Muskiz - Los más de 100 valientes de todas la edades y procedencias que ayer cambiaron sus relojes al horario de invierno despreciando una hora más de sueño con el fin de adentrarse en la historia de la minería en la costa occidental de Bizkaia están hechos de otra pasta. Incluso fueron más allá del papel de meros oyentes de las atinadas explicaciones que ofrecieron el director de Trueba Zentroa, Ricardo Santamaría, o del reconocido historiógrafo afincado en Trapagaran, Víctor Causo, sobre los restos que se diseminan entre el núcleo de Pobeña y la localidad cántabra de Ontón y no dudaron en reclamar medidas para preservar este legado. “La ruta es muy bonita y de gran interés para conocer nuestro pasado minero pero es una vergüenza lo mal conservado que está todo. No se de quién es la competencia pero creo que la Diputación Foral debería meter mano aunque no pueda. Si no hacen algo pronto, la maleza se lo va a comer todo”, señalaba Miren Mesanza, nieta de minero de La Arboleda e hija de trabajador de AHV que ponía como ejemplo gráfico el estado de los hornos de calcinación de la mina Mac Lennan en el barrio de Kobaron totalmente rodeados de argomas y vegetación arbustiva que amenaza con anegarlos.
“Yo veo que el paseo costero de Itsaslur, que aunque ahora esté cerrado por un desprendimiento, está muy bien conservado y sin embargo los antiguos lavaderos de Campomar o los accesos a minas como la del Hoyo están abandonados”, apuntaba Sergio Expósito, un tinerfeño afincado en Trapagaran que ya ha recorrido otras rutas de la minería vizcaina de la mano de la Ekoetxea de Peñas Negras.
Seis kilómetros La ruta, pergeñada por el Centro de Divulgación y Documentación Trueba Zentroa, con la colaboración del Museo de la Minería y el Área de Cultura del Ayuntamiento de Muskiz, tenía un desarrollo de poco más de seis kilómetros, si apenas dificultad más allá del ascenso a Campomar, con el fin de acercar a los visitantes a conocer los restos mineros de la costa de las Encartaciones, claros exponentes de del paso de la minería tradicional a la minería industrial en el siglo XIX.
El paseo comenzó a las 09.00 horas en el núcleo muskiztarra de Pobeña, último puerto venaquero, y subió por la estrada “por donde cientos de peones-braceros subían a diario para trabajar en el lavadero de mineral de la Orconera en Campomar que en 1905 recibía el mineral de hierro de Triano a través de una línea de baldes que fue la más larga de Europa en su época”, destacó Ricardo Santamaría. Un detalle que le pareció significativo a la barakaldarra Susana Veiga que junto con su amiga sestaoarra Nerea Iglesias descubrió los caminos de esta zona minera. “Nosotras hemos venido más de una vez por el paseo de Itsaslur pero ha sido toda una sorpresa descubrir estos caminos monte arriba y sobre todo ver el enorme edificio del lavadero de Campomar. Aún derruido es un resto que impone”, señalaron. Desde estos restos industriales los visitantes pudieron observar la marisma de Areño y el último puerto venaquero utilizado por José Mac Lennan antes de la construcción del primer cargadero a mar abierto.
“Siguiendo el camino tradicional de la Cávila hemos bajado a Covarón donde encontramos los primeros hornos de calcinar construidos a mediados del siglo XIX y los restos de la mina Amalia Vizcaína. Y por el camino de la costa, ayer trazado del ferrocarril minero, pudimos ver los restos de la mina subterránea de El Hoyo hasta llegar al cargadero de Ontón”, resumía Santamaría que en este punto cedía las explicaciones Víctor Causo, un extrabajador de la Babcock, nacido en Ontón (Cantabria) pero afincado desde niño en Trapagaran que publicó en 2015 el libro Ontón, historia de mi pueblo, en el que ocupa un lugar destacado su importante pasado minero con explotaciones como el coto Setares-Campo Ezquerro. La vuelta hacia el pueblo de Covarón discurrió por el antiguo camino de carros, convertido en carretera por el batallón Malatesta para facilitar a los refugiados la huida hacia Santander en la Guerra Civil. “Ha sido un recorrido ameno apto para todas las edades a pesar de que el mal tiempo previsto ha dejado en casa a muchos padres con niños pequeños. Estaban apuntadas más de 250 personas y al final han venido algo más de la mitad”, señalaba Santamaría quien subrayaba que el objetivo de la ruta -que posiblemente tendrá continuidad en primavera-, es “además del aspecto lúdico y deportivo, poner en valor los restos mineros y la historia de esta zona de la costa encartada”. El paseo, en el que los participantes fueron obsequiados con un cuaderno de campo sobre los lugares visitados, contó con un refrigerio final en el centro social de Covarón.