El huerto de casa, a la puerta de clase
Alumnos de la ikastola de Balmaseda se acercan al cultivo natural con la siembra de plantas en tepes de tierra
EN una porción de tierra de 52x37 centímetros revestida de una tela porosa crecen lechugas, cebollas y otras plantas que caben en la ventana de un piso. Incorpora abono, no contiene malas hierbas y solo necesita agua para evitar que su contenido se malogre. Así que ya no caben excusas para justificar el no cultivar productos naturales. Estos tepes que comercializa la cooperativa de horticultura mungiarra Garaia han entrado también en los colegios con el objetivo de “enseñar a los escolares de dónde provenimos o que sus aitites vivían de lo que daba la huerta” según explicó Ainara Ajuria, responsable de este proyecto, que emplea los tepes “por primera vez orientados a los huertos urbanos”.
Alrededor de cincuenta alumnos de la ikastola Zubi Zaharra de Balmaseda fueron los primeros en probar con sus propias manos lo sencillo que resulta sembrar sostenibilidad en un espacio acondicionado en el piso superior del centro por el que fueron desfilando los diferentes cursos. Conducía hasta la zona un rastro de tierra adherida a las playeras que impregnó el suelo.
El calendario de Enkarterri está repleto de ferias en las que se reserva un lugar de honor al producto del caserío; sin ir más lejos, la Txerriki Azoka, que hoy llevará a Sopuerta lo mejor de la chacinería. Municipios como Balmaseda, Güeñes y Zalla conservan sus mercadillos semanales, a los que acuden productores locales que no han descuidado el trabajo en la huerta. Y el género autóctono difunde el nombre de la comarca en las mesas de los mejores chefs, como es el caso de la cebolla morada de Zalla. Sin embargo, aun viviendo en una comarca con zonas verdes para elegir, de las preguntas que los chavales de la ikastola Zubi Zaharra le transmitieron, Ainara sacó la conclusión de que “no conocen las plantas al detalle, ya que muchos residen en pisos y en sus casas se abastecen sobre todo del supermercado”. Si no se acostumbran a consumir el fruto de la tierra o, al menos, conocen todo lo que puede ofrecer, difícilmente prolongarán los hábitos saludables en la edad adulta. A través de los huertos urbanos educativos, la cooperativa Garaia propone empezar paso a paso.
El primero consistió en abrir un pequeño orificio en los teles, que realizó Ainara, para plantar “distintas variedades de lechugas y cebolletas” en cuestión de pocos minutos. “La lechuga batavia es la que más se utiliza en las ensaladas”, añadió. A partir de ahora los escolares supervisarán su crecimiento día a día. “No os olvidéis de decir a la andereño que hay que regar las plantas”, recordó al último grupo en probar suerte mientras el grupo asentía.
Siempre que no falte agua, el resto del proceso se confía a los tepes. “Tierra con unos compuestos específicos y abono de liberación lenta” garantizan la evolución de la semilla. El soporte puede reutilizarse tantas veces como sea posible hasta que se agoten los nutrientes que contiene, “de igual forma que la tierra convencional”. La vida útil de estos sacos, “que pueden transportarse fácilmente, puesto que no pesan”, varía en función del cultivo elegido. Así, después de sacar una lechuga, se recicla “unas tres o cuatro veces; un perejil, casi indefinidamente”, compara Ainara Ajuria. Además, la estructura de los tepes se ha concebido de tal manera que se si se precisa más tierra “pueden doblarse uno sobre otro”.
“Asequible” La sensibilidad en torno a la calidad de los alimentos que componen la dieta aumenta. Sin embargo, quienes no habitan viviendas unifamiliares no disponen de espacio ni tiempo suficientes para trabajar la tierra. Por eso este soporte puede convertirse en una alternativa para quienes quieran tener al alcance de la mano un huerto más pequeño, pero no por ello menos saludable a un precio “asequible, de 25 euros por una caja de cinco unidades”. Garaia proyecta sacar la iniciativa fuera de los balcones de los pisos y continuar en otros colegios el camino emprendido en Balmaseda. “Hemos enviado información a otras cooperativas agrarias, hemos participado en ferias y hemos hablado con el Gobierno vasco para darnos a conocer”, contó Ainara. En residencias de la tercera edad “favorece el movimiento de las manos y activa los recuerdos, quizás de los usuarios que se retrotraen a su juventud”. Con cincuenta socios y 25 años de trayectoria a sus espaldas, la cooperativa Garaia comercializa pimiento de Gernika, pimiento de asar, pimiento choricero, calabaza, calabacín, tomate y kiwi de Euskal Herria, entre otros productos.
Asimismo, ofrecen “plantas ornamentales” para hacer florecer jardines urbanos. A menor escala que los del Ayuntamiento de Bilbao, que “también ha recurrido al sistema de tepes”, apuntó Ainara Ajuria.