Portugalete - Hay gente que, desde el mismo momento de nacer, está predestinada a cumplir una función, desempeñar un papel dentro de la sociedad. Algo así ocurre en el caso de Amaia Novales, una jarrillera de 54 años que lleva casi tres décadas al frente del Gabinete de Estudios Irkaitz. “De pequeña daba alguna clase a un hermano para ayudarle y, cuando me quise dar cuenta, se habían sumado otros muchos niños a esas clases”, recuerda esta mujer que reconoce ser docente “por vocación y pasión”. Esa pasión y vocación fue la que le llevó tras acabar la carrera universitaria de Pedagogía -estudios que finalizó en 1986- a embarcarse en el proyecto de Irkaitz con el apoyo de su aita y de su socia y amiga Ana Madariaga. “Abrimos la academia un 1 de mayo. Recuerdo perfectamente ese día y la tensión que teníamos mientras preparábamos las fichas para quienes serían nuestros primeros alumnos”, recuerda Amaia, quien siempre ha tenido especial predilección por ofrecer clases de apoyo y refuerzo. “Es primordial que tanto los profesores como los familiares crean en el alumno para que trate de lograr las metas que se fije. Todos los objetivos a lograr son importantes”, destaca Amaia.
Así, a lo largo de sus tres décadas como docente, la jarrillera ha comprobado que una de las grandes fórmulas para el éxito es “hacerle creer al alumno que puede lograrlo, que luche por ello y como profesores tenemos que implicarnos en ello. Hay que crear metas, hacerles ver que lo que están haciendo tiene un sentido”, desarrolla la directora de esta academia que, en la actualidad, cuenta con otros tres docentes. “Este centro es un conjunto de gente que pone su trabajo a disposición de los alumnos y tanto quienes están como quienes han estado han dejado su poso y su huella”, explica.
Uno de los lemas que defiende Amaia a raíz de su experiencia es la importancia del trabajo en equipo para que el alumno logre cumplir con sus objetivos. “Esto es labor no solo del alumno, sino también de su familia y los profesores. Hay que hacer las cosas de forma natural porque estamos sembrando el futuro de estas personas”. A lo largo de los 30 años de vida de Irkaitz, ha habido muchos cambios, tanto en el sistema educativo como en la propia sociedad. “Esta es una profesión en la que hay que adaptarse y reciclarse constantemente. Ha habido muchísimos cambios en el modelo educativo, la sociedad ha avanzado, ha cambiado sobremanera el tipo de familia... Y tenemos que adaptarnos a todos esos cambios”, explica Amaia. De este modo, a lo largo de estas tres décadas, Amaia y el centro han tenido que hacer frente a cambios como la implantación en mayor medida del euskara en Ezkerraldea, el adelanto de las nuevas tecnologías y otros fenómenos como las diversas crisis que ha vivido la comarca.
Enriquecedor Si bien Amaia vive con intensidad su profesión, uno de los aspectos que más le ha enriquecido ha sido las personas que ha conocido en todo este tiempo. “He conocido a grandes profesores, padres y madres de alumnos que se han convertido en mis amigos, estudiantes entrañables y que, con el paso del tiempo, han acabado trayendo a sus hijos a Irkaitz. Eso es muy gratificante y es algo que me hace sentir muy bien”. Aún queda tiempo para que a Amaia le llegue el momento de la jubilación, pero en su ideario ya se ha puesto en ese escenario y tiene claro lo que hará. “Cuando me jubile procuraré seguir, de alguna forma, ligada a la enseñanza. No sé si será dando clases a inmigrantes, a personas mayores o con problemas, pero quiero seguir dando clase”. Eso es lo que tiene ser profe por pura pasión y vocación.