CUANDO dicen que soy demasiado viejo para hacer una cosa, procuro hacerla enseguida”, afirmó el maestro Pablo Picasso. El arte no entiende de edad y sirve para tender puentes entre distintas generaciones. Buen ejemplo de ello son los quince residentes del centro IMQ Igurco Unbe de Erandio que ayer cogieron el autobús y se plantaron en la Facultad de Bellas Artes de la UPV/EHU para recibir una clase muy especial. Los profesores cedieron el testigo a los alumnos de la universidad y fueron estos quienes compartieron su aprendizaje con las personas mayores. 86 estudiantes participaron en un proyecto conjunto de encuentro intergeneracional y creación común que vienen desarrollando desde finales del año pasado. De este modo, los alumnos mostraron a las personas mayores modalidades tan distintas para la creación artística como son el barro, las gafas 3D de realidad virtual, tabletas gráficas para dibujo, diseño e impresión en vinilo y la risografía, entre otros.

“Nos están enseñando lo que no hemos aprendido en la juventud”, resumió María Jesús Urtiaga, de 80 años de edad, y que durante toda su vida ha luchado por sacar adelante un comercio en Trapagaran. Sin embargo, tras la jubilación, ha explorado su vena artística. “Pinto al óleo desde hace siete años, tengo la casa llena de cuadros”, explicó. Junto a ella, Obdulia Arévalo, de 98 años, trataba de seguir atentamente las explicaciones sobre el funcionamiento de un escáner 2D. “Yo era modista y tenía un taller. Estas cosas tecnológicas se me escapan”, indicó. “Para ganarme la vida cosía por encargo. Tenía un taller en casa, en la calle San Francisco”, recordó. “Había muchas chicas que venían a aprender y les enseñaba. Por aquel entonces había mucha necesidad. La gente me decía: Me haces el arreglo de esta falda y te lo pago cuando cobre”, resumió.

Quien se mostró como pez en el agua fue Pedro Magdaleno, que a sus 94 años comparte la misma inquietud artística que los jóvenes estudiantes. “Me encanta hacer maquetas de papel. Desde que entré en la residencia empecé con ello porque es una forma muy entretenida de pasar el tiempo. Hay días que me dan las 12.00 de la noche...”, explicó. Trabajador del campo desde los 13 hasta los 36 años, cuando se trasladó a la capital vizcaina consiguió un empleo en una fábrica de licores. Ahora disfruta buceando por la red en busca de planos de maquetas. “Meto en Google y ahí salen planos de catedrales, casas, animales, etc. Luego los imprimo y voy pegando las piezas. La que más me costó hacer fue la catedral de Colonia, tenía muchas cosas”, bromea. Por eso se quedó asombrado cuando la estudiante de Erasmus austriaca Milica Peuraca le enseñó a manejar una tableta gráfica para dibujo digital. “¿Sabes que ahora hay impresoras 3D que te imprimen las maquetas ya en relieve?”, le cuestionó. “He oído hablar de ellas, pero serán muy caras”, respondió Pedro.

Con más escepticismo ante la brecha digital se mostró Mari Carmen Mendoza. “Con 72 años aprender informática...”, afirmó. “Y eso que mi nieto es informático y me ha dicho que iba a aprender mucho, pero a mí lo que me gusta es hablar y guisar”, explicó mientras cogía por primera vez un puntero digital para dibujar. “¿Qué color te gusta? Se puede elegir el tono que prefieres, más claro o más oscuro”, prosiguió Milica.

Terapia Por su parte, las profesoras Ione Sagasti e Izaskun Álvarez, docentes del Departamento de Dibujo de la Facultad de Bellas Artes, junto con Nahia Zamanillo, terapeuta ocupacional de IMQ Igurco Unbe, explicaron que este proyecto “trata de poner en valor la necesidad del encuentro intergeneracional” y que “busca conectar relatos personales y recuperar vivencias para generar resonancias en una experiencia común”. “En la primera clase en la que participaron las personas mayores ya se vio una conexión especial, fue una clase mágica”, apuntó Sagasti, quien se mostró “sorprendida” con la buena mano para el arte de algunos de sus nuevos alumnos. Desde noviembre, el alumnado ha realizado visitas periódicas al centro sociosanitario. “Toman como centro de la actividad a las personas mayores de la residencia, los espacios que estos habitan, su biografía y sus recuerdos”, explicaron.

Por su parte, Zamanillo resaltó que “numerosos estudios han demostrado que la creatividad artística tiene propiedades terapéuticas, mejora la calidad de vida de quien la entrena, y es capaz de estimular cognitivamente a quien la práctica, bien sea a través de los recuerdos, estimulando la imaginación...”.