CUANDO los barrios laten con fuerza, cuando se abren de par en par, se recogen escenas como esta. Llega el cronista veinte minutos antes de la hora y decide tomarse un café. De repente, en el ventanal exterior del bar escogido -el mal vicio del tabaco obliga...- se pone a tu lado un tipo con un grueso anorak. Pide un cubalibre con MG y unas aceitunas mientras aparca un carro de utensilios. ¿Qué llevará ahí? “Fulano, ¿qué tal el día?”, le preguntan. “No digo que bien pero tampoco vacío”. La estampa sucede en Otxarkoaga. Y Fulano muestra con ejemplos lo dicho: enseña a los vecinos que se le acercan un cabracho de dimensiones considerables aún vivo y dos pulpos pequeños. ¿De dónde los habrá sacado, tierra adentro a media tarde? No pregunto. Es el barrio, ese territorio donde a cada vecino se le atribuye un papel en el teatro de la vida.

Los barrios, ¿cómo definirlos, tan diferentes todos? La poeta iraní Forugh Farrojzad dio alguna pista en sus versos. “Hay una calle que mi corazón se ha robado de los barrios de mi infancia”, dijo. Es difícil etiquetarlos. De las lecturas de mi infancia extraigo un pasaje, ese en el que Sherlock Holmes decía algo así como “a mi modo de ver, Watson, basado en mi experiencia, los más bajos barrios de Londres no presentan un récord más terrible de pecado que el sonriente y bello campo”. Hoy, cuando vengo a hablarles de Otxarkoaga, tan señalado, me ha venido a la memoria aquella sentencia porque no, no vi pecado alguno en la visita de ayer.

Todo tenía un porqué. La cita era a las siete y media de la tarde en el centro cívico del distrito. Allí estaba anunciada la inauguración de una exposición fotográfica organizada en torno a la obra de Dani de Pablos titulada Otxarkoaga. Mi barrio, su gente, que nace de un trabajo moderno, creado para Facebook con el objetivo de sacar el orgullo del vecindario a las ventanas digitales. Fueron más de dos mil instantáneas que inmortalizaron a más de 200 vecinos hace unos meses, en el pasado abril, allá en las dependencias del colegio Ramón y Cajal, donde la asociación Tendel le cedió una de sus aulas para el trabajo en blanco y negro, con esos tonos duros que reclaman tierras así. Sonrientes o serios; bien peinados o enfadadas, cada cual como se sentía ese día pero todos y todas con orgullo.

La persiana se levantó con puntualidad y a la cita no faltaron, además del autor y de algunos de los modelos que se presentaron voluntarios, fue acudiendo el barrio. No en multitud, no. Ya se conocen casi todos y no les hace falta verse las caras a una hora concreta un día señalado. Irán pasando. Quienes sí lo hicieron ayer fueron Daniel de Pablos, padre del autor; su hijo el joven Ibai de Pablos, David Ruiz, ‘Peli’, colaborador inevitable de Dani; Christian de Pablos, Marta Conrato, con el pequeño Ander de Pablos en brazos; Daniel de Pablos, Paula Otaolea, Pablo Otaolea, Begoña Negueruela, Juan José Bautista, Conchi Bragado, Ana María Fernández, Txaro Redondo, Pedro Duque, Angelita Bermúdez y un puñadito de gente más.

De cerca han seguido el trabajo de Dani de portal en portal gente cercana como Alberto Ramírez Castaño, Ana Neira, Paco Gaitán Povedano, María Begoña González, Jone Zugazaga, Asier Barbapena, Laura Pecharromán, Axier Irazabal, Susana Barcenilla, Mentxu Sánchez, Basilio Bartolome, Joaquín Arenas, Mairena López Escamillas, Esther Vázquez, Noemi Gómez Villafáñez, Nerea Pérez, Emi Oroza, David San Nicolás, Tate González, Merche Vizcaino, Jesús García, Andoni Arenas, Gloria Palazuelo, Marta del Fresno, Yoana Arenas Escamilla, Iván Cometa, Erlantz Astorkiza, Aitor Melero Puntiverio, Alain Cabanillas y toda una legión de seguidores que hicieron acto de presencia a través de Facebook, el patio desde el que fueron llamadas las gentes del barrio, esas que viven como en Fuente ovejuna, todos a una.