pagasarri. Por la izquierda una estrada asfaltada acerca al paseante a la ermita de San Roque, enmarcada por las peñas calizas de Uzkorta donde abunda un variado bosque autóctono de fresnos, robles, alisos, arces, castaños y encinas. Son el testimonio residual de la antigua riqueza forestal que cubría estas laderas. Cuenta la tradición popular que en el año 1575, una terrible epidemia de cólera azotaba Bilbao y la población, asustada, decidió erigir una ermita en el Pagasarri bajo la advocación de San Roke, patrono de los apestados. Se subió al santo en romería y según cuentan las crónicas, la epidemia remitió.

De regreso a la barrera, la subida por una ancha pista de grava desemboca en una curva de la que salen tres pistas: una, a la izquierda, llanea por el interior del bosque hasta el collado de Pastorekorta y de allí sube al Pagasarri por el cordal cimero; enfrente el camino antiguo - el más bello pero también el más exigente...-; y por último, a la derecha continua la ancha pista que asciende juntándose al camino de Arraiz.

A la izquierda, queda el refugio donde sentarse a descansar y tomar un refrigerio. El edificio original fue edificado por el Ayuntamiento de Bilbao en 1914 a petición del Club Deportivo. Durante muchos años fue regentado por Doña Francisca Intxausti, llamada popularmente Paca, por lo que mucha gente lo sigue llamando el bar de La Paca.

A unos 200 metros a la derecha aparecen las neveras y la fuente del Tarín inaugurada en 1914 por un grupo de montañeros que decidieron sufragar la fuente congregados junto al manantial de Udoi. Esta denominación fue debida a la voluntad de la comisión de cobrar sólo un Tarín (un real) a los suscriptores. En el año 2002 fue recuperado de manos privadas y, por suscripción popular organizada por Pagasarri Gurea , fue cedido a la Diputación de Bizkaia para su rehabilitación.

Regrese la memoria del caminante hasta la Central de Iberdrola y sus chalés. Siguiendo la ruta, a la izquierda se encuentran los caseríos de Beiti, Lopesolo y El Carbonero (txakoli). Desde el año 1916 hasta allí subían los militares a realizar prácticas de tiro, detrás del txakoli, en dianas colocadas en la falda del monte Arnotegui. Olió a pólvora hasta los años 70. Va cruzándose en camino con diversos caseríos e incluso con las casitas de los Zamoranos, donde antaño estuvo un viejo bar, el Rancho Grande. Verá también un cruce que lleva a Montefría, una mina de hierro que fue rellenada con los escombros de las excavaciones de las torres de Zabalburu. El paisaje cautiva al paseante, intercalando el esplendor de las campas y la agreste fisonomía del karst, hasta llevarle a la cima, donde dará con un buzón clásico,un balcón sobre Bilbao y el Abra.