Las aguas del Kadagua se desbordaron en Alonsotegi, Balmaseda, Güeñes y Zalla
Los vecinos encartados viven con tensión pero sin daños las últimas crecidas
Zalla- Bizkaia pasó la jornada de ayer vigilando sus cauces en una nueva alerta por fuertes precipitaciones. El agua acumulada en las últimas semanas y la previsión de mareas vivas aconsejaban extremar la precaución en la ría de Bilbao y el resto del territorio, especialmente en las cuencas más sensibles. Fue el caso del Kadagua que se desbordó en Alonsotegi, Güeñes y Zalla.
A mediodía, justo cuando estaba previsto que amainaran las lluvias, en Zalla saltaban todas las alarmas. El caudal del Kadagua había crecido casi dos metros desde la noche y se acercaba peligrosamente a los 5,8, la barrera en la que empieza a desbordarse a la altura de Oreña, en el núcleo de Aranguren y llegaría a superar los seis metros. Pese a que las obras efectuadas en la zona han elevado el margen cincuenta centímetros, los vecinos no han olvidado las inundaciones del año pasado. El 30 de enero de 2015 Isabel Fernández y Zigor Negrete abandonaron su casa abriéndose paso entre el agua que les cubría hasta las rodillas con su perro en brazos. Todavía no han concluido las obras para reparar los daños que la riada provocó en su hogar “y estamos otra vez igual, mirando constantemente el nivel del agua”, lamentaron. “Aunque no alcanza la magnitud de aquello, que no se vio venir, tenemos miedo”, confesaba otra vecina. Pendientes de las actualizaciones que el Ayuntamiento de Zalla iba transmitiendo vía redes sociales, se avisaron entre ellos de cualquier novedad, porque “a mucha gente la alerta le pilla trabajando”. Mientras efectivos municipales distribuían sacos para frenar el avance del agua.
Según explicó la Policía Municipal, podría decirse que el pronóstico del tiempo en el Valle de Mena influye más que la pleamar en el comportamiento del Kadagua. “Estamos a noventa metros de altitud y a lo largo del curso hay varias presas”, argumentaron. Así, a las lluvias que ya lo pusieron al límite el último fin de semana de febrero, se suman el deshielo de las recientes nevadas y la situación del embalse de Ordunte, “que ya prácticamente no puede recoger más agua”. “Y el cielo está muy oscuro. Lo que caiga allí, después se desplazará hacia nosotros”, valoraron señalando en dirección a Burgos.
Balmaseda es el primer municipio encartado en sentir ese efecto. La fuerza del río con el fondo del Puente Viejo animó a más de uno a sacar fotografías. Los servicios municipales pusieron sacos a disposición de los vecinos en La Penilla, Magdalena Bajera y el Cristo y se protegieron algunos cantones del casco histórico colindantes con el Kadagua. “Hemos aprendido de los errores de otras veces y estamos preparados”, aseguró el jefe del servicios de Protección Civil de la villa, Enrique Pastor, que pasó la noche del miércoles al jueves en vela, recorriendo el curso del río de Balmaseda a Alonsotegi, cada dos horas. “No es normal encadenar tantas alertas seguidas”, afirmó. Efectivos de la Cruz Roja también permanecieron atentos y desplazaron un equipo acuático.
En el núcleo urbano de Sodupe, perteneciente a Güeñes, la confluencia con el río Herrerías, que se salió de su cauce en Gordexola anegando parte de La Calzada, hace que todos los ojos estén puestos en la zona de Iorgi. También en La Quadra el caudal se incrementó significativamente, según informó la Policía Municipal. Se tomaron las precauciones habituales, como retirar los vehículos próximos a la ribera del río dentro de una relativa tranquilidad.
Alonsotegi cortó el acceso al barrio de Pertxeta al inundarse la carretera. Se trata de “uno de los puntos donde primero se desborda, junto El Cerro y el camino de Linaza”, detalló el alcalde, Joseba Urbieta. Estar acostumbrados a que se presenten estas situaciones por regla general una vez al año no impidió que “casi no hayamos dormido”, señaló el regidor. Iñigo Montes, que regenta una empresa de muebles en Pertxeta, se lo tomó con resignación. “Pasamos un día mirando y otro limpiando lo que deja la crecida”, relató a las cinco y media, la hora fijada para la pleamar.
La ría de Bilbao superó la prueba de fuego y las localidades de Enkarterri que conviven con el Kadagua asistieron aliviadas al descenso progresivo del caudal tras una agotadora jornada de nervios.