Voluntarias de Ongi Etorri Errefuxiatuak narran su experiencia en el campo de Idomeni
Dicen que la localidad fronteriza de Idomeni acoge un universo paralelo a la Europa de los derechos humanos y el libre tránsito. Los miles de refugiados que habitan en este campo griego se pasan el día haciendo colas para tratar de buscar una salida a su situación; principalmente para saber qué pasa con sus papeles. Sin embargo, mientras continúan presos del sistema fronterizo de un supuesto continente avanzado, su vida sigue. Y las necesidades más básicas han de satisfacerse.
Al grito de Europa canalla abre la muralla o Inor ez da ilegala fueron recibidas ayer las cuatro voluntarias de la plataforma Ongi Etorri Errefuxiatuak por sus compañeros en el aeropuerto de Bilbao. Ana Cascón, Adela Etxebarria, Nati Ovelleiro y María Luisa Menéndez llegaron de Idomeni, donde las últimas dos semanas han participado en la iniciativa Baby Hamman, organizada por Bomberos en Acción, que consiste en bañar a niños desde recién nacidos hasta los 12 años.
“Son más de cien niños los que se bañan al día”, comentaba María Luisa nada más aterrizar, alegando que hay muchos voluntarios que se quedan prendados por este proyecto. “Los niños están muy sucios, pero debido al territorio en el que están, cuando llueve se convierte en un barrizal. Los servicios y medios que hay ahí son limitados. El sistema consiste en un infiernillo con cazuelas de agua caliente y una tienda de campaña” relataba, arropada por otros miembros de la plataforma que durante los últimos meses han realizado varios actos en Bilbao para visibilizar la situación de los refugiados.
“Para la gente que está ahí eres la otra cara de Europa, somos los que creemos que tienen derechos, los que se muestran solidarios con ellos. Esta gente cree que Europa es una mentira, para ellos no existe la Europa de los derechos humanos y la libertad de tránsito. Hacen colas delante de Acnur para ver qué pasa con sus papeles, porque ellos pueden circular”, relató la voluntaria, quien expuso que Idomeni es un campo irregular y que ahora se están formando muchos campamentos alrededor de gasolineras de la misma zona.
“No hemos conseguido saber cuántas personas hay, unos dicen que 3.500 y otros que 10.000”, explicó María Luisa, quien detalló que lo que saben es que todos los días salen autobuses que les llevan a los campos de Tesalónica, que están más militarizados, desde donde sí que pueden entrar y salir. “De hecho hay gente que está volviendo, dicen que eso es el horror”, apunta. ¿Y cuál es el futuro de Idomeni? “Hay mucha rumorología. Se comenta que Idomeni se va a cerrar, porque el gobierno griego quiere habilitar la estación de tren, por lo que están desalojando las vías que están bloquedas. Pero los refugiados saben que es una forma de presión”, explica María Luisa.
El día a día en el campo también les ha aportado satisfacciones personales. María Luisa cuenta divertida que gracias a esta experiencia ha descubierto que sabe inglés, el idioma en el que se relacionan en el campamento. De hecho, los estudios que reciben los niños ahí se centran en el aprendizaje del alfabeto latino. Además, las voluntarias recuerdan con mucho cariño a Osman, el pequeño afgano con parálisis cerebral que llegó al Estado hace unos días. “Su padre consiguió convertir la desgracia en fortuna”, narraba Nati, mientras María Luisa recordó que fueron ellas quienes dieron el último baño al niño antes de que partiera hacia Valencia.
“Ha sido una experiencia increíble, pero no teníamos que haberla vivido”, se lamenta, por su parte, Nati, quien dice que no volverá. “El trabajo por hacer está aquí, tratando que puedan salir de ahí”, considera la voluntaria, quien se decanta por “hacer presión social para que realmente cambie algo”. En palabras de Nati, “se están poniendo parches gracias al boom informativo, con ayudas de alimentos, pero hay que conseguir que se movilicen los gobiernos”.