Durango - Las estanterías de su casa están llenas de libros de pintores y en su mesilla de noche hay dos cuadernos repletos de bocetos que realiza a mano cuando le cuesta conciliar el sueño. A sus 86 años, el durangarra Javier Gorosarri lleva toda una vida dedicada al mundo del arte. Muestra de ello, su exposición Paisajes del Duranguesado vuelve a exponerse en el Museo de arte e Historia de Durango. “Siempre es bonito que la gente vea y valore cuadros tuyos, pero también es verdad que al llevarlos de un sitio a otro se van estropeando”, reconoce, mientras acaricia el marco de uno de los cuadros que decoran su casa en Berriz.

Nacido en Tabira, Gorosarri, por su trayectoria y conocimientos, se ha convertido en uno de los pintores más conocidos de la comarca. A los doce años, estudiando en el colegio Maristas, las clases de dibujo lineal le despertaron gran interés por todo lo relacionado con la pintura y el arte. Además, el hecho de vivir en Tabira le permitió ver y conocer de joven a grandes pintores que acudían al barrio a pintar, como Guezala, Olaortua, Garralda o Rementeria, entre otros. Del que guarda especial recuerdo, y le marcó, fue el pintor de Lesaka, Elías Garralda, fallecido hace cuatro años. Considerado uno de los mejores paisajistas del Estado, con el artista mantuvo una gran amistad.

En lo que a sus preferencias se refiere, la pintura es la disciplina con la que más disfruta el veterano artista. Su vida laboral la dedicó a trabajar en diferentes empresas, donde siempre que tenía un hueco le encantaba coger el coche y marcharse a algún lugar de la comarca para poder plasmar en el lienzo los encantos de Durangaldea. “Cuando pasas muchas horas en el estudio te atrofias. Siempre me ha gustado sentarme al aire libre para pintar y disfrutar de los paisajes que tenemos”, explicó el artista, quien reconoció entre risas que “también he pasado muchas horas pintando dentro del coche cuando llovía”.

La muestra de Durango, que estará expuesta hasta el 6 de marzo, incluye alrededor de cuarenta cuadros que recogen diferentes paisajes de la comarca con protagonismo para Durango, Izurza, Mañaria, Berriz o Elorrio, entre otros. Si tiene que quedarse con un lugar, tras pensárselo mucho “porque todo es tan bonito”, asegura, se queda con Mendiola y Tabira, aunque reconoce que el barrio durangarra “se ha estropeado mucho”.

Hace más de medio siglo convirtió su camarote en un estudio donde ha pasado infinidad de horas. En la actualidad, jubilado y con más tiempo, sigue aprovechando su tiempo libre para pintar a pesar de que “todos los días no me dejan, porque hay otras cosas que hacer”, explica entre risas haciendo alusión a su mujer Nieves, con la que lleva 56 años casado.

El grabado también ha sido una de sus grandes disciplinas. Las indicaciones de algunos eibarreses cuando era joven le han llevado a estar más de medio siglo practicándolo. En este sentido, sus cualidades le permitieron trabajar durante años para la joyería Mancisidor y realizaba numerosos trabajos por encargo. También se ha dedicado a la talla de madera, que la aprendió realizando el servicio militar en Burgos. Asimismo, domina la grabación con buril, la técnica del damasquinado, que a base de un rallado se incrusta oro martilleando con un cincel.

A día de hoy, Gorosarri disfruta visitando de vez el cuando el Museo Bellas Artes de Bilbao porque “siempre se aprende algo”, reconoce. Su casa se ha convertido en un museo en el que guarda obras de toda una vida, como el cuadro que pintó de la iglesia de Tabira con 20 años. Los interesados podrán volver a ver en el museo durangarra parte del trabajo del veterano artista.