Durango pudo ser capital de Bizkaia en detrimento de Bilbao en el siglo XIX. El hecho se habría podido materializar en el caso de que el carlismo hubiera ganado al liberalismo en las Guerras Carlistas. Así lo valoraba el corresponsal de la época en la línea del frente Saturnino Giménez Enrich en su libro Secretos é intimidades del Campo Carlista, publicado en Barcelona. “¿La erigirán en capital de Vizcaya, por castigo a las deslealtades y resistencias de Bilbao?”, cuestionaba a su lectorado en el volumen.

Conocido como Don Carlos, el infante Carlos María Isidro de Borbón hubiera logrado ser rey de España en el caso de hallar victoria tras las guerras carlistas. Él era hijo de Carlos IV de España y de María Luisa de Parma, así como hermano del monarca Fernando VII. Cuando este último derogó la ley sálica para que su recién nacida hija Isabel pudiera acceder al trono, el infante Don Carlos -sucesor hasta ese momento- se negó a aceptar la Pragmática Sanción que le apartó del trono para concedérselo a su sobrina. “Se negó a enfrentarse directamente a su hermano, aunque conspiró desde su destierro de Portugal, hasta que éste falleció en octubre de 1833. La sublevación del general Santos Ladrón en la Rioja y la proclamación como monarca de Carlos V en Bilbao y Vitoria dio inicio a la Primera Guerra Carlista”, valoran en el Museo Zumalakarregi.

Siempre según el discurso de Saturnino Giménez Enrich, el reclamante era un apasionado de Durango, villa del sureste vizcaino en la que afincó el cuartel de su corte que había ambulado por motivos de batalla entre Oñati, Lizarra, Tolosa, Azpeitia o Mugaire.

El nacido en Aranjuez, iba por el callejero de la medieval localidad vizcaina sin aparato alguno la mayoría de las veces, y a sus súbditos trataba con “singular llaneza”. “Sabido es que el exdiputado carlista señor Antuñano falleció en Durango: pocos días antes de morir, recibió, en la fonda en que se hospedaba y desde el lecho del dolor, la visita do su amantísimo rey. No adivinamos si algún día triunfa el carlismo, a qué categoría será elevada la ya histórica villa de Durango”, detallaba. E iba más allá en su relato: “¿La erigirán en capital de Vizcaya, por castigo las deslealtades y resistencias de Bilbao? Cuando menos, le sería otorgado un premio digno, por más que la gratitud no figure como el más especial distintivo de los príncipes. ¡Pero tantas cosas veríamos si ‘don Cárlos’ triunfase!”, subrayaba el historiador que vivió entre 1853 y 1933.

Especialistas consultados por este periódico también estiman que Durango podría haber sido capital de Bizkaia. “Si se hubiese ganado alguna guerra carlista, Durango seguramente hubiese sido capital de Bizkaia puesto que en Bilbao se concentraban la mayoría de los liberales”, aportan.

Durante las guerras carlistas, Durango fue corte. Tanto con Carlos V, como con Carlos VII. El primer pretendiente se hospedaba en el edificio Orue ubicado en el parque de Pinondo, inmueble anejo al de Echezuri. También en la del Señor Ampuero.

Carlos VII, sin embargo, moraba en la conocida como casa de Arguinzóniz, es decir, en Goienkalea, frente a la actual sede del bar Rugby en la villa vizcaina. Arguinzóniz fue un “fuerte propietario de la comarca, emigrado tiempo hacia por haber sido uno de los autores del convenio de Amorevieta. En este inmueble, según Giménez, también “obtuvo alojamiento Don Alfonso XII cuando paró en Durango”.

El libro publicado hace 142 años narraba algunas curiosidades más. Entre ellas, que aunque Carlos María Isidro de Borbón nació en la localidad madrileña de Aranjuez, los curas vascos se encargaron de revelar a los feligreses que, según los navarros, “Don Carlos había nacido en Elorrio”.

Pero no quedaba ahí la cosa, porque, según los vizcainos, “en Urkiola, en cuya célebre ermita recibió el agua bautismal el recién nacido, antes de partir a las tristes regiones del ostracismo. Por inverosímil que a los incrédulos liberalotes parezca la leyenda, más inverosímil es la fe con que navarros y vascongados la escuchan de labios de los curas y las imbuyen en el entendimiento de sus hijos”.

Sobre Durango, el corresponsal hacía la siguiente valoración. “A las estratégicas posiciones en medio de las cuales radica Durango, debe esta población antiquísima su importancia, y lo codiciada que ha sido siempre su posesión en todas las guerras”.

El corresponsal Giménez subrayaba en su volumen que muchos y reconocidos personajes carlistas establecieron en la villa a pies del monte Mugarra su residencia y “también algunos emigrados carlistas de Bilbao”. A su juicio Lizarra y Tolosa no reconocían con muy buen gusto la superioridad de Durango. “No tenía razón de ser rivalidad semejante porque cada una, por su lado, revestía importancia exclusiva”, enfatizaba.