gernika - Luis de Pedro es un coleccionista de máquinas de coser con una compilación de 350 modelos recopilados a lo largo de treinta años. Su colección ha ido creciendo gracias a distintos viajes que ha ido completando a ferias repartidas en muchas ocasiones en distintos países europeos y todas las que posee, además, están en funcionamiento. Tras haber expuesto su surtido de máquinas en distintas localidades e incluso en el Bizkaia Exhibition Centre con éxito de público, ha cumplido la ilusión de poder organizar una exposición en la Casa de Cultura de la villa.
Toda historia tiene un inicio y la de de Pedro comenzó en un viaje que hizo a Barcelona. “En 1976 a mi mujer se le ocurrió abrir una tienda de máquinas de coser en Gernika-Lumo porque ella es bordadora. Bien es cierto que en aquella época yo no tenia ni idea de maquinas de coser y hoy en día todavía estoy aprendiendo. Pero si es verdad que me llamaban la atención y empecé a hacerme con ellas, aunque no era consciente de lo que iba a convertirse para mi”. Fue al inicio de la década de los 90 cuando, al acudir a una feria en la ciudad condal con la idea de ver máquinas nuevas, se quedó impresionado de la atención que suscitaban las antiguas. “Cuando llegué a la feria, a la entrada, metidos en vitrinas acristaladas había maquinas antiguas que concitaban gran atención del público. Pensé en comprarme una y a raíz de tener la primera me entró la fiebre. Cada lugar al que iba y sabia que había una maquina la compraba”. Primero empezó a buscarlas a nivel estatal y luego amplió sus viajes a Inglaterra, Francia o Alemania, incluso Noruega, donde adquirió una que tardó dos años en llegar a sus manos. “No sé exactamente el motivo, sé que se perdió por el camino y al final llegó al de dos años”.
La invención de las máquinas de coser estuvo rodeada de polémica ya que fue algo que preocupó a los sastres de la época. Fue en 1830 cuando el francés Barthélemy Thimonnier patentó el invento y consiguió convencer al gobierno de su país para que montara una fábrica con ellas, con el fin de coser trajes militares. Los sastres se pusieron en contra y quemaron la empresa. “Si un sastre daba unas 25 puntadas por minuto, una maquina daba 200 al minuto, aunque ahora han llegado hasta los 7.000. Era invento que no gustó a todos” relata el coleccionista. A pesar de todo, fue la marca Singer la que “se llevó la fama y el dinero, vendiendo la maquina a plazos y mandando revistas a las casas con distintos modelos de ropa”.
Las primeras máquinas llevaban poco hilo por lo que cada poco tiempo había que ir metiéndoles nuevo según se avanzaba cosiendo. Más tarde llegaron los pedales. En 1930 lograron ponerle el primer motor al artilugio y su fama creció. “Llegó a tal punto la moda de tener una en casa que la gente pudiente las compraban para aparentar a principios del siglo XX, vistiéndolas con muebles muy elegantes. En mi caso tengo algún mueble original, pero tampoco las colecciono porque me quitarían mucho espacio”. Son, precisamente, las primeras máquinas de coser las que llaman la atención de Luis de Pedro, aquellas que se usaban en el siglo XIX, aunque también posee algunas del XX.
Su colección está considerada como una de las mejores a nivel mundial, algo que por una parte le llena de orgullo, pero por otra dificulta ampliarla, ya que son muy pocos los modelos que aún no posee. “Ahora me es muy difícil lograr máquinas nuevas. Pero esto es como ir de caza muchas veces, tienes días buenos y otros malos. A mi me pasa igual, voy buscando y a veces hay más suerte. El año pasado encontré una que solo la tenia vista en fotografía, que llevaba veinte años buscándola”.
Las máquinas de coser han sido instrumentos que han permanecido en muchos hogares durante generaciones y su recuerdo está muy presente en muchas de las personas que acuden a visitar la exposición de de Pedro. “La gente me cuenta historias de sus abuelas y sus madres, y se emocionan mucho”. Los que deseen evocar su pasado tienen la oportunidad de hacerlo en la Casa de Cultura de Gernika.