Erandio - Iñaki Mentxaka es un luchador por partida doble. Como cualquier deportista, se emplea a fondo para dar lo máximo en el terreno de juego, que en su caso, es el del boccia, una disciplina en la que los jugadores deben lanzar sus bolas lo más cerca posible de una pelota blanca, a la vez que intentan alejar las de sus rivales de ese punto. Pero además, este vecino de Erandio en silla de ruedas pelea por los derechos de las personas con movilidad reducida. Como integrante de Fekoor (Federación Coordinadora de Personas con Discapacidad Física y Orgánica de Bizkaia), no ceja en reivindicar cambios para derribar barreras físicas y mentales.
Con varias medallas en su cuello: campeón de Euskadi, de Bizkaia, tercero en el campeonato de España de clubes... un apasionante reto aparece en el horizonte. ¿Por qué no soñar con acudir a los próximos Juegos Paralímpicos? De momento, Iñaki estará en la cercana concentración del equipo estatal de boccia, “y ahí seguramente el seleccionador escogerá a los jugadores que participen en diferentes campeonatos internacionales. Luego haremos una Liga de Bizkaia, disputaremos el campeonato de Euskadi y después a ver dónde se celebra el campeonato de España de clubes. Mis perspectivas son buenas”, reconoce. Para la meta paralímpica habrá que aguardar aún y conseguir un buen puñado de puntos para obtener la plaza por ranking.
El boccia “está pensado para personas con grandes problemas de movilidad y hay cuatro categorías”, indica Iñaki. Supone una combinación de táctica y habilidad y se practica de forma individual, por parejas o equipos, sobre una pista rectangular. Forma parte del programa paralímpico desde los Juegos de Nueva York de 1984. “Este es uno de los pocos deportes que no tiene hermano. Es decir, todas las modalidades habitualmente son practicadas por personas sin problemas de movilidad y también por los que sí los tienen: hay baloncesto y baloncesto adaptado, por ejemplo. Pero el boccia solo tiene una versión”, puntualiza el erandiotarra. “En mi caso, como tengo la mano cerrada, más que apuntar, yo tengo que empujar la bola para que salga. Así que no es fácil”, explica.
Iñaki acumula “22 años sentado en una silla de ruedas”. Desde aquel viaje en coche de regreso de Zaragoza. “Mi mujer iba al lado, nos habíamos casado hace menos de un mes y reventó una rueda, perdí el control del coche. Se me fue. Dimos tres vueltas de campana, subí hasta el techo y al caer, me rompí el cuello”, desvela.
En más de dos décadas, Iñaki se ha enfrentado a las piedras que la sociedad pone en el camino a las personas con movilidad reducida. “En estos 22 años he visto que muchas cosas han cambiado pero aún hay problemas. A mí, lo que más pena me da es que se hagan cosas y no se hagan bien: que en bares y restaurantes pongan rampas pero no unos servicios adaptados. Es una pelea y una reivindicación constante que también a veces se hace cansina: tener que estar encima de los políticos, en los ayuntamientos...”, admite Iñaki.
Sin ir más lejos, el pasado mes tomó parte en una concentración para exigir el cumplimiento de la legislación en materia de accesibilidad. “El Gobierno se marcó un plazo de cuatro años para que todos los servicios públicos estuvieran adaptados y el 4 de diciembre se cumplía ese plazo, pero no la ley”, lamenta Iñaki. “Solo queremos hacer una vida habitual. Tener las mismas posibilidades”, destaca. Por eso, él considera que puede acudir a un polideportivo y tener el derecho de realizar ejercicio. “Llevo cuatro años yendo a San Ignacio. Trajeron una máquina con muchas posibilidades que podían usar personas con movilidad reducida y personas sin problemas. Cuando la vi, fui a hablar con la directora y le propuse otra máquina, que era una bicicleta. Le facilité toda la información. Pasó el tiempo y no había respuesta, hasta que pregunté. Me contestó que esa máquina no era apropiada para un gimnasio. Esas bicicletas están en hospitales pero son de uso general. Yo no pedía una máquina exclusiva para mí. Seguiré luchando por ella. Iré al Ayuntamiento de Bilbao”, adelanta.