NO entienden de fronteras, pero tampoco de caricias humanas, flashes y el alboroto que suele acorralarles cuando agotados, heridos o desorientados estos animales marinos posan sus aletas en tierra firme. Por eso, y tras los avistamientos de estas últimas semanas de un delfín en aguas de Ereaga y de la Ría a la altura de Portugalete, y de una foca gris en las rocas de Matxitxako, los expertos apelan a la prudencia a ese tropel de fisgones que, de modo inevitable, se acercan a curiosear a playas y puertos del litoral cuando se registra alguno de estos casos.

Los técnicos de Ambar, la Sociedad para el estudio y la conservación de la fauna marina, insisten en esa llamada a la cautela y a la sensatez una vez más a pesar de que este invierno (a diferencia de los anteriores) hasta la fecha únicamente ha sido divisado un juvenil de foca gris en aguas de Bizkaia. Ocurrió los días 27 y 28 de diciembre y no se ha vuelto a tener constancia de más llegadas a playas vizcainas, apuntaba Enrique Franco, vicepresidente de este colectivo que durante varios días coordinó los trabajos para embocar y devolver al mar el rorcual [ballena] que emergió en el puerto de Getaria a comienzos de este año.

“Hubo gente que se enfadó porque no había podido ver a la ballena...”, espetaba este especialista en mamíferos marinos al tiempo que reiteraba la necesidad de respetar la zona de confort de estos animales y no interactuar con ellos cuando embarrancan en los arenales, como suele ser habitual con las focas grises. “Nos encontramos con casos de gente que piensa que son un peluche porque todavía mantienen ese pelaje de cría [son ejemplares nacidos en otoño] pero realmente te pueden hacer una avería con esos dientes; además de los desgarros pueden transmitir enfermedades...”, describía Franco.

Por el momento, en Ambar no han recibido avisos de la llegada a tierra de estos juveniles (alrededor de un metro y unos 20 kilos) aunque no se descarta que pueda ir apareciendo en próximas semanas. “Si la mar empeora podrían llegar. Depende mucho de cómo esté la mar aquí, en el norte de Europa, la temperatura del agua, de la cantidad de focas que hayan nacido,....”, ilustraba el especialista de esta sociedad para el estudio y la conservación de la fauna marina. Se desplazan en busca de comida a lo largo del área de influencia del Golfo de Bizkaia por lo que pueden entrar desde el este y el oeste.

La sucesión de temporales y maretones registrados en el Atlántico norte (y en aguas del Cantábrico) durante los inviernos de 2013 y 2014 provocaron la aparición de varias decenas de juveniles de focas grises en distintos puntos de la costa vizcaina: Ea, Ondarroa, Lekeitio, Bermeo, Zierbena,... “Este año no hemos tenido más avisos, pero no está de mas recordar a la gente que no se acerque y que avisen al 112”, enfatizaba el especialista en mamíferos marinos. “Todavía estamos en fechas; no sería extraño... Suelen estar desde Santo Tomás y se puede alargar enero y febrero; a finales de febrero ya no. Pero pueden aparecer en cualquier momento”.

La colonia de focas grises más cercana se localiza en aguas de Bretaña; de ahí hacia el norte. Las hembras amamantan a sus crías durante dos o tres semanas “con una leche muy energética y crecen rápido”. A partir de ese momento, los cachorros se independizan: algunos de esos juveniles van hacia el sur y tropiezan con la costa vasca donde descansan, comen,... Y una vez finalizado el invierno, emprenden rumbo hacia el norte “y no vuelven más aquí”, sintetizaba Franco.