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La primera huella de Goya en tierra vasca

La primera huella de Goya en tierra vasca

LOS archiconocidos cuadros de Goya El pelele,La gallina ciega y Carlos III, cazador cabalgan sobre la magnífica exposición que, bajo el título Goya y la Corte ilustrada, deja huella desde ayer en el corazón de quienes lo vieron. Una multitud, por cierto. La muestra, comisariada por Manuela B. Mena y Gudrun Maurer, jefa de conservación y conservadora, respectivamente, del Área de Pintura del siglo XVIII y Goya del Museo Nacional del Prado, se completa con obras de otros pintores “relevantes” del siglo XVIII, como Luis Paret (fabulosa su Vista de Bermeo expuesta...), Mariano Maella, José del Castillo, Luis Meléndez, Antonio Carnicero y Lorenzo Tiepolo. Ha de considerarse que se trata de la primera muestra dedicada al pintor en Bilbao, por lo que se ha añadido una sección especial sobre la extensión de la corte al País Vasco entre finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, que incluye once personajes vascos y navarros, entre ellos los retratos del conde de Cabarrús o del marqués de San Adrián. Ahí, de nuevo, sus primeras huellas.

Las 96 piezas que recrean los años de Goya como pintor de corte llamaban la atención a los asistentes que guardaban religiosa cola, como si fuesen a presenciar los frutos del milagroso pincel del maestro de Fuendetodos. A ello iban. No en vano, Goya y la corte ilustrada, título de la muestra, fue una comunión de fuerzas: las del Museo Nacional del Prado, representado por su director, Miguel Falomir; la Fundación La Caixa, con Ignasi Miró y Juan Pedro Badiola como hombres fuertes de la entidad financiera, y el Museo de Bellas Artes de Bilbao, con Miguel Zugaza como embajador plenipotenciario. Junto a ellos se situaron el consejero de Cultura y Política Lingüística, Bingen Zupiria; el alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto; la presidenta de Juntas Generales, Ana Otadui; la diputada foral, Lorea Bilbao, Joxean Muñoz, Covadonga Aldámiz-Echevarría, Javier de Andrés, Alfonso Alonso, el historiador Aingeru Zabala, José Antonio Ardanza, Gloria Urtiaga, Antón Pérez Iriondo, presidente de la Sociedad Bilbaina; Elvira Arechavaleta, Javier Viar, Juanjo Ortiz, Marta G. Maruri y una legión de asistentes a la cita.

¡Qué fue aquello! Lo mismo se ajustaba las gafas Jesús Mari Lazkano para mirar, al microscopio casi, la sutileza de los trazos de Goya, que se detenía Iñaki García Ergüin frente a La gallina ciega. A la cita tampoco faltaron el pintor Antón Hurtado, el presidente de Petronor, Emiliano López Atxurra; Ana Guzmán, Elena Abando, María Jesús Yarza y Sonia Sáenz, mujeres de peso en La Caixa; Andoni Aldekoa, en nombre del Palacio Euskalduna; Jon Ortuzar, Rafa Bustamante, Luis de León, Julio Ortún, Javier González Durana, Leopoldo Zugaza, padre del director del museo; el dramaturgo David Barbero, Arturo Trueba, de La Ría del Ocio; Beatriz Marcos, Ana Canales, Lourdes Puentes Gómez, Víctor Sarriugarte, José Luis Neyro, Gaizka Ibisate y un buen número de asistentes que se regodeaban con la contemplación del genio del pintor aragonés.

La muestra es antológica. En ella pueden comprobarse las dos caras del pintor: la humana y la del genio de la pintura. Las trece cartas de Goya a Martín Zapater, su amigo de la infancia, que se exhiben en la muestra del Museo de Bellas Artes de Bilbao funcionan como eje vertebrador de la muestra. Testigos de todo ello fueron Andoni Iturbe, César Caicoya, José Antonio Jainaga, pretendiente al trono del Athletic; Patxi Villanueva o Silvia Ilanzo entre otros. De las obras que se exponen, un tercio son de Goya, el resto de artistas contemporáneos como Mariano Salvador Maella, Francisco Bayeu, Luis Paret, Giandomenico Tiepolo e incluso, de una mujer, algo nada habitual en la época, como la miniaturista Francisca Ifiginea Meléndez, “pintora de cámara con la misma categoría que Goya y con el mismo sueldo que él: 50.000 reales”, según contó la comisaria Manuela Mena.