EL sueño boloñés del ingeniero Antonio Cavalieri Ducati, de Carlo Crespi y de tres de sus hijos, es hoy, noventa años más tarde, una realidad que pisa tierra aunque las motos de la legendaria escudería han nacido para volar. Cualquier ducatista, si me permiten la expresión, ama la velocidad por encima de todas las cosas. Eso mismo confesaba ayer Diego Guzmán, responsable del primer concesionario oficial de Ducati para el País Vasco y Cantabria en la tarde de ayer, día de la inauguración del concesionario que el Grupo Alzaga que preside José Antonio Torrealday, ha abierto allá en el Polígono Irubide, de Galdakao. El propio José Antonio confesaba, en las palabras de bienvenida, que el jefe de mecánicos le había vaticinado que el local va a quedarse pequeño en menos de un año. Ojalá, dijo su corazón de empresario.
Un taller exclusivo y ropa de montar de la legendaria casa, que viaja de la mano de Audi desde 2012, amén de motos de poderosa cilindrada fueron iluminados en una tarde de diversiones, donde lo mismo sonó la música que alimentaron los cuerpos las gentes de la Hambroneta. A la cita acudieron Enrique Guzmán, el obispo Mario Iceta, Iñaki Latorre, Rosa Ibarlucea, Paula Torrealday, Pedro Díez Menika, Fran Alfaro, Daniel Ricós, Imanol Barrena, José Luis Mujika, Josu Molinos, en nombre de DEIA; Pruden Erezuma, Pedja Savovic, Álex Mumbrú, Dani, Roberto Aldaz, Andoni Maguregi, Gerardo Candina, presidente del Gernika Basket; Jon Retolaza y una legión de invitados que adoran el olor a gasolina y el asfalto.