BIEN pudiera ser esta, con permiso de Samaniego, Esopo y otro buen puñado de narradores con moraleja, la fábula del gallo de pelea y la cochinita, sin que ninguno de los animales sean los protagonistas centrales del relato aunque sí estén presentes en el mismo. No por nada, allá junto al puente de San Antón, en la plaza Santos Juanes se abrió, en las muy remotos años veinte del pasado siglo, un bar-restaurante llamado El Botxo que pronto se hizo punto de encuentro y centro de reunión al situarse en el corazón de la villa en aquel entonces, donde llegaban los tranvías de Arratia y de Durango y puerta de entrada de Bizkaia al propio Bilbao. Casi cien años después, ya digo, Atxuri y el Casco Viejo son un dédalo de bares, restaurantes y tabernas, donde hace falta mucho arrojo y un punto osadía para entrar en esa dura competencia.

Esas virtudes se le atribuyen a Jurgi Arejita, un cocinero audaz que dio sus primeros pasos en Igeretxe y que hoy vuela por libre. Ha cogido la leyenda por las solapas y ayer inauguró el Ondori Botxo, un restaurante donde practica la cocina fusión eusko-japonesa, todo un desafío. ¿Decía que era todo un desafío, la recogida de un guante para el duelo...? Bien. Si se juzga que Ondori, en japonés, significa gallo. Ahí tienen la explicación del primer animal de la fábula: Jurgi es todo un gallo de pelea.

La presencia de la cochinita es menos enrevesada aunque quizás más curiosa. Aparece en una reseña de la carta, donde los comensales de ayer y de hoy pueden leer “Ssäm de cochinita con babaganoush”. No sé cuáles serán los pecados de la noble cochinita para que le hagan un ssäm y le acompañen en el suplicio con un babaganoush pero sospecho que algo grave. Solo por ese tormento, dicho sea sin ánimo de ofensa al cocinero, merece aparecer en los títulos de crédito de esta historia. Junto a la tierna bestezuela también fueron dignos de iluminarse con luces de neón los nombres de los dos pregoneros que trajeron noticia del encuentro, Jesús Eguzki, doblador en euskera para ETB, y Virginia Aguado, la voz en castellano de la tarde, acompañados ambos por los progenitores de Jurgi, Adolfo Arejita y Laura Uruburu. ¿Nos queda alguien de nombrar en el altar de los grandes...? Sí. Markel Urrutia. Su aportación deja huella. No en vano, el amigo de la infancia de Jurgi pintó un hermoso retablo al fresco donde un milenario dragón recorre, desde el propio puente de San Antón, fantásticos puentes del sudeste asiático en China, Tailandia o Japón. En la pared de enfrente se conservan dibujos originales de hace casi un siglo donde se recrea un estilo de vida alrededor de la ría. El juego de imágenes impacta.

A la cita con todo este universo singular asistieron, entre otros, Tomás Moncalvillo, Olaia Arejita, hermana del cocinero, Nicolás Fernández, Natacha Loyola, Miren Ayarzagoitia, abuelísima de Jon Rham, Elvira Etxebarria, el gastrónomo Gerardo Maza, Josu Urrutia (nada que ver) Beatriz Pérez, Yolanda Echevarría, Mario Aumente, Erlantz Abaitua, Elena Artenie, Gabriela Ortega, Ane Miren Arejita, Joseba Anzola, Mari Paz Barrios, Alberto Iturriaga, Enrique Igartua, Begoña Arrizabalaga, quien preguntada si era algo de Kepa, el portero del Athletic, desempolvó humor al responder que sí: admiradora; Aitor González, María Jesus Agirre; el equipo de trabajo en el que firman abajo Txamo, Ekain, Idoia, Amara, Jonan, Ritxar y Eukene; Maite Basaldua, Miren Elorriaga y un buen puñado de amigos. Muchos de ellos seguía curioseando la carta de picoteo en la barra, donde aparecía la cochinita. Era digna de leer: goyza de lenguadina, nems de verdura al curry, bao de papada con salsa de ostras, berenjena con puré de miso o natillas de jengibre. ¿Un valiente, dije? O está como un cencerro o toca el cielo con las manos muy pronto.