BILBAO. De Saint Pierre de Chartreuse, en Francia, hasta las Clarisas de Estepa, en Sevilla, proveedoras de la Casa Real, pasando por las de Agurain, en Araba, las congregaciones religiosas participantes ofrecen una variedad de sabores y productos, que a más de uno les parecerá "divinos".
Los religiosos ofrecen 8.000 kilos de productos en el mercado de repostería y artesanía "Los dulces del convento", en el que el visitante tiende fácilmente a remontarse a tiempos del medievo cuando accede al claustro, con su pórtico engalanado con grabados de la época y banderines de colorines.
Se ha de indicar, sin embargo, que nadie espere encontrar hábitos en esta cita, sólo aquellos por los que secularmente vienen elaborándose estos dulces celestiales: minuciosidad, dedicación, serenidad y devoción.
Pan y cabello de ángel, ciegas, paciencias, ave marías y suspiros de amor son algunos de los curiosos nombres de dulces cuya producción ha quedado hoy mayoritariamente relegada a los conventos.
No menos singulares por su propiedades son, el "muy directamente bendecido" queso curado de vaca que maduran los cistercienses trapenses de Cóbreces (Cantabria) en una bodega bajo el altar mayor de su monasterio, o los licores medicinales de 71 grados que elabora la orden de los cartujos y que gozan de "bastante demanda", ha contado el director del museo, Juan Manuel González.
De la materia prima de los propios huertos conventuales proceden también las empanadillas, mieles, chocolates, jabones o confituras y mermeladas que hacen las delicias de todos, pues con fresa, mora o melocotón se pueden endulzar los más tradicionales y con kiwi, con limón y con tequila deleitarse los más atrevidos paladares.
El éxito de anteriores ediciones, en las que más de 5.000 personas frecuentaron este mercado de repostería, ha llevado a institucionalizar una cita que para muchos está marcada año a año en el calendario.
Hay incluso quien "guarda la tapa de la caja que compró el año pasado para que no se le olvide el nombre o gente que viene y hace acopio", ha comentado González, en referencia a dos clientas que, llenaron sendos carros de la compra: uno de mermeladas y otro de cremas de lavanda.
Los cerca de veinte voluntarios que trabajan en el mercado han presenciado a lo largo de estos trece años auténticas disputas entre los clientes por algunos de los más preciados productos.
Entre ellas, está una ocurrida el año pasado en torno al último bizcocho marroquí disponible, que al mismo tiempo "vieron y quisieron dos señoras" y cuya resolución obligó a la intermediación de los encargados del mercado, rememora el vendedor que primeramente les atendió, Iñigo Nuñez.
Las pastas de té o las yemas del convento de Santa Clara también están entre los dulces con mayor tirón popular, apunta la voluntaria Almudena Rojo.
Al igual que el resto de trufas, sobaos, mostachones o rosquillas pueden degustarse si así se desea y el tiempo para ello acompaña, en las mesas dispuestas en el mercado, con la vista puesta en el olivo o el ciprés del jardín, que al igual que para las apetencias gastronómicas, para los paisajes visuales también existen gustos y posibilidades.