Un letrero bien visible nada más atravesar la puerta anuncia: No hay lotería de El Niño. El bar Ziortza, ubicado en Arangoiti, hace tiempo que despachó entre sus abonados los 150 décimos asignados del número 05685, el mismo que el 6 de enero del año pasado sonó en los cánticos de El Gordo de El Niño. Desde entonces, decenas de coches nuevos cruzan un barrio en el que las reformas de viviendas se han sucedido, al tratarse de un premio muy repartido entre los vecinos, que afirman no haber sido testigos de ninguna extravagancia. Hace tiempo que el barrio recobró el ritmo de la rutina, pero la ilusión que desprenden los rostros de sus vecinos es otra. Tanto es así, que la idea de que les volverá a tocar está más que extendida: “Todos los números entran en el bombo”, afirma Susana Mora, una agraciada.

Fue la administración número 19 de la céntrica calle Lehendakari Agirre, en Deusto, la responsable de vender íntegramente el primer premio de 500 décimos, cada uno de ellos premiado con 200.000 euros, del número 05685. Sin embargo, 133 de esos décimos fueron repartidos en el bar de Tomás Sarasola, más conocido como Tomi. Un año después de que la diosa Fortuna tocara su puerta, este hostelero sigue al pie del cañón. “Dije que iba a continuar trabajando”, afirma Tomi desde el otro lado de la barra, donde ha escuchado decenas de historias de aquellos que se llevaron el gran premio con la papeleta vendida por él mismo. A día de hoy continúa la especulación sobre cuántos décimos llevaba Tomi, que no ha tenido tiempo para caprichos como irse de vacaciones, aunque al menos está arreglando su casa.

Las hermanas Susana y Marian Mora recuerdan el día de perros que hizo el 6 de enero. A la lluvia le sumaron un aguacero de cava para festejar el boleto que llevaban a medias; unos 80.000 euros limpios para cada una. “He hecho lo que tenía pensando antes de que me tocara la lotería”, afirma Susana, quien relató a este periódico que su hijo Ander quería estudiar Arquitectura en Donostia. “Se ha podido quedar en una residencia, algo que quizá no me habría podido permitir si no me hubiera tocado El Niño. Ahora tengo la tranquilidad de que lo puedo pagar sin ningún esfuerzo”, explica. Además, pudo cambiar su coche, que ya tenía veinte años, y pegarse un viaje a Punta Cana junto a su hermana y unos amigos. ¿Y algo que no estaba previsto? “No tenía pensado comprar garaje, por ejemplo, pero a raíz de que tocó pensé que mucha gente compraría coche, y el aparcamiento en Arangoiti ya estaba complicado”, explica esta vecina que ha dejado un fondo para imprevistos.

En el caso de Marian, el premio ha ido directo a saldar parte de la hipoteca. “Y tenemos unos ahorros para hacer obra, cuando se pueda”, indica. De hecho, ambas hermanas coinciden en que lo más sensato es invertir el dinero con precaución. “Te gusta verlo ahí. No estábamos en una situación mala, mi marido y yo trabajamos, pero es verdad que la crisis la sufrimos y pasamos apuros”, expone Susana, que trabajaba en automoción cuando sufrió el azote de la recesión. “Para mí ha supuesto dormir tranquila. Vas a trabajar de otra manera, aunque sigas haciendo lo mismo”, expone, a su lado, Marian.

Que el premio estuvo muy repartido, porque casi nadie llevaba un décimo entero, lo ejemplifica Natalia. “Nosotros somos una cuadrilla que potea todos los viernes. Compramos dos décimos para siete personas. Cinco personas jugábamos 6 euros y dos llevaban 5. Limpios me quedaron 48.150 euros, libres de impuestos”, explica esta vecina de Arangoiti. El dinero le ha alcanzado para saldar alguna cuenta, tener un retén y acabar proyectos, “como el de la casa en el pueblo, iniciado hace ocho año”. Aún quedan deudas sin cerrar, como la hipoteca. Pero Natalia asegura que el premio ha servido para “vivir con alivio”, ya que “es un dinero que no lo has trabajado ni lo has ahorrado”.

La que sí se llevó un décimo entero fue Cristina Ballesteros, propietaria del bar La Zona. “Debía el bar casi entero aunque me había hipotecado hacía diez años. Ahora el bar es mío”, afirma esta hostelera, quien añade que, “ahora sí”, trabaja para ella misma. Cristina fue una de las pocas que abrió la tarde del día de Reyes para celebrar la dicha de los vecinos que pasaron meses contando anécdotas sobre el gran día. “Cada vez que llegue la Navidad nos acordaremos de ese día”, reconoce Susana.

Euforia por la lotería Estas vecinas de Arangoiti exponen que los gremios del barrio han percibido el chaparrón de millones. “Todo lo que es cambio de ventanas, de puertas, cocinas y baños... y coches, se ven muchos nuevos”, señalan. Incluso dicen que una conocida franquicia de panaderías se va a instalar en el barrio a raíz de la llegada de El Gordo. También lo han advertido en el incremento de los precios de los pisos. No es para menos. El número premiado se vendió íntegramente en Deusto y Arangoiti. De ahí la euforia con la que se celebró, principalmente en el barrio alto. “Si le toca a una persona, te lo guardas, no lo vas expandiendo, pero si es a todo el barrio... Se especula durante todo el año”, indica Susana.

Un año después, Natalia afirma que a nadie le ha cambiado la vida, pero que el barrio se ha activado. “Siempre piensas que les toca a los demás, cuando te das cuenta de que te puede tocar llegas a pensar que podría repetirse. Ahora todo el mundo está convencido de que nos va a volver tocar, incluso el mismo número. ¡Sería galáctico que volviera a ocurrir!”, exclama Natalia. Tras quitar “cañones”, Luis Miguel Frutos y su hija Itziar también esperan la de este año. Que se les diga que las probabilidades son ínfimas no elimina la sonrisa de su cara. De hecho, la lotería se ha vendido más que nunca. Cristina Ballesteros tuvo que bajar a Deusto hace unos días a comprar 2.000 euros en lotería para despachar en su bar.

“Lo más importante que seguimos recordando es el impacto de compartirlo con todo el mundo: al conocer las historias de la gente, te das cuenta que había muchas personas a las que les había tocado que llevaban mucho tiempo en paro”, revela Natalia, quien alude a los abrazos entre gente que apenas se conocía. La otra cara de la moneda la representan aquellos que no fueron bendecidos por la suerte. Cuentan las afortunadas, a modo anecdótico, que algunos estaban tan rabiosos de que les preguntaran si les había tocado la lotería por ser de Arangoiti que hicieron un grupo de WhatsApp con el nombre Soy de Arangoiti y no me ha tocado la lotería.