Balmaseda toca la fibra sensible de miles de fieles
El Vía Crucis más antiguo de Bizkaia vuelve a conmover a los espectadores que llenaron la villaMás de 350 vecinos participan y otros tantos ayudan entre bambalinas
Balmaseda - “Estoy orgulloso de haber participado por todos los que venís detrás. Sois eternos. Entonamos muchas notas para que suene la música”. Los tambores de la guardia romana que despertaron Balmaseda mientras él se dirigía al frontón para convertirse en Jesucristo, las canciones de la coral Kolitza, el click de las cámaras fotográficas que congelaron cada gesto, los golpes de los clavos en la cruz, los lamentos de la Virgen María que enmudecieron el Campo de las Monjas, el estruendo del madero en las tres caídas, el roce sobre el asfalto de las sandalias o los pies descalzos de los 350 vecinos que se vistieron de tradición con el respaldo de otros tantos entre bambalinas? Todas estas músicas englobó Ander Rivero en su sentido agradecimiento al concluir la Pasión más antigua de Bizkaia.
“Se me ha pasado muy rápido. Es como si me hubiera metido en una cápsula”, comparó entre abrazos y fotografías. En efecto, “el Viernes Santo todavía dura la euforia, no sientes el dolor. El sábado se nota el bajón físico porque se produce un desgaste importante. Sin embargo, te quedas con la satisfacción de haber disfrutado una experiencia que, en el caso de los personajes principales, se vive solo una vez en la vida”, describió Pedro Salinas, presidente de la Asociación del Vía Crucis Viviente. Habla con conocimiento de causa, ya que él también encarnó a Jesucristo. “Además, con esta gente se puede ir al fin del mundo”, añadió con lágrimas en los ojos.
Pedro recorrió el casco histórico muy cerca de Ander. Presenció en primera línea el conmovedor encuentro con la Virgen María, la madre del protagonista en la vida real. “Me he dejado llevar por lo que me salía del alma. Es la realidad de la vida, de lo que sentimos hacia nuestros seres queridos, aplicado a esta historia”, compartió Sara Vélez. “Ha sido espectacular, se ha escuchado perfectamente lo que le decía: no quiero que te maten, te amo, no me dejes sola, no me lo llevéis... Y eso que ella no tenía micrófono. ¡Nos ha hecho llorar a todos!”, comentó Charo Barcenilla, una de las magas del hilo y la aguja que ponen a punto los trajes. Este año, con novedad incluida. Poncio Pilato estrenó túnica. “En vez de adaptar la anterior decidimos confeccionar otra”, indicó. El vestuario para cientos de personas “requiere un mantenimiento importante” antes, durante y después de la representación. Charo y otras compañeras que ayudaron a cambiarse a los personajes solo tienen buenas palabras para Ander Rivero: “Enseguida se ha metido en el papel y es un cielo de chaval, muy cariñoso con todo el mundo”.
Charo Barcenilla no fue la única a quien desbordó la emoción. “Ha llegado un punto en el que ya había llorado tanto que ni siquiera me salían las lágrimas y necesitaba beber agua”, explicó Míriam Oteo, que hizo de María Magdalena y padeció los rigores de una mañana más fría y nubosa de lo que apuntaban los pronósticos, pero igual de multitudinaria, con miles de personas en las calles de la villa. “Se me han dormido los pies por un momento”, desveló. Ella caminó detrás de la cruz de la misma forma que un imponente Txintxo Rivero, Caifás, que reconoció que ”nunca olvidaré lo que he sentido estos días”. Padre de Ander, le siguió con la mirada. “He cambiado la cruz de sitio varias veces para que la clavícula sufriera lo menos posible”, tranquilizó el Nazareno.
En los rincones estratégicos el público cogió sitio con margen de tiempo. “Mi cuñada y yo hemos venido hace más de una hora”, señaló en la plaza de San Severino una vecina que pidió no dar su nombre para, a continuación, formular una sugerencia: “Que dejen salir a las mujeres en el ejército romano”. Y, justo el desfile de las tropas hacia el frontón dio paso a la nota final que compuso, una vez más, una brillante partitura: los aplausos de participantes, penitentes y organización, relajados y felices, que rompieron la solemnidad de la Pasión de Balmaseda.