aMENIZAN todos aquellos actos y eventos en los que se les requiere y, desde hace 30 años ofrecen una formación completa y gratuita en materia musical. La Escuela Taller de Dulzainas de Lutxana cumple 30 años y lo hace en plena forma, con 44 dulzaineros y dulzaineras en su formación. Todo empezó en 1988, pero cuatro años antes, sin saberlo, Iñaki Kortazar, Txopo, empezó a andar ese camino en la comparsa Txomin Barullo y allí iniciaron la labor de recuperar la dulzaina metálica. “Había un chico, Iñaki Markiegi, que tenía el tema muy desarrollado con datos como la distancia entre agujeros, el tamaño, su forma, la manera de hacer la dulzaina... Pero tenía problemas a la hora de soldar”, explica Kortazar. Él no tenía ningún problema soldando, puesto que trabajaba en Euskalduna. “Comencé a soldar dulzainas y me entró el gusanillo, me costó aprender a tocar, pero lo hice”, reconoce Kortazar. Sin saberlo, ahí comenzaría una larga trayectoria en la que Iñaki, junto a otras personas de Lutxana, impulsó la Escuela Taller hace 30 años. “Queríamos dar una enseñanza integral, que permita aprender a hacer el instrumento y también aprender a tocarlo”, recuerda Iñaki.
Ellos pondrían el material y los conocimientos y los alumnos su tiempo, ganas y dedicación. “Aquí no hay profesores ni alumnos. Nos ayudamos los unos a los otros, quien sabe más, le enseña a quien sabe menos, pero todos somos compañeros, nada más”, puntualiza Iñaki. Fueron ocho personas las que impulsaron los primeros pasos del proyecto. El propósito de la Escuela Taller era que no se perdiese la dulzaina metálica en Barakaldo, una tierra en la que, tradicionalmente, ha habido muchos y muy buenos dulzaineros. “Desde los años 30 y hasta los 70 se tocó mucho la dulzaina en Barakaldo, luego se perdió”, apunta Kortazar.
El proyecto de la Escuela Taller de Dulzainas fue creciendo, fue ganando adeptos que, aprendían a crear su propio instrumento y también a tocarlo. “Quien hace su propia dulzaina, luego no la suelta. Se hacen incondicionales de este instrumento”, indica Txopo. A la vez que el proyecto crecía, se incrementaba también el abanico de posibilidades de esta escuela. “Luego se han incorporado otros instrumentos como la alboka. Ciertamente, no conozco ningún otro proyecto como este en el que, de forma gratuita, aprendas a crear y tocar un instrumento”, señala Kortazar, uno de los fundadores de esta escuela taller que realiza sus actividades en los locales municipales situados junto al Museo de la Técnica de Lutxana.
objetivo logrado El propósito por el que nació la escuela taller está más que conseguido. La dulzaina metálica se ha recuperado y goza de buena salud. “Este objetivo está logrado y ahora el propósito es que alguien nos dé el relevo a los más mayores”, asegura Iñaki. Esa esperanza de relevo son los doce jóvenes que se han unido en los últimos tiempos a este proyecto. A lo largo de estos 30 años de vida, la mujer también ha gozado de un papel importante en la Escuela Taller. “Han pasado muchas chicas por esta escuela taller. Es cierto que les cuesta más venir que a los chicos, que tienden más a tocar otros instrumentos como el pandero, pero las que han venido, por norma general, tocan muy bien”, apunta Kortazar.
En la actualidad, son media docena las mujeres que, con su talento, amenizan aquellos actos a los que asiste esta Escuela Taller que, el mes pasado reunió a su pasado, presente y futuro para celebrar sus primeros 30 años al son de la dulzaina. “Fue un acto muy emotivo, muy bonito y, sin duda, hay que valorar mucho lo que hemos logrado en estos 30 años. Además, de recuperar la dulzaina metálica hemos conocido a muchísima gente, a muchísimos grupos que nos acompañaron aquel día”, cuenta Kortazar. A lo largo de estas tres décadas la Escuela Taller de Dulzainas de Lutxana ha sido uno de los principales activos de este barrio que rebosa actividad. Día a día, no solo han logrado recuperar la dulzaina metálica, sino que han hecho muchas amistades, han estrechado lazos con grupos y han amenizado muchas fiestas y actos no solo en Barakaldo, sino también más allá de los límites de la localidad fabril. El sonido de las dulzainas seguirá sonando porque la Escuela Taller de Dulzainas de Lutxana goza de muy buena salud.